Escribía Koldo San Sebastián el otro día en un comentario a un artículo suyo aparecido en Aberriberri:
«El artículo no tenía nada que ver con las miserias partidistas. Se trata de saber si la “cuestión navarra” debe tratarse en las “mesas de negociación” (tipo Loiola) o la solución, si la hay, debe nacer de los propios navarros. Si Nafarroa es el sujeto o lo es el conjunto vasco…
…Pero, insisto, ¿cómo se soluciona lo de Nafarroa?.
Y esa pregunta que se hace Koldo me parece que necesita una respuesta razonada desde un punto de vista navarro. Esta es la mía:
No seré yo quién sea partidario de “resucitar” miserias partidistas aunque en algunas ocasiones sean elementos imprescindibles para hacer lecturas políticas correctas so riesgo de que a uno le falten piezas en el puzzle. Es por eso, entiendo, que has intentado situar el artículo en un contexto concreto, y en ese contexto estaban esas miserias.
Y por poner la pieza en su sitio, más que nada, habrá que analizar primero, y antes que buscar la solución, que es lo que hace que exista una “cuestión navarra” y si es que de verdad existe tal cuestión. Más que nada porque algunos nacionalistas navarros creemos que si que existen diferencias entre el nacionalismo vasco en la CAPV Y la CFN, diferencias de ritmos, de posicionamientos políticos, de mayorías o de alianzas, pero no creemos en absoluto que exista una “cuestión navarra” puesto que la cuestión es una cuestión nacional vasca.
Por hacer un poco de “memoria histórica”, y más ahora que tan en boga se ha puesto el término, tendremos que reconocer que desde que se suscita la cuestión fuerista las soluciones siempre han sido distintas en Navarra y en el resto del país. La Paccionada o la Abolitoria, piezas fundamentales en el devenir de este país, resultan tan conocidas a unos como ajenas a los otros. Ahora bien, ninguna de las “soluciones” parciales que se adoptaron en un sitio u otro tuvieron la virtualidad de solventar la cuestión foral ni estructurar mínimamente el país, y ese fue precisamente el principal mérito de Arana; dotarlo de un proyecto de futuro común, Euskadi.
Tanto fueristas navarros (Campión, Oloriz, Aranzadi…) como vizcaínos habían emprendido el camino desde su propia perspectiva histórica y social y fue la visión panvasquista de Arana la que permitió hacer confluir ambos recorridos con la creación del Partido Nacionalista Vasco al que ambas corrientes se sumaron con entusiasmo, pero cometiendo el primer error del nacionalismo vasco, y en mi opinión el principal dado que de él nacen todos los demás, y es olvidar el objetivo, y la razón legal e histórica no lo olvidemos, que había aglutinado el sentimiento nacional vasco; el Fuero.
Si ya el proceso estatutario del 32 fue un error a medias, las prisas son casi siempre malas consejeras, el segundo proceso estatutario se hizo todavía con más prisa y con menos visión a largo plazo, creando lo que algunos llaman la cuestión navarra y que otros llamamos la cuestión vasca.
Resulta evidente que la vía estatutaria nos ha ayudado a avanzar como país, o por lo menos a una parte del País, pero no es menos evidente que esa vía creaba ritmos distintos, y no confluyentes, entre las tres realidades institucionales que componen Euskadi, podemos mirar todo lo que queramos hacia otro lado pero existen, que la famosa teoría del “Polo de Atracción” funcionó en la forma contraria a lo que habíamos previsto y que el propio concepto estatutario creo una corriente de pensamiento en el nacionalismo contraria a sus principios fundacionales, y que en cierta medida se puede ver en la cita que he remarcado del amigo Koldo, cambiando nuestros conceptos fueristas y confederales por conceptos ajenos a la tradición democrática vasca como es el de “soberanía”.
Tampoco debemos olvidar que los principales problemas del nacionalismo democrático en estos últimos treinta años han venido propiciados por la existencia de esa corriente de pensamiento; la disolución del partido en Navarra, la tristemente célebre L.T.H. o la misma escisión.
Así pues no existe una cuestión navarra, existe una cuestión vasca, y esa cuestión es como institucionalizamos nuestro País: desde conceptos soberanistas que nos son ajenos y que con bastante mala fortuna han importado las gentes de la IA, ahora de EA, de la más pura tradición españolista, o desde nuestra propia tradición de organización social, es decir desde el Fuero.
Afortunadamente para todos, la Constitución española dejo una puerta abierta, la Disposición adicional primera (jamás podremos agradecerles lo suficiente a aquellos senadores jeltzales que se lo pelearon) que permite movimientos mucho más interesantes que el tan cacareado “derecho a decidir” o el “soberanismo” de la IA, y sobre todo permite acompasar el proceso en Navarra y en la CAPV sin ahondar la brecha institucional y fomentando la cooperación interinstitucional.
Cualquier Estatuto Común dentro de la legalidad española tiene un techo y ese techo no lo marcamos nosotros, el Fuero en cambio es preconstitucional y es nuestro. Así pues cualquier intitucionalización común debe ser posterior a la Reintegración Foral Plena de todos los territorios forales y en su marco. Ese y no otro debe ser el objetivo del PNV, H1 y quien se quiera sumar en la CAPV y el de Nafarroa Bai en Navarra. Y ese concepto foral no parece que case muy bien en el debate sobre quien debe ser el sujeto político, más que otra cosa porque es algo que es inherente al propio fuero.
De lo contrario correremos el riesgo de poner la guinda estatutaria sobre un pastel foral que no tenemos…
Ander Muruzabal