Para los que creíamos olvidados los viejos tiempos de la violencia indiscriminada y gratuita lo acontecido el sábado en las calles del Casco Viejo de Iruña fue una desagradable sorpresa. La lectura del comunicado del Movimiento Pro Amnistía y Contra la Represión sobre el tema
(…) queremos expresar nuestra total solidaridad a las cuatro personas detenidas y exigimos su inmediata liberación, sin ningún tipo de cargo. No sabemos si estas personas han participado o no en la autodefensa ante la policía, pero esto no nos importa a la hora de reivindicar su inocencia. Los únicos culpables de los incidentes son la policía que constantemente vulnera el derecho de expresión por medio de la represión y los políticos corruptos que le ordenan a la policía ejercer este tipo de violencia (…)
ya roza el delirio.
Es posible que la dinámica de los últimos 80 años que ha vivido este país de acción-represión haya hecho a algunos perder la noción de la realidad y que el buenismo social, amparado en las ansias de paz, nos haya hecho capaces de crear en el imaginario colectivo una equiparación de todo tipo de violencias que no es más que un reflejo de la repulsa ciudadana a la violencia ilegítima empleada por las cloacas del estado en respuesta al terrorismo de ETA. Equiparación que produce que alguien tenga la tentación de justificar animaladas como la del sábado en Iruña.
Y es, quizás, hora de aclarar algún concepto. Y esto pasa por dos principios; no todas las violencias son iguales y equiparables, y no todas las violencias son ilegítimas.
En una sociedad civilizada y en un estado de derecho la sociedad se dota de unos instrumentos de autoprotección a los que otorga el monopolio de la violencia, esa violencia es pues legítima y democrática en función de que ha sido la propia sociedad la que lo ha decidido así y todas las demás, que no tienen ese otorgamiento social, son ilegítimas.
Eso no quiere decir, en absoluto, que el estado pueda usar y abusar de ese monopolio de la violencia sino que al ser una potestad otorgada por la ciudadanía tiene que estar sometida al control de esta mediante las leyes, funcionar bajo el principio de proporcionalidad y, en última instancia, sometida al veredicto de la Justicia.
Es por eso que son mucho más execrables los crímenes de estado, porque socavan la potestad del estado en el uso de la violencia legítima produciendo en la sociedad una situación de indefensión ante la agresión de quien era precisamente el encargado de garantizar su seguridad.
Si el hecho de que la existencia de grupos violentos y organizados no justifica que la violencia legal y legítima traspase los límites de la Ley, sea desproporcionada o escape al control judicial, el hecho de que esto se produzca tampoco justifica en absoluto la propia actividad de esos grupos violentos y organizados. Lo contrario nos llevaría a reproducir otros 80 años de acción-represión y esta sociedad está ya harta.
Dicen por ahí que una de las principales preocupaciones de quienes pilotaron el cese de la actividad armada de ETA y la reconversión de la Izquierda Abertzale en un movimiento político, con el propio Otegi a la cabeza, fue evitar que en el proceso hubiera escisiones y nadie se quedara atrás, como había pasado con la anterior experiencia de reconversión de la IA en un movimiento puramente político, la extinta Aralar.
Parece que no ha podido ser, y no solo eso, sino que esa escisión se siente legitimada para ocupar el espacio ideológico que ha abandonado la IA en su proceso de institucionalización, apropiarse de la parte más dura de su discurso y que está en proceso de ocupar su espacio en la calle, habrá que ver si de alguna cosa más.
Así pues, la Izquierda Abertzale tiene un problema, lo que no está tan claro es si lo tenemos todos los demás.
En todo caso, el sábado en Pamplona hubo otra actuación cuando menos curiosa, y que se convirtió en la comidilla de la mayor parte de los pamploneses que se vieron atrapados en la bronca, como fue la actuación policial, desproporcionada como siempre pero en el sentido contrario que otras veces, hasta rozar la pasividad como decía algún paseante asombrado con el pasotismo policial.
¿Alguien tenía interés en que Pamplona el sábado recordase como eran los “felices” tiempos de la Kale Borrika, además, digo, de los amigos del Movimiento Pro Amnistía y contra la Represión?
Ander Muruzabal