Dicen que cuando el Partido Socialista Obrero Español alcanzó por primera vez el poder a principios de los años ochenta, un exultante Alfonso Guerra exclamó “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Yo no se si la España que dejaron años después, cuando perdieron el poder, sería o no reconocible, tiendo a pensar que no pero no por los motivos que en su día pensaba el lenguaraz vicepresidente.
Pero si esa España que dejaron los socialistas era difícilmente reconocible, no me quiero ni imaginar que pensaría un navarro de principios de los 90 si viera el solar en que han convertido Navarra cuatro legislaturas y media de Unión del Pueblo Navarro con Sanz dilapidando su futuro en años de bonanza y con Barcina exprimiendo hasta la última gota de la ubre de la vaca del viejo Reino cuando ya no había más que repartir.
Teníamos entonces una comunidad con un convenio y una autonomía foral que nos permitía, en cierta manera, gobernarnos nosotros mismos o por lo menos que nos dejasen bastante a nuestro aire, con una floreciente Caja de pueblo que además era el instrumento financiero que permitía al gobierno cierta libertad de movimientos económicos.