Si hay alguna palabra que nos vamos a hartar de oír en la ya inminente campaña electoral para el Parlamento de Navarra esa es, sin duda, la palabra cambio. El problema es que, una vez más, no todos entendemos lo mismo por cambio, por lo que no estaría de más saber que entiende por cambio cada una de las fuerzas políticas que optan a ocupar algún escaño en la cámara Navarra, y que si hacemos caso a las últimas encuestas, van a ser unos cuantos.
Es evidente, por otra parte, que la previsible atomización del Parlamento Foral fuerce a un gobierno de pacto entre más de dos fuerzas políticas so pena de vernos abocados a unas nuevas elecciones, la tan mencionada segunda vuelta, allá por el mes de octubre. Segunda vuelta de resultado todavía más incierto que las próximas elecciones de mayo, más que nada porque no existen antecedentes de tal cosa en la Comunidad Foral. Segunda vuelta que además sería letal para Navarra después de tres años de parálisis institucional en medio de la peor crisis económica que ha vivido la Comunidad Foral en las últimas décadas. Y esos mismos pactos van a obligar a unificar el significado de la palabra cambio, por lo menos entre los que vayan a protagonizarlos.
Así, a vuelapluma, y sin entrar en que tipo de cambio nos proponen a los navarros los partidos en litigio entre otras cosas porque tampoco entre ellos la visión del cambio es unívoca, yo veo dos acepciones distintas de lo que unos y otros entienden por cambio.
Por un lado está el cambio de los que no quieren el cambio, en sus dos versiones, los que quieren cambiar lo estrictamente necesario para que todo siga igual y los que lo que pretenden es sustituir a los actuales agentes del poder en Navarra por ellos mismos, que el poder cambie de trinchera. Ambas versiones tienen en común la “comodidad” en que sus impulsores viven en el marco de exclusión, enfrentamiento y fractura en que transita la sociedad navarra desde la instauración de la democracia.
Están, por otro lado, los que han llegado al hartazgo de ese clima de exclusión y enfrentamiento y se han embarcado en la aventura de un cambio integrador, sereno y estable que ponga las bases del futuro de una Comunidad Foral en la que por su tamaño nadie es prescindible. La Navarra del S. XXI o la construimos entre todos los navarros o no la construimos, y en ese camino no sobra nadie, sobran maximalismos y sectarismos de todo tipo, y falta la comprensión y el respeto de una Navarra hacia la otra tanto desde el punto de vista socioeconómico como desde el punto de vista identitario. Que nunca más un navarro viva en la exclusión social o identitaria.
Y es en función de esas dos visiones del cambio en la que los partidos navarros, ya asumida la necesidad del pacto de cara a la formación del próximo gobierno, están poniendo las famosas “líneas rojas” de cara a su actuación después de las elecciones de mayo.
Ya solo la asunción por su parte de que existen esas líneas rojas nos da una buena pista sobre que tipo de cambio quieren unos y otros.
Bueno sería que los que de verdad estamos por el cambio hiciésemos esa labor pedagógico política de explicar que no existe cambio por cambiar caras, políticas o protagonismos, que el verdadero cambio esta en construir una nueva sociedad navarra plural e integradora basada en el respeto a todas las ideologías y todas las identidades, pues es ahí, en su pluralidad, donde radica la mayor riqueza de Navarra.
Existen en la sociedad de Navarra los suficientes elementos comunes para construir entre todos en vez de destruir al diferente, quizás el principal de ellos su Fuero, su capacidad de autogobierno.
El 24 de mayo los navarros votaremos cambio, está por ver que tipo de cambio…
Ander Muruzabal