Recientemente leíamos en la prensa la propuesta de Geroa Bai de presentar una lista unitaria al Senado por parte de las formaciones políticas que sustentan el Gobierno del Cambio en Navarra. Sin quererme adelantar al resultado final y el recorrido que tenga la propuesta, me parece una muy buena idea.
Es evidente que a los que promovieron un intento de lista unitaria al Congreso no les va a hacer mucha gracia la iniciativa y menos aún dado el resultado final de la misma pero no lo es menos que ni numérica ni políticamente las iniciativas son equiparables, y me explico.
Son muchas las experiencias que hemos visto en la historia política reciente del estado, y el “Junt pel Si” de Mas y Junqueras no es más que la última de ellas, en que la esperada suma de fuerzas no ha dado los frutos apetecidos y lo que parece una sencilla operación aritmética acaba siendo un galimatías de difícil resolución. En política raramente dos más dos son cuatro y las más de las veces no suelen llegar a tres dado que los votantes menos fronterizos de las organizaciones políticas coaligadas tienen la curiosa manía de bajarse del carro si no les gusta la compañía.
En un sistema de listas cerradas y de reparto proporcional, o pseudoproporcional en función de lo que diga D’Hont, suele ser mucho más eficaz una colaboración post electoral que permite fijar los votantes de cada formación en el momento previo a la elección. Puede ser mucho más productivo sumar escaños que sumar votos dado que los escaños están ahí y los votos no suelen dejar de ser puras proyecciones y estimaciones que no dependen de las organizaciones políticas sino de la voluntad puntual del votante. Y hay pocas excepciones salvo cuando las posiciones de partida de las formaciones coaligadas son tan minoritarias que la única manera de alcanzar representación es la de ir todos juntos.
Por otra parte, en un sistema mayoritario y de listas abiertas como es el que rige para el Senado, en el que los escaños van todos a la lista más votada esa coalición puede servir exactamente para eso, para acaparar todos los escaños, salvo el último que por la corrección del sistema caería en manos de la segunda fuerza, dejando a todos los demás fuera del reparto.
Por poner un ejemplo, y haciendo una proyección al 20D los resultados de mayo, los escaños navarros se repartirían aproximadamente así; UPN 2, GB 1, EH Bildu 1, Podemos 1 al Congreso y UPN 3, GB 1 al Senado. Con una lista conjunta al Congreso lo único que podría haberse logrado muy probablemente sería UPN 2, Candidatura por el Cambio 2 y PSOE 1 y en cambio al Senado lo que se lograría sería exactamente darle la vuelta a la situación con la Candidatura por el Cambio 3 y UPN 1.
La otra excusa que se ha utilizado en contra de esta posibilidad es la “utilidad” del Senado más que en entredicho en los últimos tiempos.
Y es verdad, una Cámara de Segunda Lectura como es el Senado es poco menos que un florero en una legislatura normal, gobierno con o sin mayoría absoluta de la lista más votada, como por cierto lo han sido todas en el estado desde la aprobación de la Constitución, por la sencilla razón de que esa lista más votada tiene todas las papeletas para tener mayoría absoluta en el senado y convertir así la labor de este en un puro trámite.
No hay más que dos excepciones a este cuadro; un gobierno de coalición entre fuerzas de las que ninguna es la más votada que podría ser bloqueado por una mayoría absoluta de la oposición, lista más votada, en el Senado o que la legislatura se convierta en Constituyente, caso en que la aprobación del nuevo proyecto constitucional se haría en comisión paritaria entre Congreso y Senado. Artículos tan decisivos para el autogobierno navarro como la Adicional Primera de reconocimiento de los Derechos Históricos de Navarra fueron introducidas en el texto constitucional por un senador navarro; D. Manuel de Irujo Ollo.
¿Alguien cree que esas dos excepciones a la inutilidad del Senado van a ser absolutamente ajenas a la legislatura que viene?
Ander Muruzabal