¡Tócala Sam! En memoria del pasado, tócala. De todos los Cafés del mundo tuvo que elegir el mío, amarga victoria, invisible como aquel chico de Oklahoma, retornando a los violentos años veinte, un hermano huérfano de soledad; fue rey del hampa, oro, amor y sangre de la pasión ciega que viví en Casablanca.
Puede que en mi rostro veas la luz del alba o puede que no veas nada, alcohólico de tus besos, a través de la noche busqué tu luz en mis adorables estrellas encontrando tan solo un refugio aislado en el que habitaba un enjaulado y precioso halcón maltés. Tener y no tener arena del Sahara entre mis manos que se desliza suavemente para caer al abismo de un sueño eterno. La senda tenebrosa que conduce a un callejón sin salida en donde me espera el lugar solitario en el que estuvo ella. El tesoro de Sierra Madre se encuentra en cualquier puerta que conduce a la reina de Africa, esa conciencia en forma de mujer, lotería del amor que porta la condesa descalza que en otro tiempo futuro se llamará Sabrina. Horas desesperadas, la burla del diablo en la mano izquierda de Dios, no somos ángeles mientras pienso que más dura será la caída. Pero… ¿qué pasará con nosotros? Siempre nos quedará Paris.
Humphrey Bogart, un icono que siempre supo perder.