Sencillez y humildad, desplegaba el desgarbado caminar de su largo y espigado paso, tenía el peso de ser el novio que toda madre quiere para su hija, y digo peso porque esa perfección aparente nunca la buscó sino que se percibía entre los que admiraban sus personajes todos ellos sin pretensión, con la franqueza por bandera y la verdad como camino. James Stewart casi siempre fue ese buen hombre que agobiado por las circunstancias y viéndose forzado al extremo decide plantar cara a la injusticia, me encanta la psicología que adoptan sus personajes… sencillos y a la vez épicos. Lucha por su familia, por sus amigos, por su entorno, por la debilidad, incluso él mismo es relegado a un segundo plano… ingredientes adecuados para la elaboración de un perfecto héroe cotidiano. Héroes que abundan pero son ignorados, solo reconocidos cuando definitivamente se imponen ante la mentira y la desigualdad, Stewart encarnó a un ángel humano que con sus defectos lucha contra un entorno podrido, de ahí que haya pasado a la historia como un icono de la honestidad. Generalmente se subestima su persona, es como el típico hombre bueno al que toman por tonto y no respetan, craso error. Su fortaleza reside en el máximo respeto, solo las circunstancias harán que muy a su pesar tenga que enfrentarse ante el mal, cualquiera que sea su forma, no dará un paso atrás jamás buscará tal situación, ella da con el. Esa actitud, sea cual sea el “resultado” siempre triunfará, es cuestión de principios éticos y él siempre los tuvo, consciente de sus errores, eso le hizo ser tan grande y prevalecer en la retina del celuloide para siempre.
Hablar de Jimmy es hablar de tradición y también de genealogía es hablar de sus orígenes familiares, Los Stewart llegaron a los Estados Unidos procedentes de Irlanda en 1785, y se establecieron primero cerca de Gettysburg, para luego, diez años más tarde, trasladarse más hacia el oeste, hasta Indiana. Siendo un hombre descendiente de esos primeros colonos pioneros de los nuevos Estados Unidos, Steward se educó en un entorno religioso muy arraigado, convicción forjada entre las ramas del presbiterianismo hasta que el clan se asentó al fin en la Primera Iglesia Presbiteriana de Indiana, principalmente porque la congregación permitía los instrumentos musicales en los servicios. Durante muchos años, tanto el padre como la madre cantaron en el coro de la iglesia, el pequeño James también era parte del coro. El 20 de mayo de 1908, en la casa del 965 de Philadelphia Street, nació el pequeño James Maitland Stewart. Le seguirían dos hermanas: Mary “Dotie” Wilson Stewart el 12 de enero de 1912, y Virginia Kelly Stewart el 29 de octubre de 1914. Poco antes del nacimiento de la más pequeña, la familia se trasladó de Philadelphia Street , hoy en día hay una placa conmemorativa. En el 104 de la N. Seventh Street se puede visitar la espaciosa casa de dos pisos donde Jimmy Stewart pasaría su juventud y a la que regresaría después de la universidad y de la guerra. James siempre dijo que su padre mantuvo el negocio de la ferretería durante tanto tiempo porque pensaba que algún día necesitaría trabajar en algo “real” en vez de dedicarse a actuar. El hecho es que la tienda prosperó y mantuvo a la familia Stewart en un estilo de vida muy cómodo que incluyó escuelas privadas y una notabilísima educación . Un pequeño negocio que prosperó de forma floreciente. Algo que no se suele señalar en sus biografías es su infancia infancia mimada, poco tiene que ver en un principio el perfil de hombre que señalaba Frank Capra. Como escribió Stephen Franklin: “Ese hombre es el general de brigada James Stewart, Cruz de Servicios Distinguidos de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, en la reserva, republicano declarado, multimillonario esposo de Gloria Hatrick McLean, antiguo miembro de la alta sociedad, y fideicomisario de la Universidad de Princeton, en cuya institución, perteneciente a la Ivy League, se graduó en 1931, como su padre antes que él. Nunca fue una persona rústica; nunca fue un vaquero apegado a su silla de montar”
Sin embargo nada hay que objetar a su manera de ser y su comportamiento siempre educado y nada snobista, la sencillez siempre lo acompañó y nunca saboreó las mieles del éxito con grandes egos o alardes, algo común si vemos el carácter humilde del pueblo de Indiana en general, gentes llanas, muy hospitalarias, personas del campo, hay simplicidad en la ciudad y autenticidad en los saludos que reciben incluso los forasteros por la calle. De la misma manera, los recuerdos y la lealtad de sus conciudadanos con respecto a James Stewart señalan a un ídolo y una celebridad no teñida por el estrellato o el heroísmo. El laborioso, juicioso y exitoso James Stewart se ha visto siempre contrapuesto, al parecer, al práctico, cálido y leal Jimmy. Su antigua vecina Addie Rose identifica uno de sus principales valores -tanto de Stewart como de Indiana- cuando lo describe como “el muchacho más firme que jamás haya conocido”. Parece ser que no interpretaba demasiado el bueno de Jimmy y realmente había mucho de auténtico en sus personajes.
Para su madre era “Jimsey”, y se ocupó de criarlo y educarlo. Cuando murió, el 2 de agosto de 1953 a los setenta y ocho años de edad, él estaba a su lado. Entre los muchos beneficios que otorgó a su hijo figura una educación musical que le serviría de mucho en sus días universitarios y, más tarde, le proporcionaría una fuente de relajación en los descansos de los rodajes en los estudios de Hollywood. Muchas fotos familiares de la casa y de los viajes de la familia a Canadá, al parque nacional de Yellowstone y, por supuesto, a Washington, D.C., atestiguan la presencia y la influencia de la madre en James. Hay también una foto que lo muestra devolviendo parte de este afecto. Él y su madre están de pie delante de su casa en Vinegar Hill mientras él le entrega a su madre su nuevo coche, un sedán Packard de 1940, comprado en Galbreath Motors en Indiana.
Es curioso recordar que durante los años 30 que comienza su andadura en el teatro comparte piso con Henry Fonda . Con la obra teatral “Goodbye Again” que se mantuvo en cartel durante 212 representaciones, y gracias a los 35 dólares a la semana que ganaba Jimmy y los 30 que ganaba Myron McCormick, ambos pudieron encontrar, junto a Josh Logan, un apartamento, al que Henry Fonda se les unió más tarde, fue el que puso nombre al cuchitril en el que se encontraban “Casa Gangrena”, fue una época dura, un vecindario de prostitutas y gángsters todo ello sumado a las continuas crisis de convivencia las crisis de alojamiento (era habitual el desempleo de Fonda y el voraz apetito de Stewart, que acababa con la despensa antes de tiempo). El éxito de “Goodbye Again” impidió que Jimmy hiciera las maletas para volver a casa, pero el empleo no era seguro. En 1933 se trasladó a Boston como director de escena para la producción de Jane Cowl “Camille”.
Cuando no había trabajo para ayudar a pagar el alquiler, los compañeros de apartamento organizaban «El club del jueves por la noche». En un local alquilado, Fonda cocinaba y, por un dólar, los “clientes” podían obtener sus bistecs, cerveza ilimitada y diversión, a menudo proporcionada por Benny Goodman. Recordando estas veladas, Myron McCormick dijo: “Su propósito predominante era jugar al póquer. Pero la mayoría estábamos sin un centavo y nos limitábamos a bromear por ahí. A Jimmy le encantaba cantar “Ragtime Cowboy Joe” y “Minnie from Mars”, a veces se ponía un tanto pesado con sus tarareos y las risas y los reproches eran continuos. Destinadas muy pronto a convertirse en celebridades, Helen Hayes, Katherine Cornell, Margaret Sullavan y Mildred Natwick figuraban entre los muchos visitantes de estas reuniones.
Esta pareja de grandes amigos sufrieron juntos pero también compartieron momentos de éxito en sus primeros años en los grandes estudios de Hollywood. En esta etapa, James Stewart y Henry Fonda compartieron de nuevo apartamento y edificaron otro amplio arsenal de historias. Entre estas anécdotas increíbles estaba su intento de ganar peso bebiendo como desayuno un ponche de huevo y leche con coñac, e incrementando cada vez más la proporción de este último. También estaba el supuesto plan de cavar bajo la verja que separaba su casa de la de Greta Garbo. O las trastadas diversas de invadir con gatos la casa del vecino, en definitiva: una camaradería que jamás llegó a fin, fueron muy grandes amigos.
Otra de las curiosas anécdotas, aparte de la que cito en mi anterior artículo sobre el sombrero, es la que nunca le gustó escucharse a sí mismo, no le gustaba su propia voz (A nosotros nos deleitó la inolvidable voz de Jesús Puente) y continuamente se repetía… «¿Por qué sueno tan malditamente lento?».
http://es.youtube.com/watch?v=VTKQOUuTxIU&feature=related
En fin, creo que hoy hemos visto una cara poco conocida del bueno de Steward… Un hombre que supo transmitir la integridad de un hombre con pricipios.
He aquí su filmografía completa, algo que deja sin respiración:
Nacida para la danza (1936), de Roy Del Ruth
Ella, él y Asta (1936), de W.S. Van Dyke
El séptimo cielo (1937), de Henry King
Ardid femenino (1938), de George Stevens
Vive como quieras (1938), de Frank Capra
El lazo sagrado (1939), de John Cromwell
Caballero sin espada (1939), de Frank Capra
Arizona (1939), de George Marshall
El bazar de las sorpresas (1940), de Ernst Lubitsch
The Mortal Storm (1940), de Frank Borzage
Historias de Filadelfia (1940), de George Cukor
El arca de oro (1941), de George Marshall
¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Capra
Ciudad mágica (1947), de William A. Wellman
La soga (1948), de Alfred Hitchcock
Una encuesta llamada milagro (1948), de Leslie Fenton
Yo creo en ti (1948), de Henry Hathaway
The Stratton Story (1949), de Sam Wood
Winchester ’73 (1950), de Anthony Mann
El invisible Harvey (1950), de Henry Koster
Flecha rota (1950), de Delmer Daves
Momentos de peligro (1951), de Henry Koster
Carabina Williams (1952), de Richard Thorpe
El mayor espectáculo del mundo (1952), de Cecil B. DeMille
Horizontes lejanos (1952), de Anthony Mann
Bahía negra (1953), de Anthony Mann
Colorado Jim (1953), de Anthony Mann
Música y lágrimas (1954), de Anthony Mann
La ventana indiscreta (1954), de Alfred Hitchcock
Tierras lejanas (1955), de Anthony Mann
El hombre de Laramie (1955), de Anthony Mann
El hombre que sabía demasiado (1956), de Alfred Hitchcock
El héroe solitario (1957), de Billy Wilder
La última bala (1957), de James Neilson
Me enamoré de una bruja (1958), de Richard Quine
Vértigo (De entre los muertos) (1958), de Alfred Hitchcock
Anatomía de un asesinato (1959), de Otto Preminger
FBI contra el imperio del crimen (1959), de Mervyn LeRoy
Sendero de furia (1960), de Daniel Mann
Dos cabalgan juntos (1961), de John Ford
El hombre que mató a Liberty Valance (1962), de John Ford
Mr. Hobbs Takes a Vacation (1962), de Henry Koster
La conquista del Oeste (1962), de John Ford
Take Her, She’s Mine (1963), de Henry Koster
El valle de la violencia (1965), de Andrew V. McLaglen
El vuelo del Fénix (1965), de Robert Aldrich
Una dama entre vaqueros (1966), de Andrew V. McLaglen
Los malvados de Firecreek (1968), de Vincent McEveety
Bandolero (1968), de Andrew V. McLaglen
El club social de Cheyenne (1970), de Gene Kelly
Cerco de fuego (1971), de Andrew V. McLaglen
Hawkins on Murder (1973), de Jud Taylor
Érase una vez en Hollywood (1974), de Jack Haley Jr.
El último pistolero (1976), de Don Siegel
Aeropuerto 77 (1977), de Jerry Jameson
Detective privado (1977), de Michael Winner
La magia de Lassie (1978), de Don Chaffey
Derecho a elegir (1983), de George Shaefer
Fievel va al oeste (1991), de Phil Nibbelink y Simon Wells