Cuando a mediados de los años 90 se empezaron a vislumbrar las primeras potencialidades de la tecnología para cambiar las Administraciones públicas y se diseño el concepto de e-government, los primeros que trabajamos en aquellos conceptos desde la propia administración teníamos una idea muy clara; la tecnología nos iba a permitir cambiar el punto de vista de la labor de la administración pública. Los procesos administrativos ya no serían nunca más el resultado de las necesidades propias de la burocracia sino que serían fruto de las necesidades de los consumidores potenciales de los productos y servicios administrativos, los ciudadanos, y ello con dos resultados potenciales la simplificación del acceso a los mismos y la economía de escala que supondría la participación del propio ciudadano en la fabricación del proceso administrativo.
En un momento determinado pudimos vislumbrar la desaparición definitiva de las ventanillas y del “Vuelva Ud. mañana”.
Ha pasado más de una década desde entonces y si es verdad que se han conseguido avances significativos, no podemos más que calificar de rotundo fracaso la consecución del objetivo del e-government; la administración sin papeles. Y ello se puede achacar a dos motivos fundamentales:
- Volvimos a empezar por donde no era. Insistimos en anteponer las necesidades administrativas de control; Bases de datos únicas, Información para dirección y ventanillas únicas (virtuales o no), lo que nos obligó a macroproyectos homologables e interrelacionados, jerárquicos en una palabra, posponiendo el verdadero interés del ciudadano: la resolución inmediata de su necesidad. Sacrificamos la simplicidad en aras del control y creamos una nueva clase administrativa; la burocracia tecnológica.
- Planificamos a largo, fruto de la complejidad de los planes, y de manera estática dando por hecho que la tecnología se mantendría estable durante un tiempo utilizable. Error, la tecnología nos volvió a pasar por encima y a día de hoy aún estamos enredados con soluciones cuando menos obsoletas.
Pero la irrupción de las nuevas tecnologías, en especial las de trabajo en red, tienen un componente político que jamás tuvo el e-government. Con lo que se ha venido en denominar Open Government no solo estamos en condiciones de lograr la modernización administrativa desde criterios de simplicidad, flexibilidad y economía de escala, sino que podemos llevar adelante otro proceso mucho más ambicioso; la socialización de la administración, no solo en cuanto a productos y servicios sino en cuanto a participación política dela ciudadanía. Yano solo estamos hablando de reforma de la burocracia sino que estamos hablando de la reforma de la democracia representativa y su paso a la democracia participativa, y si nosotros también podemos; Yes We Can…
Si algo nos ha aportado el15 M, la spanish revolutión, al margen de su discutible mensaje ideológico, es la visualización de un foro político que estaba ahí y con el que nadie contaba; Internet. Con capacidad de debate, generación de ideas y capacidad de convocatoria.
¿Existen hoy muchos partidos políticos al uso que puedan decir tal cosa?
Hoy tenemos la oportunidad de abordar un verdadero proyecto de Open Government en Navarra y eso debería implicar el abordaje de una serie de tareas que cambien la perspectiva del ciudadano de su Administración. Y las tareas a abordar para “crear” ese Open Government son claras:
- Transformar los “escaparates” web estáticos de la administración pública en foros de debate social. Cambiándolos por plataformas de comunicación con la ciudadanía.
- “Escuchar” a las redes sociales. Ya no vale con esperar a que el ciudadano nos cuente sus iniciativas o inquietudes sino que hay que acudir a los foros donde se intercambian esas opiniones.
- Dotar de la mayor “transparencia” a la información pública. Un ciudadano capaz de participar debe ser un ciudadano informado.
- Fomentar el trabajo en red y colaborativo entre los propios trabajadores de la administración, “explotando” al máximo el capital humano de las administraciones públicas. Esto último requerirá un importante esfuerzo organizativo capaz de horizontalizar estructuras y tecnológico para dotarla de herramientas que permitan la colaboración, la gestión del conocimiento y el trabajo en red
Y todo ello sin olvidar los objetivos fundamentales:
- Transparencia
- Flexibilidad administrativa
- Participación ciudadana.
- Promoción del territorio.
Como cada cuatro años, cada vez que se inicia un nuevo ciclo legislativo, estamos ante una nueva oportunidad de implantar objetivos de Open Government y dar ese salto cualitativo. Es una magnífica oportunidad para la regeneración política pero sobre todo para que la ciudadanía no nos vuelva a adelantar, de ser capaces de caminar en paralelo.
Ander Muruzabal