Independencia, Soberanía y Territorialidad

Hace ya más de treinta años que el régimen nazional-católico de Franco pasó a mejor vida, y a pesar de algunos intentos de relanzarlo tanto políticos como militares y de la presencia institucional de algunos de sus más característicos representantes, nada parece indicar que hoy exista un riesgo de involución real.

Sin embargo, uno de sus “hijos” más significativos sigue ocupando buena parte de la actualidad española y, como no, de la vasca, y me estoy refiriendo a esa lacra que hemos heredado y que se llama ETA. Resulta evidente que su raíz ideológica coincide en muchos casos con los mismos planteamientos fascistas que el movimiento a quien quiso hacer frente. Es lógico que a una dictadura, armada ideológicamente desde el fascismo internacional, se le opusiera el otro extremo del arco político que existía en Europa en la segunda mitad del S. XX, es decir el marxismo revolucionario, pero no hay que olvidar que ambos movimientos compartían muchos de sus planteamientos.

El drama para Euskadi es que esa dinámica frentista y totalitaria se ha enquistado en el seno de nuestra sociedad y hoy, cuando ambos planteamientos reposan en las bibliotecas universitarias y en los archivos de la historia, muchas de sus características siguen formando buena parte de la centralidad de los discursos políticos que se escuchan en Euskadi. El MNLV, Unión Progreso y Democracia, el PSE, buena parte del PP y algunos sectores de EA, Aralar e incluso el PNV tienen el mismo concepto soberanista  de nación, los conceptos de independencia y territorialidad no son más que una consecuencia de aquel, aunque evidentemente el sujeto del derecho no es el mismo.

En esas condiciones, llegar al final del “conflicto” no es más que una utopía dado que en una pugna entre soberanías, un concepto absoluto por otra parte, no puede haber acuerdo alguno, sino imposición, por muy “democrática” que esta sea, de una soberanía sobre otra y teniendo en cuenta que ambas, la española y la vasca, son propias de la sociedad vasca actual, el conflicto no puede acabar sin vencedores ni vencidos y esta es la mejor garantía para su prolongación.

Pero lo más paradójico de esta situación es que el soberanismo no es algo propio de la tradición jurídico política de esta tierra sino algo importado de tendencias políticas ajenas y que malamente encajan con la idiosincrasia del pueblo vasco.

En el último cuarto del siglo pasado hemos asistido a un profundo cambio en el mapa geopolítico europeo, impulsado sobre todo por el hundimiento de la Europa del Este, y al nacimiento de un montón de naciones con mayor o menor base histórica, política o cultural. En su mayor parte todos estos “alumbramientos” no han sido indoloros sino que han supuesto auténticos baños de sangre.

Por otro lado, y durante todo el siglo hemos mirado, con interés, el largo proceso de creación del estado irlandés, proceso inconcluso y lastrado por la existencia del Ulster, la violencia del IRA y los desmanes del Ejército británico, y a su paz final en Stormont.

Y, por fin, estamos viendo nuevos procesos de “construcción nacional”, Bélgica o Escocia son buenos ejemplos de ello, donde se están planteando figuras nuevas que eviten el final tradicional de estos procesos y que los conviertan en algo más acorde con la sociedad multicultural y compleja que nos ha tocado vivir.

El nacionalismo vasco no es ajeno a este panorama general, dado que su existencia tiene ya más de un siglo, y algunos años más si tenemos en cuenta planteamientos anteriores que ya apuntaban en ese sentido, y además tampoco parece que tenga visos de desaparecer a corto plazo. En este contexto, la pregunta es ¿Cómo queremos los vascos construir nuestro país? ¿Podemos construirlo contra alguien, y más teniendo en cuenta que ese alguien sea probablemente otro vasco?.

Y yo creo que la respuesta está en nuestra propia tradición jurídico política; en el Fuero.

En la cultura política vasca el poder de decisión se construye desde abajo por adhesión desde la libertad individual a diferentes ámbitos de decisión, y el Fuero no es más que el reconocimiento por parte del Rey de ese régimen de de libertades que debe jurar respetar y mejorar, para ser coronado. Son muchos los historiadores y pensadores políticos los que lo han puesto como ejemplo de “profundidad democrática” en tiempos donde al absolutismo y el feudalismo eran moneda de curso corriente.

Si ese concepto social nos ha servido para ponernos a salvo de la soberanía real, ¿Por qué no habría de servirnos ahora para hacer lo mismo con la soberanía nacional española?

El fuero tiene, además, otra gran ventaja y es su carácter pactista que permitirá ensayar fórmulas de cosoberanía que solucionen el conflicto identitario sin vencedores ni vencidos. Si el fuero es capaz de garantizar nuestro autogobierno y una capacidad jurídico política plena en todos los asuntos que nos atañen, de protegernos contra injerencias de poderes externos y  la facultad de romper el pacto en caso de incumplimiento, ¿Qué diferencia a ese status de la Independencia?

Y por fin, también nos permitirá resolver el problema de la territorialidad, desde el respeto a otras realidades institucionales vascas y desde fórmulas de colaboración y entendimiento que garanticen el bienestar social y el desarrollo y mantenimiento de la cultura vasca en el mundo. No nos debe dar ningún miedo ensayar este tipo de fórmulas complejas, puesto que el propio funcionamiento económico y social de Euskadi irá ajustándolas a las necesidades reales. ¿Qué sentido tendría un país único y uniformizado, independiente de manera formal, integrado y cediendo competencias y soberanía a la Unión en una Europa de los Pueblos?

¿No sería pues conveniente que la reforma del Estatuto y el Amejoramiento explorasen la vía abierta en la Constitución Española; “La Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales” y buscasen la Reintegración Foral Plena, antes que una nueva lista de transferencias y competencias? ¿No sería ese un buen momento para empezar a intentar vías de colaboración entre la CAV y la CFN?.

Ander Muruzabal

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