ARTE Y TECNOLOGÍA. DEMASIADO LEJOS PARA ESTAR TAN CERCA

 

Cuando inicié este blog me dije a mi misma que no realizaría crítica de arte al amparo de las exposiciones que tengo, puedo o quiero visitar. Ya hay demasiada gente que lo hace, y la mayoría infinitamente mejor que yo. Pero lo que sí me propuse, y os propuse, es contaros mis experiencias desde dichas muestras porque reflexionar sobre lo vivido en propia carne es siempre un sano ejercicio.

El pasado viernes fui invitada a asistir a Abierto Valencia, evento organizado por LaVAC, con motivo de la inauguración conjunta del principio de la temporada artística de las galerías que forman parte de la asociación. Admito que no suelo asistir a este tipo de actos pero además de la vinculación personal que me une a la ciudad, gracias a algunos de esos amigos que si no existiesen en tu vida soñarías con crear, presentaba su último trabajo Solimán López, artista al que conozco desde hace tiempo, del que ya os he hablado en este blog, y con quien he diseñado algún proyecto.

José Antonio Orts
José Antonio Orts

La exposición de la que os quiero hablar se presentaba en la mítica Galería Punto bajo el sugerente título de A.N.T Arte y Naturalezas Tecnológicas. La propuesta se ha hilvanado con sumo cuidado reuniendo en el mismo escenario a artistas de distintas generaciones. La función comienza con la sutil narrativa de José Antonio Orts (Valencia, 1955) y esos  frágiles objetos de luz y sonido cuya débil estructura hacen tener la certeza de que estás ante un creador ya clásico. Una obra tan personal como poética.

Bosch&Simons
Bosch&Simons

Compartiendo generación se encuentra el trabajo de Bosch&Simons(Amsterdam, 1958 -1961). La pieza presentada, titulada ¨Último Esfuerzo Industrial¨, se inició en 2012 con un concierto en el Sporting Club Russafa, Valencia, dentro del festival Nitsd´Aielo i Art y supone un ejercicio en el que se mezcla la melancolía por los primeros futuristas, registrando ruidos mecánicos junto con el mejor arte sonoro actual mostrando las interferencias generadas por radiofrecuencia causadas por la modulación por ancho de pulsos (PWM) que emplean los reguladores de frecuencia de los motores. Y son justamente estos motores, ese acabado de piezas entre moderno y rudimentario lo que da a la pieza cierto carácter historicista.

Hugo Martínez-Tormo
Hugo Martínez-Tormo

Como entreacto se puede disfrutar de Hugo Martínez-Tormo (Valencia, 1979) y Rafael Lozano-Hemmer (México, 1967). El primero, parte de un ejercicio básico de carácter conceptual recogiendo una simple botella que museabiliza al colocarla a modo de escultura en la propia galería. Pero el formato ready-made se torna tecnológico al pasarlo por el filtro de una impresora 3D. La máquina hace que tomemos conciencia sobre la actitud bulímica del usuario al utilizar la reproductibilidad de la tecnología sin reflexión ecológica alguna.

Rafael Lozano-Hemmer
Rafael Lozano-Hemmer

El segundo, entiendo que marcado por sus orígenes y, por qué no decirlo, también por pertenecer a una generación de corazón crítico, nos habla del oscuro episodio de la tragedia ocurrida en Ayotzinapa, Guerrero, México, el 26 de marzo de 2015. El rostro de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Vargas” aún desaparecidos “ayudan” a construir un programa, creado a partir de un software gratuito, que utiliza algoritmos de reconocimiento facial para intentar encontrar a los estudiantes desaparecidos entre cada espectador de la obra. Un trabajo crítico, intenso y perturbador que da cierto sentido al uso indiscriminado de las cámaras de seguridad en nuestra sociedad. Un gran trabajo que se perdía entre las risas y sensación de fiesta de los presentes.

21425905261_c4e072811f_bLa muestra se cierra con la presencia de dos artistas aún jóvenes aunque en modo alguno emergentes como algunos se empeñan en describir a creadores que ya tienen una edad y un recorrido vital con la suficiente fuerza y contenido como para generar debate. El primero, Enrique Radigales (Zaragoza 1970), descontextualiza desde un minucioso trabajo el concepto de paisaje realizando un “googleado” a partir de la palabra “landscape”. La búsqueda se traduce en infinidad de imágenes que componen cartografías del pasado y del presente. El resultado no es utilizado por el artista para reconducir de manera irónica y lúdica las búsquedas hacia una nueva imagen, tal como nos propone el gran Joan Fontcouberta en su Serie “Googlegrames”, sino que enlaza con la tradición pictórica y muralista al reunirlas, remezclarlas y reproducirlas en doce metros de papel Hahnemühle impresos en tinta pigmentada
y pintados con acrílico. Un resultado de gran potencia visual que resulta sin duda la pieza más sencilla de asimilar por el espectador.

Solimán López
Solimán López

El último y el más joven del grupo, Solimán López ( Burgos, 1981) presenta un trabajo tan exquisito en su producción como complejo en sus lecturas. La factura de sus piezas tiene un acabado tan perfecto como las ensoñadoras pieles de las modelos recién pasadas por el filtro del photoshop. Sin embargo, su objetivo poco tiene que ver con la estética puesto que el recorrido creativo desvela un profundo carácter conceptual cargado de referencias históricas. Encontramos en sus trabajos el “Ruido secreto” de Duchamp, las “Cesiones de zonas de sensibilidad”de Yves Klein, e incluso las sutiles y provocadoras “Granadas de mano” de Susan Hillier. Todo está ahí pero no lo vemos porque el artista no vende una obra sino la promesa de una obra, reuniendo a través de diversos dispositivos tecnológicos información artística veraz o manipulada que muestra un juego de cambio de roles. ¿Qué vende el artista?, ¿Qué compra el coleccionista?, ¿Qué compras?, ¿Qué vendo?, ¿Qué es cierto?, ¿Qué es falso? ,¿Quién controla a quien?, ¿Quién tiene el poder? ¿Quién dice la última palabra? El arte como repositorio de una verdad que hoy más que nunca resulta casi imposible de descifrar “gracias” a las innumerables trampas que nos ofrece la tecnología.

Y es precisamente la sensación de trampa la que me hizo reflexionar la semana pasada al hilo de dicha exposición. Al recorrer la galería observaba y escuchaba a los invitados. Cierto es que una inauguración no es el mejor momento para hablar de arte ya que el vino, las presentaciones, las sonrisas tan veraces como fingidas, y el agotador postureo propio de este mundo que en ocasiones es mejor definir como “mundillo” no ayudan a pensar. Pero creedme si os digo que algunas y algunos lo intentamos (vino en mano incluido). ¿Y cuál es mi veredicto respecto a las reacciones de la gente? Pues que en su mayoría se sentían completamente perdidos.

Solimán López
Solimán López

En este punto, podríamos volver al agotador debate sobre la incapacidad del arte contemporáneo para conectar con el público general. Pero la realidad es que no estamos hablando de un público al uso sino de gente que no sólo está habituada a consumir arte contemporáneo sino de personas que trabajan en el mundo del arte. Lo que más me llamó la atención es que el acertado gesto del galerista por mostrar artistas de distintas generaciones como certificación de que la tecnología tiene ya un largo recorrido en la contemporaneidad del arte no se correspondía con la aceptación general de esas mismas generaciones entre el público.

Los más mayores se sentían cómodos ante la obra de Ors ya que la reconocían como habitante permanente de museos y exposiciones, y celebraban la calidad del trabajo de Radigales ante la calma que les producía observar un papel pintado ya que aunque la mano ejecutora hubiese sido una impresora la realidad de lo pictórico seguía viva.

Los más jóvenes sonreían ante el trabajo de Hugo Martínez-Tormo porque trabajar desde una botella tiene ese punto pop que sigue resultando divertido cuando su trabajo presenta un tema de enorme actualidad y que bien merece una pausada mirada. Y por supuesto se sentían fascinados ante el alarde tecnológico de Solimán López pero ninguno interactuaba o reflexionaba sobre las piezas, solo se mostraban seguros ante “objetos” que reconocen como suyos en el día a día ( pendrives, discos duros, tarjetas de memoria, etc.) y que curiosamente atrapaban en selfies que daban la espalda a la propia tecnología. La belleza de las piezas hacía olvidar su verdadero contenido como si de una caja de música se tratase que de tan bella por fuera nos hiciese olvidar la melodía que alberga dentro.

Cuando hablamos de la relación entre público y arte casi es fácil admitir que la inmensa mayoría disfruta sin problema del arte clásico, se siente cómoda ante el arte moderno y casi nunca entiende el arte contemporáneo. Sin embargo, el pasado viernes vino a mi cabeza una nueva clasificación: el público (y entre ellos incluyo a los profesionales del arte) que disfruta, se siente cómodo y entiende el arte contemporáneo pero no comprende ni siente suyo el arte tecnológico.

No es función de una galería de arte hacer pedagogía (bastante valentía ha demostrado Galería Punto al aportar por estos artistas) pero tampoco está de más perder el miedo a acercarnos al inicio del camino. Pequeños textos de pared que nos regalen referencias a las que agarrarnos, sencillos avisos que nos permitan comprender que esa pieza no sólo se puede sino que se debe tocar porque de otra forma tan sólo es un bonito objeto colgado de una pared, entrevistas a los artistas que podamos descargar en sencillos formatos para escucharlos más allá del día de la inauguración, y muchas otras pequeñas herramientas narrativas que no sólo no van a restar credibilidad al trabajo presentado sino que lo van a reforzar. No hablo de herramientas que ayuden a un público general sino también al comisario, al coleccionista o al técnico de museo que puede que en cualquier momento, fuera de los fastos inaugurales, visite la muestra.

El arte tecnológico no es una isla ajena al resto del arte, es un punto más de la línea. Pero esa línea la tenemos que construir entre todos y para ello es necesario entender que la tecnología aplicada al arte no debe encerrarse en un gueto. Puede que los artistas que trabajan en este territorio no sientan la necesidad de explicar su trabajo porque, ¿Cuándo ha necesitado el artista explicar su obra? Pero sí debe hacerlo aquel que la “pone en circulación”. Debemos encontrar un punto intermedio en el que el joven de veinte y treinta años no se aburra oyendo hablar de Duchamp, y el de cuarenta y cincuenta no bostece cuando le hablen de programación. Todas y todos estamos en el mismo barco por lo que no podemos seguir pensando que el arte tecnológico está demasiado lejos de nosotros estando tan cerca.

PD: más allá de mis reflexiones, opiniones o sensaciones no dejéis de visitar la muestra porque la calidad del montaje y de las piezas bien merece una atenta mirada.

*@aitziberurtasun

 

EL ARTE DE LA MEMORIA. ACCIONES COTIDIANAS

 

“El único camino es la transformación no violenta. No porque la violencia no nos parezca prometedora en un momento dado o para un objetivo particular. No violenta por principio, por motivos humanos, intelectuales, morales y socio-políticos.”

Joseph Beuys

2015-09-11 13.55.36Septiembre es ese mes en el que algunos lloran amargamente el fin del verano y otros celebran con alivio la llegada de las rutinas personales y laborales. Pero aunque parezca que entre esas dos posturas hay una enorme distancia, ambas tienen algo en común: la necesidad de poner orden a nuestras ideas y plantear nuevos proyectos en nuestras vidas. En mi caso, siempre es necesario establecer una limpieza mínima de mi zona de estudio con el único objetivo de utilizar una actividad tranquila y casi automática, como es ordenar papeles y libros, para que de forma inconsciente mi cerebro vaya encontrando lugar a todo el trabajo que se le viene encima.

2015-09-08 19.01.18La pasada semana, en medio del delirio por poner orden a todo lo que me rodea, encontré un objeto al que hace tiempo no prestaba atención: un televisor. << ¿Y qué hace esto aún aquí?>> – me pregunté. El aparato tiene más de 15 años y hace mucho, mucho tiempo que no funciona pero ahí seguía, agazapado y silencioso entre montañas de carpetas como diciéndome: yo también formo parte de tu vida. Y sobre todo, yo también formo parte de tu memoria. No lo olvides.

Mucho ha llovido desde que esta servidora decidiese independizarse. No sé realmente a qué edad sentí que necesitaba mi propio espacio, lo que si sé es que me fui de casa con veinte años. No fue ningún drama, no me vayáis a entender mal. Aunque reconozco que no fue una decisión fácil de asimilar por parte de mi familia, ya que yo no me mudé por tener que ir a estudiar a otra ciudad, porque me había echado novio o porque ganaba tanto dinero que había decidido vivir la gran vida. Simplemente necesitaba volar o al menos un espacio propio para batir las alas sin ser interrumpida. Como diría Carlos Salem: “Si hay que caer, que sea volado”

Los vuelos en primera son cómodos y espaciosos, pero en camarote hay que echarle valor e imaginación. Así que mi primer piso era escaso en comodidades pero siempre estaba lleno de energía y buena música. No había microondas, estaba prohibido encender la calefacción, no había cama, sólo colchón, no había armario, y no había televisor.

Por aquel entonces mi abuela ya estaba bastante enferma, por lo que no me podía visitar pero preguntaba a todos sobre cómo me encontraba en esa mi nueva casa. <<La casa parece un cuarto de lo pequeña que es pero al menos está al lado del mercado>> – decía mi tía. << La ha puesto muy mona para lo poca cosa que es >> -decía mi madre.  << Joder, ya me gustaría tener a mi un piso en lo viejo>> – decía mi primo. Y así unos y otros. Pero curiosamente, les gustase o no, todas las frases acababan de forma parecida: <<La pobre no tiene ni tele. >> Mi abuela, ante tal noticia (un autentico drama teniendo en cuenta que ella veía la televisión una media de 12 horas diarias) me llamó angustiada para decirme que se había enterado y que me quería ayudar. << ¿Ayudar a qué amama? >> -le pregunté. <<¡A comprarte un televisor hija! ¿A qué va a ser? >>

Fue imposible hacerle entender que la ausencia del televisor no se debía a mi escasa economía sino a que no me apetecía tener tele en casa. Al poco tiempo me llamo y me dijo que había hablado con el de la tienda de electrodomésticos del barrio para decirle que su nieta bajaría esa semana a elegir una tele y que luego ya se la pagaría ella. No crean que esto es una anécdota más, ya que dejando de lado el bolígrafo de la primera comunión, mi abuela nunca me había hecho regalos. Ni siquiera me daba la paga, algo que sí hacía con mi hermano ante ese alucínate argumento de: “Es que tu hermano fuma.” Por lo tanto, el televisor no simbolizaba tan sólo un pequeño gesto de afecto, sino una declaración de intenciones que en mi familia me acompañará todo vida: Una cosa es ser un poco rara y otra pasarse.

El televisor desembarcó en mi casa de forma tímida ante mi mirada inquisitiva y nos hicimos amigos, aunque nunca del alma, cuando me descubrió que me podía ofrecer algo que me fascinaba: el teletexto. Veía pocos programas pero esa pantalla llena de letras de colores que iba dándome información actualizada de las últimas noticias al tiempo que jugaba con los colores me parecía puro arte. A veces, me quedaba mirando la pantalla como si de una pintura abstracta en movimiento se tratase o como preludio, supongo, de la fascinación que siempre me han producido las piezas de net art, que puedo sentir pero rara vez entender. Aunque ya sabemos que pocas de las cosas que verdaderamente se siente resultan comprensibles. Toda pasión tiene su fin. Internet llego también a mi vida domestica y el pobre teletexto quedo olvidado como esos amigos que sabes que siempre están ahí pero que nunca llamas.

El televisor siguió haciéndome compañía e incluso ayudándome a evitar la compañía de algunos hasta que un día decidió no encenderse más. Mi abuela por aquel entonces ya había fallecido, por lo que no sentí la necesidad de sustituirlo por otro aunque, curiosamente, no conseguí tirarlo. Es sorprendente como los objetos adoptan nuestra piel y adquieren una carga de significado tan fuerte que su presencia puede alegrarnos el día o incomodarnos por completo. En ocasiones, sentimos la necesidad de deshacernos de ellos sin miramientos y en otras nos agarramos a la memoria que arrastran como si el objeto en sí fuese de alguna manera a devolvernos a esa persona ya ajena a nuestra vida.

Os lo confieso. Tras poner orden al despacho no he conseguido tirar el televisor. Sin embrago, he necesitado que ese objeto se transforme porque también la imagen de mi abuela se ha difuminado con el paso del tiempo. Beuys decía que no es el objeto lo que da significado a la obra de arte; es la experiencia del ser humano lo que le da sentido, no sólo al arte, sino también al mundo. Somos nosotros los que nos construimos desde nuestras experiencias y los objetos forman parte del juego. Por ello, decidí hacer lo que en origen me hubiese gustado hacer cuando ese objeto entro en mi casa. Romper su muro. Escarbar en su interior. Recordarle que no es un misterio, sino un objeto con tripas tan malolientes como las nuestras propias.

Al intentar romper la pantalla descubrí con sorpresa que el vidrio era más duro de lo que pensaba. De nuevo la imagen que se proyectaba ante mis ojos resultaba una estafa. Por eso hay que vivir la vida experimentando y no únicamente mirando. Es la única manera de saber de qué piel están hechas las personas y…los objetos. Una vez roto el cristal, el resto de la acción fue maravillosa. De repente descubrí que es más correcto decir televisión que televisor porque internamente es una concavidad completamente femenina. Refugio, fertilidad, hueco, luz, misterio….palabras y palabras que venían a mi mente siempre con sabor a mujer.

2015-09-11 13.55.07Por ello, y tras vaciar el interior por completo pensé que lo lógico era llenarlo de ellas, de sus miedos, de sus valentías, de sus provocaciones, de sus historias. Las tripas del televisor empezaban a tener sentido por primera vez porque con apenas veinte libros en su interior adquiría la capacidad de contarme más historias que en 10 años de programación televisiva. Coco Chanel, Simone de Beauvoir, Alice Munro, Kusama, Sylvia Plath… Mujeres muy diferentes entre sí. Mujeres con vidas distintas. Mujeres con inquietudes distintas. Pero en definitiva, mujeres fuertes como mi abuela, que siempre hizo lo que quiso, que siempre tuvo claro que hay que estar al lado de los tuyos pero sin olvidarte de cuidar de ti misma.

Y lo más bonito de la experiencia ha sido darme cuenta de que la transformación no ha anulado la presencia de mi abuela, sino que me ha dado la oportunidad de soñar con compartir con ella la sabiduría de todas esas mujeres que nunca tuvo la suerte de conocer porque apenas sabía leer ni escribir. La memoria de los que no están nos acompaña irremediablemente, nos guste o no, pero ello no quiere decir que no podamos hacer de ella un arte. El arte de repensarla, el arte de reconstruirla, el arte de seguir viviendo con ella.

 *@aitziberurtasun

LA CREATIVIDAD COMO EJERCICIO

“El tiempo es el instante de la creatividad”

José Antonio Sistiaga

Personalmente no creo demasiado en los calendarios. Siempre me ha molestado que me digan qué día tengo que trabajar, qué día es bueno para ir al cine, a qué hora me puedo tomar una copa o qué mes es el perfecto para escaparme a la playa. Pero una cosa es mi intento de anarquía y otra es la realidad de la vida. Y la vida, tal como la hemos construido, te obliga en la mayoría de los casos a ser esclava del calendario.

Por ello, al llegar septiembre se apodera de una ese vértigo del inicio del año (que no nos engañemos no arranca en enero sino ahora) y empiezas a revisar, ordenar y planificar todo el trabajo que te espera en los próximos meses. Y entre esas mil cosas por hacer me ha resultado curioso el hecho de tener que preparar ni más ni menos que tres cursos para distintos espacios sobre el mismo tema: la creatividad.manukleart-metodo-creatividad-verticalidad-1024x640

Y es que la creatividad como concepto está de moda. No sé si esto será una moda pasajera (como esperemos lo sea el aberrante palo selfie) o, por el contrario, estamos empezando a darnos cuenta de que ser creativos puede resultar de enorme utilidad para mejorar nuestra vida personal y profesional. No obstante, no creo que todos tengamos muy claro en qué consiste esto de ser creativos. Lo que sí tengo claro es que la mayoría relaciona la creatividad con el arte.

Sin embargo, la creatividad como escenario propio del artista-creador no se incorpora al lenguaje del arte hasta el siglo XIX. Durante más de mil años no encontramos rastro del concepto ni en filosofía, ni en teología ni en arte. Los griegos la ignoran, y los romanos, que para esto del arte eran muy suyos, sólo aplicaban el término para hablar del <<creator>> o fundador de la ciudad. Esto de construir carreteras y casas a diestro y siniestro no creáis que es algo tan nuevo.

En el periodo cristiano, el término creator, como no podía ser de otra manera en esos tumultuosos tiempos, se aplica exclusivamente al acto que Dios realiza creando el mundo a partir de la nada. Y es esta nada, más allá de lo religioso, la que supone una trampa para el concepto de creatividad ya que durante muchos años se afirma con rotundidad que para pintar un cuadro o modelar una escultura es necesario tomar como base esa naturaleza ya prefijada. Es decir, que el artista debe ser diestro no creativo porque no está inventando nada sino copiándolo.

El Renacimiento pondrá algo de luz a este desastre ya que los grandes filósofos y artistas de la época admitirán que la creatividad representaba un escenario de libertad e independencia en la vida del hombre. Es decir, que el hombre es creativo con independencia de los dones de Dios. Sin embargo, tal como nos describe Tatarkiewich en su famosa obra “Historia de seis ideas”, el concepto podía estar más o menos claro en sus cabezas pero definir un término tardo más tiempo. <<El filósofo Marsilio Ficino – escribe el filósofo polaco- dijo que el artista “inventa” ( excogitatio) sus obras; el teórico de arquitectura y pintura Alberti, que preordena (preordinazione); Rafael, que conforma el cuadro a su idea; Leonardo, que emplea formas que no existen en la naturaleza; Miguel Ángel, que el artista plasma su visión en lugar de imitar la naturaleza; Vasari, que a la naturaleza se le conquista por el arte; el teórico del arte veneciano Paolo Pino, que la pintura es “inventar lo que no es”; Paolo Veronés, que los pintores se benefician de las mismas libertades que los poetas y los locos; Zuccaro, que el artista configura un mundo nuevo, nuevos paraísos; y Cesariano, que los arquitectos son semidioses.>> Ya sé lo que estáis pensando. Efectivamente, está última parte de la cita aún no está superada.

Y a en el siglo XVIII, el término creatividad empieza a aparecer con más frecuencia en la teoría del arte unido a otro concepto que es para mí esencial: la imaginación. Muchos opinaban que la imaginación era simplemente una forma de memoria pero otros admiten ya que esta <<contiene algo parecido a la creación>>. La imaginación es un escenario enormemente poderoso y vitalmente necesario en el que el ser humano juega a combinar realidades. Estas “realidades”, que proceden tanto de la propia experiencia como de las experiencias narradas por otros, suponen una herramienta de creación sorprendente. Las combinaciones pueden ser ilimitadas haciendo de nuestro cerebro un computador en constante actividad al que alimentaremos con variables que a su vez posibilitaran nuevas formas de programación-creación. En este punto, podemos admitir que la creatividad del ser humano no parte de una Nada sino de una acumulación de experiencias que se combinan para abrir nuevos caminos y lecturas. Es por ello que, cuanto más rica sea nuestra experiencia más material de trabajo podremos ofrecer a nuestra imaginación. Y, en consecuencia, más creativos seremos.

Y si el siglo XIX asume la creatividad como parte esencial del proceso artístico será el siglo XX el que nos haga descubrir su verdadera dimensión ya que por primera vez se admite que la creatividad es posible en todos los campos de la producción humana. Es decir, que el artista es creativo pero no todo el que es creativo tiene que ser artista. Y si en nuestra actual sociedad se admite ya la creatividad como un mecanismo que puede operar positivamente en un científico, en un arquitecto o en un informático, ¿por qué nos cuesta tanto dejar de vincularla con el mundo del arte? Pregunta de difícil respuesta. Esencialmente, porque entrar en el juego de lo creativo da vértigo.

La creatividad no siempre es bien recibida en nuestro día a día ya que supone un esfuerzo demasiado grande en estos tiempos de continuas carreras por ser, hacer y mostrar. La creatividad supone preguntarnos a nosotros mismos sin miedo a lo que podemos encontrar, supone equivocarnos demasiadas veces hasta obtener resultados, supone dejar de aparentar orden y seriedad para mostrar desorden y “locura”, supone romper el reloj y el calendario y trabajar con otros modos de tiempo, supone caminar hasta que te sangren los pies sin saber con certeza a donde te lleva el camino, supone… Sin embargo, la compensación es maravillosa porque la creatividad puede hacer que el mes de septiembre adquiera otro valor, que el trabajo no sea una línea continua sino un parque de atracciones o que las amistades y los amores crezcan en cada encuentro. En definitiva, hace que la vida merezca ser vivida. Vamos a darle una oportunidad. O mejor dicho, vamos a darnos a nosotros mismos la oportunidad de ser creativo.

*@aitziberurtasun