Leía el otro día el magnífico, como suele ser habitual por otra parte, artículo que publicaba en EL PAIS Daniel Innerarity, nuestro flamante último Premio “Príncipe de Viana” de la Cultura; [Enlace roto.] Y me quede con esta última reflexión que plantea en su escrito:
“Tras la crisis de los partidos estamos en la encrucijada de o bien hacer mejores partidos o bien ingresar en un espacio amorfo cuyo territorio será ocupado por tecnócratas y populistas, definiendo así un nuevo campo de batalla que sería todavía peor que el actual”
Daniel Innerarity
Y es verdad que los partidos políticos se encuentran en la actualidad en una encrucijada que no han sabido resolver y que puede llegar a poner en riesgo el sistema democrático.
Toda construcción social, y los partidos no son ninguna excepción, es fruto del tiempo en que le ha tocado nacer y desarrollarse y, en concreto, de las capacidades organizativas y de comunicación de que dispone, y las actuales organizaciones políticas son hijas del tiempo en que nacieron, con una organización piramidal y fuertemente jerarquizada y donde la comunicación era intermediada por los medios de comunicación profesionales y por las propias oficinas de prensa de la organización.
El desarrollo de las nuevas tecnología de la información, y en especial Internet, han cambiado radicalmente ambos ejes y asistimos a una época donde las organizaciones han variado su estructura hacia el trabajo en red y la comunicación ha sufrido una brutal desintermediación multiplicando el numero de agentes capaces de emitir y recibir mensajes sin intermediarios. Vivimos en una sociedad intercomunicada.
Los últimos sondeos de opinión electoral no hacen sino confirmar la desintegración de los partidos tradicionales y la ascensión de opciones populistas que contrariamente a lo que podía parecer no están basadas en nuevas opciones políticas sino en lo más rancio de las posiciones políticas que ya nos tocó sufrir en la primera mitad del siglo pasado y, en especial de las más totalitarias. Paradójicamente esa desintermediación de la comunicación en vez de producir un debate más democrático lo que está produciendo es la aceptación generalizada de los slogan como sustituto del discurso político, muy probablemente porque resulta mucho más fácil adaptar estos que el otro a los 140 caracteres de Twitter.
Si lo que ha llevado a las actuales organizaciones políticas al descrédito y el desinterés ciudadano es la desconexión de los centros de poder de los partidos con las preocupaciones sociales, incluso las de la propia afiliación partidista, las ventajas que tiene una sociedad intercomunicada no han servido para solucionar esa desconexión sino que han ahondado más la brecha entre la política organizada y el pulso social, al quedar esos centros de poder fuera del prisma de la comunicación, en un ejercicio de ombliguismo digno de mejor causa.
Así pues, la red se ha convertido en un vivero de “pequeños partidos temáticos” desestructurados capaces de llevar adelante iniciativas políticas concretas en un momento determinado y desaparecer del mapa político unos días después, demostrando una absoluta incapacidad para la gestión de lo público y para la construcción de programas políticos completos. Son lo que se me ocurre denominar como Trendings Topic Políticos, un día tienen millones de visitas y al día siguiente caen en el más absoluto de los olvidos. Un magnífico caldo de cultivo para lo peor del populismo.
Y como dice el propio Innerarity “tirar al niño con el agua sucia no parece una buena solución”.
De manera que la mejor manera de “conservar al niño” pasa por saber distinguir entre este y el “agua sucia” que le rodea, saber distinguir cuales son los valores y características de una organización política que son necesarias como garantía democrática de aquellas otras que resultan accesorias y que no son fruto mas que de vicios adquiridos en la acción política.
Al final, los partidos políticos no son entes abstractos creados por un poder ignoto y desconocido, son el cauce de participación política de que disponen los ciudadanos que libremente se adscriben a ellos en una sociedad democrática y son algo en tanto en cuanto tienen organización, un sistema de garantías, una idea concreta de cómo debe ser gestionada la cosa pública y un número suficiente de personas interesadas en participar conjuntamente de esa idea y esa organización.
Y es en esas características en las que deben ahondar las organizaciones políticas para ser esos “mejores partidos”.
Los partidos políticos van a tener que adaptarse a la sociedad en la que viven; con unos ciudadanos cada vez más formados, como no lo habían estado nunca, con más capacidad de tomar sus propias decisiones y más interés en hacerlo, y con infinidad de posibilidades comunicativas para debatir y difundir sus propias soluciones políticas. Los partidos que no aplanen sus estructuras políticas, en los que los centros de poder no están dispuestos a compartirlo y los que no se transformen en plataformas de debate y de trabajo en red, serán sustituidos por otros que si lo hagan.
Quedan pues dos tareas a abordar en esa necesaria transformación de los partidos y en ambas están llamadas a tener especial protagonismo las nuevas formas de comunicación; la organización del debate interno desde la propia democratización de las estructuras de partido, el liderazgo se hace no nace, y el desembarco de las organizaciones políticas en el prisma de la comunicación, no desde la “comunicación frontón” sino desde la participación, la escucha activa y la explicación.
No es probable que estemos asistiendo al fin de los partidos, eso sería bastante parecido al fin de la democracia, pero si que vamos a ver una profunda transformación en su organización fruto de la capacidad tecnológica y comunicativa que nos ha tocado vivir. El final llegará para aquellos que no hayan sabido transformarse a tiempo.
Ander Muruzabal