Son probablemente estas las dos palabras que más hemos oído los navarros en los treinta años que dura ya, explícita o implícitamente, el pacto frentista e identitario que gobierna nuestra comunidad en sus distintas versiones; UPPN, UPSN o UPPSN, al albur de cómo den las cuentas al día siguiente de cada una de las convocatorias electorales forales.
Palabras que suenan surrealistas después del espectáculo que vivimos ayer en la sede parlamentaria del Paseo Sarasate.
Cuando Navarra, en palabras de su propia presidenta, ha tocado fondo en la crisis y es el momento de relanzar la economía de esta tierra, de tener un gobierno con iniciativa que lidere la recuperación, el panorama no puede ser más desolador.
Una Presidenta aferrada a un poder que no puede ejercer, sin capacidad alguna para aprobar ley de ningún tipo, con unos presupuestos prorrogados de facto durante el 75% de la legislatura y con la capacidad de gestión podada por un Parlamento dispuesto a legislar para evitar y bloquear la acción de gobierno. Como se preguntaba ayer el portavoz del PP, su tradicional aliado; “Acabe la legislatura, pero si no puede gobernar ¿Para que quiere hacerlo?”.
Una Oposición suficientemente enfrentada y dividida como para ser incapaz de unirse para cualquier otra cosa que no sea pedir el fin de la legislatura y sin siquiera arrestos para hacer lo más sencillo que sería provocarlo.
Y un Parlamento que no representa ni lo que la sociedad navarra votó en 2011 ni lo que es previsible que vote en 2015, con la mayor parte de sus líderes, los que intervinieron ayer salvo alguna honrosa excepción, perfectamente amortizados que convierten el salón de plenos en una especie de “Walking Dead Foral”.
Quizás sea hora de acordarse de las dos palabras que dan título al artículo y ser responsables para asumir la realidad política de la comunidad y devolver la palabra a la ciudadanía y que sea esta la que decida los nuevos mimbres con los que reconstruir esa gobernabilidad perdida.
El patético intento de la presidenta Barcina de reconstruir el sempiterno pacto UPSN llevando a la Cámara el reciente pacto alcanzado en la CAV, esa que no se podía ni nombrar que hasta en eso parece que están cambiando los aires en Navarra, no nos puede hacer perder de vista que la comparación entre ambas situaciones no es más que una grosera estafa.
UPN, por mucho que se empeñe Barcina, NO es el PNV, ni su historia es la misma, ni su trayectoria ni siquiera el espectro ideológico de sus electores o su interés por el fuero y el autogobierno, ni, por supuesto, su cultura democrática. Pero es que, además, el pacto PNV-PSE representa exactamente todo lo contrario a lo que pretende hacer Barcina resucitando la “Teoría del Quesito”.
Las sociedades heterogéneas en lo identitario, y tanto la CAV como la CFN lo son aunque a algunos les guste poco o nada, necesitan pactos interidentitarios y no frentistas salvo que la idea sea excluir a una buena parte de la sociedad, pactos basados en programas de acción política, más a la derecha o la izquierda según el pulso social del momento. Y esos, precisamente, han de ser los criterios que rijan la nueva gobernabilidad que salga de esas urnas que son la única salida que tiene la situación política de Navarra.
Por responsabilidad, por la perdida gobernabilidad, la presidenta Barcina no tiene otra salida digna que disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas. En la situación actual Navarra no puede estar sin gobierno, sin presupuesto y sin capacidad de gestión ni impulso los 20 meses largos que le quedan a esta legislatura.
Si la política no ha sido capaz de responder al mandato de las urnas de 2011 es el momento de devolver la voz a los ciudadanos para que otorguen su representación a quien sea capaz de hacerlo.
Ander Muruzabal