Contrariamente a lo que se ha dicho estos días por ahí, y a lo que se dijo en Navarra en Agosto de 2007 antes de que se consumase la “pepiñada”, nombre mucho más apropiado que el de “agostazo”, entre otras cosas porque el mes no tiene la culpa y porque visto lo que se va a ver en Euskadi se trata de la misma jugada, yo creo que la legitimidad para gobernar no la tiene quien saca un mayor número de votos o escaños en las elecciones, sino quien es capaz de articular mayorías de gobierno capaces de ofrecer un programa coherente y un proyecto de gobierno para el país.
En lo que no creo, y no he creído nunca, es en el reparto de poltronas y el cambalache de espaldas al electorado que es exactamente lo que pasó en agosto de 2007 en Navarra y lo que va a pasar en Euskadi si la coherencia y el buen criterio no se imponen a las ansias de poder de Patxi López (pongan aquí también Miguel Sanz) y al afán conspirativo de ese personaje siniestro que algunos llaman Pepiño y otros José Blanco, a la sazón secretario general del PSOE, brazo ejecutor y cara oscura del inefable ZP.
Y me explico. Si Patxi López es capaz de articular una mayoría de Gobierno con el PP y con UPyD y esa mayoría es capaz de consensuar una acción de gobierno coherente que sea capaz de sacar adelante este país y hacerlo avanzar, sea lo que sea lo que entiendan por hacer progresar Euskadi gentes como Basagoiti, Rosa Diez o el mismo Patxi López o quien los teledirige desde Ferraz y Génova, y lo hacen y se involucran en ese proceso, creo sinceramente que tienen la legalidad y la legitimidad para hacerlo, y que lo único que se les podrá echar en cara es el engaño o la ambigüedad del mensaje electoral de Patxi proponiéndose a si mismo como el candidato de la distensión, el único capaz de acabar con el frentismo.
Por el contrario, si lo que se propone hacer Patxi López es asegurarse la Lehendakaritza, con los votos de los antedichos gratis y sin compromiso alguno de gobierno, para afrontar la legislatura con el apoyo parlamentario del PNV obligado por dotar de estabilidad a las instituciones vascas que tanto a costado construir y por la necesidad de mayorías amplias que garanticen las medidas adecuadas para afrontar la crisis, López estará cometiendo un auténtico doble fraude electoral, encabezando un gobierno que responde a unas políticas que no le son propias y sustituyendo al que la ciudadanía había dotado de legitimidad para liderar esas políticas y prostituyendo el sentido del voto de quienes votaron al PP o UPyD que acabarán siendo los responsables de un gobierno socialista basado en un programa nacionalista.
Este doble mortal con tirabuzón y medio, que puede parecer novedoso en el escenario político español, no lo es. Es exactamente el resultado que produjo en el Gobierno de Navarra la “Pepiñada”. Es verdad que aquí acabó en el gobierno el candidato de la lista más votada, o de la que fue más votada en aquellas elecciones algo que a día de hoy resulta indemostrable, pero es que en Navarra si que era posible articular esa alternativa de gobierno que respondiese a la demanda sociopolítica de los ciudadanos expresada en las urnas. De hecho se pacto un programa de gobierno, que luego fue sustituido con la peregrina excusa del interés electoral de ZP en España, por una abstención que entronizó nuevamente a Sanz, en lo que podía parecer un ejercicio de responsabilidad dado lo ajustado de los números.
Pero, hete aquí, que con los meses nos hemos ido dando cuenta del calado de la operación y en que estrategia se enmarcaba, impagable el video de Sanz explicando a una epatada audiencia la estrategia del “quesito”.
Porque lo que se produjo en Navarra, también fue un doble fraude electoral, sustituyendo en el gobierno a una mayoría sociopolítica perfectamente articulada y con un programa de gobierno consensuado y estable, por un gobierno en minoría sin el respaldo de los electores, y además prostituyendo los votos de la gente del PP, que fueron defenestrados de UPN para posibilitar el acercamiento a ZP, propiciando un gobierno de quien les llama traidores y tránsfugas, y además cimentado en pautas marcadas por los socialistas.
Y la pregunta es ¿Qué es lo que tienen la CAV y la CFN en común para merecer este “trato” tan especial por parte de los dos tiburones de la política española?
Yo tengo mi respuesta…
Ander Muruzabal