(En este tercer artículo de la serie trato de contextualizar políticamente el Open Government y alejarlo del debate tecnológico).
“Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son”.
Abraham Lincoln
Uno de los principales problemas que nos encontramos a la hora de establecer el diálogo en cuanto al Open Government, y el debate suscitado por mi anterior artículo es una buena prueba de ello, es la desviación que sufre el diálogo hacia cuestiones tecnológicas y en concreto hacia el problema de la alfabetización digital y la creación de una nueva estructura de clases en función de su acceso a la tecnología, y resulta necesario aclarar que, dejando al margen la intencionalidad o no de la objeción, esta es falsa.
El problema del Open Government no es un problema tecnológico, y mucho menos de acceso a la tecnología, el problema del Open Government es un problema de democracia con mayúsculas, y de esfuerzo humano. Carece de sentido alguno crear una plataforma tecnológica de última generación que facilite la participación, que se abran los canales adecuados sino hay un esfuerzo paralelo por parte del Gobierno para explicar las propuestas, los datos y finalmente las decisiones adoptadas.
La democracia representativa, como hoy la conocemos, no es fruto de una aproximación política basada en la ideología sino de las circunstancias tecnológicas que la rodean, o mejor, la rodeaban.
La Democracia, segúnla definió AbrahamLincoln, “es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” y la forma de ejercer ese gobierno se ajusta a las posibilidades que cada momento nos ofrece. En una sociedad lo suficientemente pequeña la tendencia natural sería a instaurar una democracia asamblearia y a medida que crezca el número de participantes en ese gobierno es cuando necesitaremos, pura necesidad, incluir mecanismos de representación… pero ¿Qué pasa cuando la tecnología es capaz de dotarnos de medios lo suficientemente sofisticados para que quién quiera pueda intervenir directamente en su propio gobierno? ¿Negar esa participación posible no es sustituir la democracia por algo mucho más parecido a la aristocracia? ¿No nos estaremos olvidando del “de” y el “por” para centrarnos en el “para”? ¿No estaremos mucho más cerca de otra definición clásica como es la de “todo para el pueblo, por el pueblo pero sin el pueblo”?
Resulta evidente que un verdadero modelo de Open Government debe estar basado en la igualdad de oportunidades, que no de participación que es preceptiva de cada persona, y que para eso es responsabilidad del propio gobierno el impulso de las políticas de acceso, conocimiento e información. Acceso para que quien quiera participar tenga canales para hacerlo, conocimiento para que esos canales sean inteligibles y usables e información para que esa participación tenga bases y consecuencias reales.
Probablemente quede bastante tiempo para que empezemos a ver Gobiernos Abiertos en toda su extensión pero no podemos olvidar que una de las bases de la actual democracia representativa fue la extensión de la educación y que las pegas que se pusieron al sufragio universal, directo y secreto se parecen mucho a las que hoy se oponen al desarrollo del Open Government.
Queda mucho trabajo por hacer, pero la sociedad ha empezado a percibir que otra democracia, mucho más cercana, es posible y es responsabilidad de quien hoy ostenta el monopolio del poder que este empiece a ser compartido conla ciudadanía. Habrápolíticos individuales y organizaciones políticas que en la comodidad del monopolio no lo vean y vivan felizmente instalados en la situación actual, siempre ha habido resistentes a los avances sociales, pero la lección histórica es que quien no quiere compartir el poder acaba perdiéndolo todo.
Así pues, y volviendo al título del artículo, queda un importante camino que recorrer para solucionar la brecha tecnológica pero el Open Government es el futuro del Gobierno porque no es una cuestión tecnológica sino una cuestión democrática y la cesión de soberanía que supone la representatividad no la deciden las élites gobernantes sino los gobernados que a fin de cuentas son sus titulares.
Ander Muruzabal
Totalmente de acuerdo.
Equipo Irekia
Concretemos.
En el caso hipotético de una central como la de Boroa, ¿cómo crees que puede desarrollarse el “open government”?
¿vamos a opinar los ciudadanos sobre los kw que se deben generar?
¿sobre los sistemas de refrigeración?
¿sobre las tecnologías utilizadas para garantizar la producción?
¿sobre la ubicación?
¿sobre las luces de posicionamiento?
personalmente no me gustan las luces blancas de Boroa, creo que sería mejor que sean rojas …
Perdona la broma, Ander, pero no lo veo.
No veo cómo los ciudadanos podemos aportar en un tema tan técnico y estratégico de país como el de la central de Boroa. Y digo aportar.
¡Conretemos pues!
Te olvidas, bb, que entre los ciudadanos los hay tan técnicos y estrategas como los que componen la Administración pública y que precisamente no son estos los que toman las decisiones sino algunos políticos mucho menos técnicos y estrategas y, desgraciadamente, en gran parte de los casos sin consultar a los técnicos y estrategas de que disponen.
En todo caso, y siguiendo con la broma, ¿Que pasaría si en Amorebieta residiese por casualidad el último premio nobel de luces de colores? ¿Tendría que montar un partido político y ganar las elecciones antes de que alguién le dejase opinar sobre la conveniencia de que las luces de Boroa debian ser verdes y no blancas o rojas?
En todo caso ¿No sería más fácil que el Gobierno dispusiese de plataformas de escucha que facilitasen que diese su opinión?
Y casi mejor que la central este en Bizkaia, si estuviese en Nafarroa estoy casi seguro de que las luces serían del color que hiciese juego con el último modelito de Barcina.