Ayer, la titular del Juzgado de Instrucción nº 3 de Pamplona emplazó a las partes a informar sobre la conveniencia de elevar al Tribunal Supremo la causa abierta por el cobro de dietas de la Permanente de la Junta de Entidades Fundadoras por apreciar indicios de cohecho y considerar necesaria la declaración de la Presidenta del Gobierno de Navarra en calidad de imputada para seguir adelante con la instrucción del caso.
Hoy es el día en que Yolanda Barcina protegida por el manto de aforamiento que recae sobre ella en calidad de Presidenta del Gobierno ha dejado clara su intención de seguir al frente del Gobierno de Navarra e, incluso, agotar la legislatura.
No voy a ser yo el que entre en disquisiciones legales sobre la diferencia entre una imputación y un encausamiento pero creo que Barcina tiene poderosas razones para dimitir al margen de esa sutileza y una sola para continuar; la impunidad.
Barcina accedió a la Presidencia del Gobierno Foral al ser investida con sus propios votos y con los del PSN, sin los cuales hubiera sido imposible esa investidura. Hace ya un año cuando destituyó a su vicepresidente rompió esa confianza que le había otorgado el PSN quedando en minoría en el Parlamento Navarro, perdiendo la legitimidad parlamentaria que le fue otorgada en la investidura.
Barcina accedió a la presidencia de su partido poco antes de las últimas elecciones forales casi por aclamación con la confianza unánime de su partido, confianza que ha ido dilapidando hasta el extremo de ganar el último Congreso de su formación con un pírrico 51% de los votos.
Barcina es la responsable, primero como presidenta de la Comisión de Control, y luego como Presidenta de la Junta de Entidades Fundadoras encargada de la supervisión y control de una Caja Aforada con más de 100 años de existencia y herramienta fundamental del autogobierno navarro de la perdida patrimonial de la CAN, casi 1000 millones durante el tiempo que fue su responsabilidad individual o compartida, y de su desaparición y venta posterior.
Barcina es la única presidenta autonómica o foral en la historia de la democracia española que ha conseguido unir a la mayoría absoluta del Parlamento de cuya voluntad depende su propia legitimidad y donde realmente reside la voluntad democrática de los navarros, exigiendo su dimisión.
Barcina ha conseguido llevar a su partido a las expectativas electorales más bajas en los últimos 25 años de su historia, debido a una gestión nefasta basada en la dejación del autogobierno navarro y el seguidismo absoluto y acrítico de las políticas estatales del PP, convirtiendo su fuero y autogobierno en un florero decorativo y dinamitando unos servicios públicos considerados otrora ejemplares y alcanzando unos niveles de paro insostenibles.
Barcina pone en riesgo la credibilidad de la institución que preside, su propio cargo y la de toda la sociedad Navarra que no se merece ver el paseillo judicial de los representantes de sus más altas instituciones, día si, día también.
Se puede gestionar mal, perder la confianza de la ciudadanía, del Parlamento o de su propio partido, se puede incluso renunciar a tu propia identidad o arruinar tu propio patrimonio, pero lo que no se puede hacer es todo eso a la vez y seguir aferrada a un cargo con la vana esperanza de que la judicialización de su caso le sea más favorable en otras instancias superiores y, probablemente, mucho más lentas.
Pero, sobre todo, Barcina debe dimitir por coherencia…
Como decimos en Navarra “la mentira tiene las patas cortas” y en estos últimos 35 años ya hemos oído suficientes…
Ander Muruzabal