Ernst Lubitsch nació el 28 de enero de 1892 en Berlín, en el seno de una familia judía, dedicada a la sastrería, negocio que abandonaría a los 18 años ante la llamada de su vocación que se inclinaba claramente por el mundo del cine. De este modo, comienza una carrera como actor, que le conduciría a unirse al teatro alemán de Max Reinhardt en 1911. Durante dos años fue ganando experiencia sobre los escenarios, lo que le valió para protagonizar películas cómicas a partir de 1913 e incluso, comenzar a dirigirlas sólo un año después. El éxito le llegó en todas sus facetas artísticas con prontitud, por lo que siguió compaginando sus labores cinematográficas con las actuaciones en el teatro.
Su gusto por el teatro le hizo incorporar al cine ciertos toques de comedia ligera que tan habituales eran sobre el escenario, innovando de esta manera el anquilosado cine alemán y aproximándolo al más vanguardista del otro lado del océano. De esta forma, sus trabajos se hicieron más elaborados y se alejaron de la levedad y superficialidad que estaban imperantes hasta entonces en la gran pantalla, logrando dotar a sus títulos de un sello inconfundible. Buenos ejemplos de esta labor de innovación son La princesa de las ostras (1919), Madame Du Barry (1919), El gabinete del doctor Caligari(1919), El gato montés (1921) y La muñeca (1919). Madame Du Barry fue la primera película alemana que se distribuyó en EEUU, mientras que, por su éxito, no se puede dejar de mencionar El gabinete del doctor Caligari de Robert Wiene.
Gracias a la notoriedad que consiguió con sus trabajos, Mary Pickford insistió en que el cineasta alemán se trasladase a Hollywood para dirigirla en Rosita, la cantante callejera (1923), filme que le valió un contrato con la Warner, en cuyos estudios llevaría a cabo sus mejores trabajos de la etapa americana: Los peligros del flirt (1924); La viuda alegre (1934); La octava mujer de Barba azul (1938); Ninotchka (1939); El bazar de las sorpresas (1940), auténtico canon de la comedia interpretada por el inigualable James Stewart; Ser o no ser (1942), considerada por la crítica como una auténtica obra maestra; y El diablo dijo no (1943). Prácticamente todas sus obras fueron versiones de antiguas comedias europeas, lo que dotó al cine americano de una frescura en el trato de ciertos temas que le alejaba de su encorsetamiento habitual. Culminó su carrera ejerciendo tareas de producción para la Paramount, labor en la que consiguió descubrir y abrir camino a cineastas de la talla de Billy Wilder o de Otto Preminger. El genial Ernst Lubitsch falleció en el año 1947, a la edad de 55 años.
Rey midas de un cine americano seco con ganas de agua que lo refresque, fue este alemán de origen judío el que regó de fotogramas frescos de mañanas de rocío sobre el maíz de una industria que dejaba de ser agrícola. Ser o no ser ya no era una cuestión de aquel prícipe danés llamado Hamlet, y es que podía preguntarse lo mismo «Lubi» que con el cigarro retorcido y humeante de sus ideas aportó la esencia irónica de la nueva comedia que hoy todavía no ha envejecido, y es que su cine en blanco y negro colorea nuestras sonrisas. 😀 Os dejo con una escena de Ser o no ser: