“Tras la crisis de los partidos estamos en la encrucijada de o bien hacer mejores partidos o bien ingresar en un espacio amorfo cuyo territorio será ocupado por tecnócratas y populistas, definiendo así un nuevo campo de batalla que sería todavía peor que el actual”
Daniel Innerarity
La estrepitosa irrupción de Podemos en la política española, la descomposición galopante que se observa en las filas del PSOE y lo llamativo de casi todas las encuestas que han visto la luz desde las pasadas elecciones europeas han llevado a muchos comentaristas y a gran parte de la calle a hablar del fin del bipartidismo. Escenarios electorales donde antes solo se contemplaban dos fuerzas políticas, y como mucho algún grupo bisagra sin opciones reales mayores que las de apuntalar a uno de los partidos dominantes, han dado paso a auténticos mosaicos de siglas en los que ya no está, ni mucho menos, clara la opción bipartidista.
Solo las Comunidades Autónomas llamadas históricas; la vasca, la catalana y la gallega en menor medida y la Comunidad Foral de Navarra eran las excepciones a este escenario común por la presencia de otro eje de de decisión política; el identitario. Así el tradicional eje izquierda / derecha se solapaba con el eje nacionalismo territorial / nacionalismo español dando lugar a mapas políticos a cuatro en los que unas veces primaba el eje socioeconómico y en las otras el identitario, esas son precisamente donde las encuestas dan menos importancia a la irrupción de Podemos aunque su presencia también está garantizada.
Pero eso que a primera vista podría parecer la entrada de una tercera opción en liza con aspiraciones y posibilidades de gobierno, con otro planteamiento político y por tanto el fin del bipartidismo como lo hemos conocido desde la transición no parece tan claro si se tienen en cuenta otros factores menos visibles como pueden ser el viraje al centro político que ha protagonizado Podemos desde las anteriores elecciones y cual es el otro beneficiado políticamente de la irrupción de Podemos, Ciudadans de Albert Rivera.
La última encuesta del CIS sobre la ubicación ideológica de los españoles, prácticamente igual a la de los últimos años, poco o nada tiene que ver con el corrimiento electoral que refleja en la intención de voto y nos hace preguntarnos a que responde pues realmente la ruptura de un mapa electoral que parecía estable. Evidentemente la profundidad y la duración de la crisis económica y la profundidad y extensión de la corrupción, que además afecta con pocas diferencias a los dos partidos tradicionales, tienen bastante que ver con ello. ¿Pero es ese el único motivo?
Ambos partidos, C’s y Podemos han sido acusados de populistas de igual manera y unos de populismo de extrema derecha y otros de populismo ultraizquierdista pero eso no parece tan claro si se atiende a como se perciben a si mismos sus votantes y mucho menos si se atiende a la definición que de si mismos dan sus líderes. Ambos partidos tienen mucho más que ver que lo que se percibe a primera vista; ambos huyen de la catalogación izquierda/derecha, ambos proclaman una política ética, ambos han rescatado la palabra “ciudadano” a la que otorgan el protagonismo, ambos han saltado a la arena política con un fuerte componente tecnológico y virtual y, sobre todo, ambos buscan el cauce central.
Si examinamos la procedencia de su voto y quienes son los principales viveros de donde se nutren ambas fuerzas no parecería exagerado decir que lo que vemos es la paulatina sustitución del PSOE por Podemos y la más lenta, pero no por ello menos efectiva, del PP por C’s. Así pues no parece que estemos en el segundo escenario que describe Innerarity en la cita que abre este artículo, sino más bien en el primero.
Escribía hace tiempo en otro artículo, cuando empezaba a hablarse en serio de temas como el Gobierno Abierto, del uso de la RR.SS. como herramienta política, del cambio del paradigma de la comunicación, de la participación, del empoderamiento ciudadano, de la e-democracia…
“No es probable que estemos asistiendo al fin de los partidos, eso sería bastante parecido al fin de la democracia, pero si que vamos a ver una profunda transformación en su organización fruto de la capacidad tecnológica y comunicativa que nos ha tocado vivir. El final llegará para aquellos que no hayan sabido transformarse a tiempo”.
Y lo cierto es que puede ser que a lo que estemos asistiendo sea a la refundación del bipartidismo, con nuevos agentes, porque los antiguos protagonistas no han sabido transformarse a tiempo.
En todo caso, en ese mapa electoral menos afectado que presentan en las denominadas nacionalidades los partidos que de momento se mantienen al margen del corrimiento electoral, los del eje identitario, harían mal en no tomar nota puesto que la transformación de la política está en marcha y tarde o temprano la ola también les llegará a ellos.
Ander Muruzabal