Farsa: Pieza cómica, breve por lo común, y sin más objeto que hacer reír.
R.A.E.
El pasado miércoles el diputado por Navarra Sabino Cuadra denunció, en nombre de su grupo parlamentario, la farsa que ha supuesto el relevo monárquico español basado en la Constitución del 78 y amparado en los votos del Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español y probablemente, y más a la vista de los resultados de las recientes elecciones europeas, no le falte razón.
En un estado en que el bipartidismo se desploma por momentos, en que el 70% de la población no ha votado una constitución que se mantiene inalterable desde hace más de treinta y cinco años y se utiliza como trinchera para evitar cualquier cambio en el statu quo salvo cuando interesa a los dos partidos supuestamente mayoritarios, en el que el consenso constitucional está quebrado por la falta de cintura democrática del gobierno con las aspiraciones de Catalunya, el modelo de estado no es una cuestión baladí y es uno de los varios temas que exige un refrendo urgente de las urnas.
No era la sesión del miércoles, probablemente, en la que ninguna de las reivindicaciones del grupo parlamentario de Amaiur fuera a ser escuchada, y mucho menos atendida y es fácil de comprender la frustración de sus componentes. Más discutible es si la salida de tono o el grito extemporáneo van a ayudar en algo a que esto, algún día, pueda ser así. No se yo si la mejor respuesta a una farsa es la ópera bufa.
Pero rebuscando por Internet he encontrado una situación parecida en la que el estado español se desmoronaba por momentos y el Congreso de los Diputados era una farsa semejante, corría el mes de octubre de 1936 y en una situación prerrevolucionaria y en un Congreso tan poco proclive a sus ideas, o menos aún, de lo que es este para las tesis de Amaiur, otro vasco se planto en el mismo hemiciclo para, serenamente y sin aspavientos decir:
“Señores diputados: Planteado el problema, nuestra posición fue clarísima; Luchando la Democracia contra el fascismo, el nacionalismo vasco había de colocarse, como siempre en su historia se colocó, al lado de la Democracia. Junto a ella seguimos lealmente, como vosotros sabéis tan bien como nosotros. La República abrió cauces para las aspiraciones de los pueblos que, como el nuestro, constituyen una nacionalidad y tienen una finalidad de libertad. Hoy, realizareis un acto de importancia histórica; vais a aprobar, después de leído, el texto del dictamen del Estatuto Vasco; vais a aprobar, a proclamar solemnemente, yo espero que sin discusión, ni observación alguna, el texto de la autonomía vasca.
Indiscutiblemente ello reportará mayor eficacia en la lucha, porque, al fin y al cabo, se verá a un Parlamento, comprensivo, que quiera dar satisfacción a un anhelo de libertad latente de muchos años atrás en el pueblo vasco. Por eso he de agradecer al Gobierno y he de agradecer al Parlamento este gesto por anticipado.
Pero, además, quiero señalar que estamos enfrente del imperialismo y del fascismo por nuestro espíritu cristiano; estamos frente a este movimiento subversivo, porque a ello nos impelen nuestros principios honrados y profundamente cristianos. Estos principios, quizá en muchas ocasiones, señores diputados, harán que nos coloquemos frente a vosotros, como nos colocamos otras veces al defender con lealtad y absoluta claridad nuestro pensamiento católico; ¡ah!, pero en este momento estamos a vuestro lado por dos motivos: Primero, porque Cristo no predicó la bayoneta, ni la bomba, ni el explosivo para la conquista de las ideas y de los corazones, sino el amor; y, segundo, porque en vuestro movimiento proletario, vuestras conmociones sociales, a nosotros no nos asustan, salvando todas las diferencias, en cuanto en ellas existe de justicia y de verdad. Más de una vez ante las masas populares algunos de los que aquí estamos hemos dicho: No vale afirmar que todo el comunismo es falso, que todo el socialismo es falso. ¿Es que acaso estas muchedumbres se mueven todas ellas por una utopía o encadenadas a una falsedad? No; en vuestro movimiento hay una dosis formidable de justicia, un clamor magnífico de las muchedumbres que piden una renovación de esta sociedad podrida, donde se quema aquello que hace falta, a los que se mueren de hambre. Por eso nosotros, con nuestro pensamiento cristiano, os decimos que el avance social ni nos asusta ni lo tememos. Es más; podríamos presentaros programas nuestros, ante los cuales quedarais asombrados viendo cómo un pensamiento cristiano puede iluminar un avance social.”
Se llamaba José Antonio Agirre, y unos días después sería proclamado Lehendakari del primer Gobierno Vasco de la historia.
Ander Muruzabal