“No nos debe preocupar el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más nos debe preocupar es el silencio de los buenos”.
Visto en la web
En mi anterior artículo; La transformación de los partidos, abordaba el tema de cuales deben ser esas características que deben tener los “mejores partidos” de cara a recuperar su papel de herramientas de participación política de la ciudadanía imprescindibles en cualquier sociedad democrática, y en concreto en sus formas de comunicación externas e internas, pero dejaba en el tintero dos de las soluciones de las que más se habla hoy en día en cuanto pilares de esa transformación; las elecciones primarias y las nuevas formas de militancia.
En este segundo artículo me voy a centrar en esa especie de panacea democrática que algunos quieren ver en las elecciones primarias de los partidos como elemento clave de renovación, normalmente tras un descalabro electoral y mirando más a las personas que a las ideas.
Desde el reconocimiento de que un sistema de primarias en un partido político no solo es una buena idea, sino que debiera ser algo que se visualizase con total normalidad en cualquier organización democrática, creo que, en si misma, la figura de las primarias no garantiza absolutamente nada. Cualquier sistema electoral partidista debiera ser igual de útil, salvo algunos dedazos groseros a los que tan aficionadas son algunas de las organizaciones políticas más significativas de este país, si es fruto de un sistema que ofrezca las mínimas garantías.
Así pues, creo que el debate de las primarias hay que situarlo en el antes y no en el propio proceso electivo de los candidatos. Abordar un proceso de primarias sin haber abordado antes los sistemas de comunicación de los partidos y su organización interna no puede llevarnos a ningún otro sitio que a perpetuar esos viejos vicios de que hablábamos en el anterior artículo, a lo más con un cambio en el cartel electoral que puede ilusionar a la sociedad el día de las elecciones y llevarla al desencanto antes de los cien días de gracia de rigor.
Para evitar eso, un verdadero proceso de primarias no puede estar ligado a una búsqueda de avales o de apoyos personales a un candidato. Decía en el anterior artículo que “El liderazgo se hace y no nace” y puede parecer un lugar común pero tiene mucha más miga de la que parece a primera vista puesto que las estructuras tradicionales de los partidos están mucho más enfocadas a liderazgos hereditarios que al mérito y la capacidad como elementos definitorios de ese liderazgo. Todos hemos conocido en nuestros respectivos partidos alevines de político que van escalando puestos en la organización por una especie de mandato divino sin que se les conozca otro mérito ni capacidad que su fidelidad inquebrantable al “régimen”. No quiere decir esto que luego algunos de ellos no sean excelentes políticos y acreditados estadistas, que los hay, pero la mayor parte de ellos no resultan otra cosa que “burócratas” de partido, que pueden ser perfectamente útiles para la organización pero auténticos espectros de cara a una sociedad que vive fuera del propio partido.
Un verdadero proceso de primarias debe centrarse necesariamente en el debate de las ideas y de las personas con ideas y para eso la primera labor que tienen que abordar las organizaciones políticas es abrir esos espacios de debate, mucho más allá del debate congresual de cada cuatro años sobre unas ponencias prácticamente cerradas y decididas desde los propios centros de poder de la organización, y de una forma dinámica y sostenida en el tiempo. Es lo que me gusta denominar como la “asamblea permanente” que tenga capacidad de adecuar el mensaje del partido a las circunstancias sociales que le rodean en cada momento y que, a su vez, sea capaz de ir descubriendo a esos líderes ocultos que todos tenemos en nuestra propias organizaciones.
Se trata de que el líder lo sea como representante de un liderazgo compartido y que emerja de forma natural en cada uno de los campos en que los afiliados de los partidos participan en la definición del mensaje político de la organización, de abajo a arriba.
Los líderes así creados serán mucho más capaces de conectar con la sociedad en cada uno de los campos de acción política que desarrollemos que los que solo son especialistas en su propia organización. Y es sobre estos y como culminación del proceso de debate sobre los que podremos organizar un proceso de primarias.
Ander Muruzabal