Si algo tiene de innovadora la ruidosa irrupción en la vida política española de ZP no es su ideología, ni su forma de gobierno, ni siquiera su “interés” social, la novedad del socialismo zapaterista, no confundir con zapatista, es la falta total y absoluta de conexión con la realidad y la carencia de un discurso político digno de tal nombre. ZP es “gesto”, es “comunicación”. Si algún incauto pensaba que lo de las “cejitas” no pasaba de ser una gracia electoral de apoyo a su programa, no ha tardado mucho en darse cuenta de que era el mensaje electoral en si mismo. Zapatero no vende política, se vende a si mismo.
Zapatero pasará a la historia como un innovador político, pasará a la historia por haber avanzado un paso más en la desideologización de la política. Si la Revolución francesa se baso en los principios de libertad, igualdad y fraternidad, la “revolución zapaterista” pasa por los principios de demoscopia, marketing y gesto. No importa lo que hagas o lo que dejes de hacer, lo importante es hablar de lo que la gente quiere hablar, llegar al subconsciente del electorado. No importa ni la Guerra de Irak, ni el matrimonio homosexual ni la memoria histórica, lo que importa es que se hable de ello, para lo que ha contado con la inestimable ayuda de un PP que lleva seis años sin verla y de la jerarquía católica que lleva en ello veinte siglos.
¿Qué Presidente de Gobierno hubiera podido soportar el no poder ofrecer como balance de gestión más que la retirada de mil soldados de Irak a cambio de mandar siete mil a Afganistán, la legalización de una forma de relación familiar que socialmente estaba mucho más que aceptada y la aprobación de una Ley de Memoria Histórica que no tiene ninguna intención de aplicar, como así lo demuestra el hecho de que es el mismo Fiscal General del Estado quien ha parado las primeras actuaciones judiciales en cumplimiento de la citada Ley?. Porque, a parte de eso ¿Alguien recuerda alguna otra acción de gobierno de Zapatero?
La izquierda española ha evolucionado notablemente en estos últimos años, y desde el “programa, programa, programa…” de Julio Anguita, de la propuesta concreta de acción de gobierno, al cambio difuso de ZP, que lo mismo sirve para un roto que para un descosido, media el abismo de las convicciones. Zapatero es un cascarón vacío, un puro ejercicio de marketing, comunicación e imagen, basado en marcos, en percepciones; paridad, no a la guerra, memoria histórica… no son más que conceptos ambiguos más destinados a alimentar tertulias radiofónicas que políticas concretas o ideas de gestión.
Ya son cinco años de gobierno de ZP, ¿Y de que hemos hablado todo este tiempo? ¿De economía? ¿De salud? ¿De educación? ¿De modelo territorial?. NO, hemos hablado de no a la guerra mientras España vendía armas a todo el que pudiera pagarlas, de memoria histórica siempre que no nos acordásemos demasiado, de la consideración legal del matrimonio civil, de las habilidades dialécticas de Maleni, del Ministerio fantasma de la Aido, de la puntería de Bermejo, de los espías madrileños o de los calcetines de la Espe…
Y eso, y no otra cosa, nos ofrece Patxi López para Euskadi, su programa electoral no es más que una sarta de vaguedades generalistas que lo mismo firmaría Izquierda Unida que el PP, su vagaje personal, su experiencia de gestión y su formación política son bien conocidas por todos y no es ahí donde reside o puede residir su fuerza. Su fuerza reside en el mensaje de cambio, ese cambio que nadie sabe muy bien exactamente que es lo que es, pero que tiene cierta capacidad de llegada en una sociedad donde llevan treinta años gobernando los mismos, al margen de la positividad o negatividad del balance de gobierno que puedan presentar. Y ese es el peligro que corremos en estas elecciones, votar palabras, votar gestos, en vez de votar acción de gobierno, en vez de votar políticas concretas.
Es verdad, y no lo podemos negar, que el buque de la reforma estatutaria, el buque de la consulta, el buque soberanista ha naufragado, entre la incomprensión, la falta de miras de algunos y la sinrazón etarra, pero, principalmente, ha fracasado porque no respondía a una demanda generalizada de los vascos, de todos los vascos. Y es verdad que se han dilapidado demasiadas energías en algo, que si bien era legítimo, no estaba entre las inquietudes sociales más acuciantes, y mucho menos ahora.
Pero esta legislatura también ha tenido cosas positivas, mal que bien se ha avanzado en completar el puzzle estatutario, las políticas sociales han ido en Euskadi por delante de las del estado, así como la evolución económica. Euskadi es cada día un país más consolidado, falta mucho camino por recorrer pero estamos en él.
Frente a esto está la alternativa del cambio, y es lícito verlo como algo positivo, pero para los que sientan esa tentación, desde este rincón de Navarra desde donde escribo también podemos aportar algunos datos de valor. Cambio, rebajar la crispación, cohesionar la sociedad, en Navarra deciden los navarros, ese era el mensaje del PSN en las elecciones navarras -¿Suena?- y ese cambio se produjo, no para Navarra, para ellos que dejaron de ser oposición para acomodarse en los aledaños del poder.
El día 1 no debemos olvidar que el gobierno de los “otros” vascos no se decidió en el Paseo Sarasate, sede parlamentaria, o en Carlos III, sede de gobierno, sino en un restaurante de Madrid donde había muy pocos navarros, y por no estar, no estaban ni los propios socialistas navarros.
Ander Muruzabal