http://es.youtube.com/watch?v=ee5g–AOibI
A trasluz de las notas aguarda un oscuro espectador de oidos iluminados. Pianista de finos dedos arranca expresiones de dolor que retorcidas recuerdan el milagro de vivir en tiempos de guerra.
Supervivencia escondida de un harapiento huesped de visitas inesperadas. Flaco en su silueta de frío vapor, humedad de silencio, pausa musical y de nuevo el acorde. Teclas polvorientas recobran la memoria que rescata del olvido. Tímidas, inquietas, suaves, se agitan y abren paso ágiles… para destacar entre el azul gélido de un paisaje en ruinas.
Sólo la música vence. Y la guerra queda atrás como eco de un recuerdo infame.
Sólo la música vence, vence y sobrevive… en las manos del pianista… en nuestros oidos, en nuestro presente.
Szpilman: Pianista de silencio roto.
¿Está escondido aquí?
Una necesaria lata de comida encima del piano: pura subsistencia.
Al lado, vigilante, alguien «superior» que deja de sentirlo, tal vez, ante la belleza de una canción que es una rosa crecida entre cenizas.
Cenizas de guerra y de podedumbre moral. En los peores momentos (fíjense si no en la trilogía de Primo Levi: superviviendo a Auschwitz con sus conversaciones poéticas con su joven compañero de cautiverio) hay un momento para recordarse a sí mismo como humano.
Bien, los dos son humanos. El más degradado moralmente hablando, no es el que depende de la lata de comida «por pura subsistencia», aunque siempre existe la elección de «redimirse», que dicen los piadosos.
Un abrazo Marco…Polanski acertadísimo. 😉
Como acertado es siempre tu comentario inteligente y sutil. Sigamos alimentándonos de la música y creciendo entre cenizas.
Un abrazo Epicuro