ARTE EMERGENTE, QUE NO DIVERGENTE

El pasado fin de semana, desafiando las gélidas temperaturas, decidí visitar la muestra Pamplona Jóvenes Artistas 2014 en la Sala de Armas de la Ciudadela (para quien no conozca la capital navarra un espacio único enclavado en el corazón de las murallas de la ciudad). En total se muestran 32 trabajos de 27 autores realizados con diferentes técnicas entre las que predominan, como siempre en estos casos, la fotografía y la instalación. Sin entrar a valorar la calidad de los trabajos, algo que ya ha realizado un jurado especializado con mayor o menor acierto, me reencontré de nuevo con la misma historia que he vivido este año en Madrid, Valencia o Gijón.

Mirror. Laura Delgado. 2014
Mirror. Laura Delgado. 2014

Por una parte, las fechas asignadas a la muestra son realmente ajustadas. Teniendo en cuenta que la sala cierra los lunes, la exposición es visitable 21 días. En horario de martes a viernes de 18 a 20.30 horas, sábados de 12 a 14 y de 18 a 20.30, y domingos y festivos de 12 a 14 horas. No pestañeen que se la pierden.

Por otra parte, el diseño de la exposición y, por extensión, la distribución de las piezas, da la sensación de haberse realizado sin oficio ni beneficio. A no ser que el beneficio consista en que el público se sienta perdido nada más entrar en la sala. Ausencia de información sobre los autores, cartelas insuficientes o piezas de video castigadas en un rincón de la sala junto a los sofás de descanso. No me entiendan mal. No creo que esto sea exclusivo de Pamplona sino propio del trato que este país da a los artistas no consagrados. Al visitar estas muestras tiene una la sensación de oír algo así como: bastante hacemos dándoles ayudas a la creación como para gastar en diseño expositivo.

Suele decirse que un país que no cuida de su infancia no tiene futuro. La infancia del arte contemporáneo son sus artistas jóvenes o emergentes, como gusta ahora denominarlos. Tras años de declive y aniquilamiento cultural no deja de sorprender que los jóvenes se sigan matriculando en las facultades de bellas artes, escuelas de arte, cine o música. Pero es que a veces olvidamos que el arte no se elige, te elige. Y ellas y ellos han sido elegidos.

El mérito de estos jóvenes es enorme ya que su trabajo diario no sólo consiste en desafiar a su propio yo en busca de inspiración sino que en paralelo deben embarrarse en un sinfín de concursos, premios y becas que no sólo traen consigo un agotador papeleo sino que ofrecen recompensas económicas en forma de migajas presupuestarias. No olvidemos que estos artistas serán una parte importante de nuestro tejido cultural. Por ello, principalmente por ello, no vale sólo con ofrecerles pequeñas ayudas sino que hay que cuidarlos, mimarlos, valorarlos y, sobre todo, apoyarlos. Publicar un libro de poemas, subirse a un escenario para arrancarle notas a una guitarra o pintar un cuadro no son sólo gestos de creatividad sino verdaderos ejercicios de valentía.

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Transilvania. Amaia Molinet. 2014

Los artistas emergentes necesitan ayudas más estables, espacios expositivos más cuidados, instituciones que difundan su trabajo más allá de la propia inauguración, comisarios que les ayuden a construir un discurso, proyectos educativos que incluyan sus trabajos y, en definitiva, cualquier cosa que les ayude a avanzar, mejorar y crecer. Los artistas jóvenes no trabajan de espaldas a su entorno y sociedad sino que lo hacen desde, por y para ella. Podemos denominarlos artistas emergentes pero no les tratemos como artistas divergentes.

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El Cid. Xabier Barrios. 2014

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PD: No quiero perder la oportunidad de felicitar por su trabajo a todas y todos los artistas representados en la muestra deseando que en el 2015 sigamos hablando de ellos. Gabriel Pout Lezáun, Agustín Bobo García, Naikare Oneca Navarra, Amaia Molinet Dronda, Amaia Molinet Dronda, Andrea Jaurrieta, Javier Arbizu Martínez, Mendía Echeverría Ayúcar, Iranzu Sanzo San Martín, Artzai Jáuregui Solano, Laura Delgado Guillén, María Azcona Reta, María Del Rincón Yohn, Clara Maya Bidegáin, Salvador Arellano Torre, Aloha Lorenzo Irisarri, Maitane Azparren Gurpegui, Jokin San Martín Loyola, Eduardo Pèlach Alonso, Ariane Artika Legarra, Nanda Gamarra Valencia, Ana Lacruz Mozaz, Alba Armendáriz Álvarez, Carlos López Cumplido, Ángela Díez Prieto, Iosune Sarasate Azcona y Xabier Barrios Elcid, gracias por seguir peleando por vuestros sueños que son también un poco nuestros.

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CECI N’EST PAS UNE PIPE

En 1929, René Magritte realiza una serie de pinturas conocida como “la tradición de las imágenes” de la cual su pieza más famosa sea probablemente “Esto no es una pipa”. En ella desafía al espectador a reflexionar sobre la importancia de la imagen respecto a nuestro código real de lectura. En la composición vemos claramente una pipa pero Magritte nos dice que no puede decir que lo sea porque nos estaría mintiendo. La imagen no es un objeto sino la proyección mental del mismo. Todo empieza y acaba en nuestra mente.

Casi cien años después, la mayoría de la gente sigue buscando en la obra de arte una relación directa, clara y objetiva entre título y obra. Una solución al puzzle. Una verdad sin fisuras. Si la historia del arte ya ha asumido que el espectador funciona como vector de la obra y no como mero observador, ¿por qué nos sigue costando tanto ser más libres, más abiertos y, sobre todo, más generosos en nuestra mirada? Porque seguimos sin comprender que el arte no es un escenario exclusivo del artista sino que constituye una forma de entender la vida, nuestro entorno y nuestras relaciones.

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René Magritte. 1929. Óleo sobre lienzo. Los Angeles Country Museum of Art.

En el momento en que dejemos de limitar nuestras experiencias a frases tan alienantes como: ¿Quién lo ha hecho?, ¿por qué?, ¿qué quería decir con ello?, y pasemos a preguntarnos: ¿qué siento?, ¿en qué pienso al observar esto? o simplemente, ¿cómo me encuentro ante esta obra?, nos habremos acercado un poquito más a la realidad del arte.

Muchas veces me he preguntado por qué me dedico al arte. Y sobre todo por qué me relaciono con el arte de la manera en que lo hago. Todo en mi vida tiene un punto surrealista y creo que eso me hace más comprensiva. Cuando tenía tres años y empezaba la aventura de aprender a hablar mi relación con el lenguaje ya era peculiar. Al periódico lo llamaba il pirioco, al paraguas la cuadrada, a los macarrones ladrones y, no me digáis que esto no es no es puro Magritte, al triciclo el botijo.

Con 6 años empezaba a descubrir el mundo. Recuerdo un viaje en tren Bilbao-Valencia en el que con mi pequeño dedito iba dibujando en el aire distintas cosas ( ante la mirada de incomprensión de mi pobre madre) y a la vez, me inventaba conversaciones entre los palos de los postes de electricidad que para mi tenían claramente forma de personas.

Historia cumbre de mi niñez es ese día en que, con nueve años, la profesora de plástica nos dice que ese mes vamos a aprender a dibujar con temperas por lo que tenemos que traer de casa un objeto que nos parezca especialmente bonito. Al día siguiente, me presento orgullosa con un botellín de Heineken (puedo oír las risas de algunos desde aquí). Puro Warhol. Lo sé.

Ya en la universidad, mis excentricidades se perfeccionaron. La más sonada era mi forma de tomar apuntes. Ideé una técnica por la que combinaba texto con dibujos varios que representaban palabras y expresiones. Lo mejor de todo es que ningún compañero me pedía nunca prestados los apuntes.

Dicho esto, no pretendo contaros mis rarezas para justificar mi relación con el arte sino para ayudaros a comprenderla. Sin necesidad de pintar, cantar o escribir especialmente bien mi vida siempre ha estado relacionada con el arte porque he vivido y vivo con imaginación, creatividad y libertad. ¿Acaso no consiste en eso el arte?

Me gustaría que este espacio sirva en un futuro para liberarnos de nuestros convencionalismos y sentir que el arte es de todos y sirve a todos. Recordando así que de la misma forma que oír no es lo mismo que escuchar, tampoco ver es lo mismo que mirar. Sólo en el momento en que decidamos ampliar nuestra mirada hacia el arte empezaremos a comprenderlo y a sentirlo.

Mirar significa imaginar. Mirar significa leer. Mirar significa recorrer. Mirar significa ver más allá. Mirar significa intervenir. Mirar significa no poder mirar. Mirar significa actuar. Mirar significa participar. Mirar significa lo que tú quieras que signifique.

Espero poder compartir mis miradas en este pequeño espacio que como sabéis “No es un blog”.

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