Resulta más que evidente que la derogación “de facto” de la doctrina Parot que lleva aparejada la sentencia de ayer del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, además de absolutamente previsible, es principalmente una sentencia justa, algo a lo que los que habitamos al sur del Pirineo no estamos excesivamente acostumbrados. Y digo que es justa porque la justicia no es un concepto que se pueda estirar o encoger en función del clima social o los intereses electorales de quienes gobiernan o ejercen la oposición sino porque la aplicación de la justicia solo tiene un parámetro; el cumplimiento estricto de la Ley, que es exactamente lo que hace el TEDH corrigiendo la lamentable actuación de la ¿Justicia? española.