Todo cuanto han escrito los hombres sobre las mujeres debe ser sospechoso, pues son a un tiempo juez y parte.
Poulain de la Barre
Todos recordamos ese incomodo momento del año 2001 en que el embajador de Rusia pregunta a la aspirante a Miss España por Melilla qué sabe de su país. La chica con gesto nervioso explica que lo único que sabe es que es un país con gente maravillosa a lo que el “honorable” embajador responde con una prepotente cara de desaprobación, porque de todos es sabido que lo que se valora de las misses son sus conocimientos artísticos, filosóficos, matemáticos e históricos y él debió sentirse defraudado.
Si sustituimos Rusia por Ucrania y a la aspirante a miss por la mayoría de la gente de nuestro entorno la respuesta sería igual de simple pero encaminada a dos temas aparentemente distintos aunque más cercanos de lo que pensamos: la guerra y la belleza de la mujer ucraniana. Esta belleza, por todos conocida, no se vive de forma natural o normalizada sino que camina sobre un terreno farragoso y con un maloliente aroma a machismo. En un país carcomido por la guerra y con casi un 50% más de mujeres que de hombres, las relaciones de pareja se tornan complicadas creándose una especie de batalla sin límite en la que el objetivo de ellas es estar guapas para a ellos, y el objetivo de ellos “dejarse querer”.
La ucraniana camina por la vida enfundada en altos tacones (incluso las zapatillas de deporte los tienen), maquillada hasta límites difíciles de describir y con una manicura siempre perfecta mientras que el hombre toma a menudo el chándal como su traje de diario. La mayoría se ha casado antes de los 24 años, tiene hijos y nunca ha salido de su país. No conocen otra cosa y no se hacen preguntas. Bueno, afortunadamente algunas de ellas sí y gracias al valor de estas mujeres el machismo adormecido empieza a cuestionarse y el único camino para avanzar hacia una sociedad más justa pasa por educar en valores igualitarios.
En este difícil escenario surge con determinación el Museo de Género de Járkov, un proyecto que he descubierto esta semana gracias a la artista María Sánchez García, a la que muchos conoceréis como Pimienta Sánchez y que me ha narrado con enorme emoción todo lo que hoy os cuento. María ha trabajado y trabaja dentro del marco de su Servicio de Voluntariado Europeo en Ucrania, en colaboración directa con el equipo del Museo compuesto por Тatiana Isaeva(Directora) y Mariya Chorna (diseñadora), junto a muchas otras personas que voluntariamente están prestando su ayuda. No obstante, no penséis que el trabajo actual de estas maravillosas mujeres se centra en dar a conocer el museo, su colección y su programa de actividades sino en algo más básico y urgente: se trata de SALVAR el museo a través de la campaña #SaveGenderMuseum.
El Museo de Genero de Járkov es el ÚNICO museo de Género de la ciudad. El ÚNICO en un país exsoviético, y el ÚNICO museo de género en el Este de Europa. Las mujeres y hombres ucranianos (lo sepan o no) lo necesitan porque sólo desde la descodificación de los gestos y costumbres machistas y a través de la activación de actitudes tolerantes, abiertas e igualitarias Ucrania caminará en la buena dirección. La palabra “género” no existe en ucraniano pero que una palabra no se encuentre en un idioma no quiere decir que no sea necesaria para su pueblo.
¿Y qué necesita el museo? Necesita de todo o lo que es lo mismo de todos. El museo se aloja en un antiguo piso soviético que está divido en tres zonas donde varios inquilinos comparten cocina y baño. Al no tener baño propio no se pueden recibir escolares por lo que la propia directora debe acudir personalmente a los centros para hablar del mismo.No obstante, sus salidas son cada vez más escasas ya que los gastos son sufragados por su propia economía familiar de por sí ya muy maltrecha por la guerra.
No hay electricidad y la colección, compuesta por más de 3000 piezas, se deteriora a un ritmo vertiginoso almacenada en cajas, baúles o armarios. María @PimientaSnchz me cuenta que con tan sólo 100€ al mes se podría pagar el alquiler y la luz lo que les permitiría empezar a trabajar sobre la organización de la colección con algo más de tranquilidad y dignidad. Los niños y niñas ucranianas podrían así empezar a entender a través de los objetos del museo y sus educadoras que las mujeres no tienen como único fin criar niños, cocinar o cuidar de la casa ( tal como les explican muchos de los libros que les “invitan” a leer de pequeñas) sino que el yo de una mujer puede tener forma de empresaria, abogada, poeta, taxista, o incluso soldado, pero sobre todo que ese yo puede o no ir al lado de un compañero o de unos niños. La vida seguirá siendo con toda probabilidad muy dura en el futuro ucraniano pero al menos si hay que vivirla que se viva desde la libertad, la pluralidad y la igualdad.
<<El hombre no es libre en muchos aspectos- decía Joseph Beuys. Él depende de las circunstancias sociales, pero es libre en su pensamiento>>. Pensar que en nuestras manos, desde la distancia física y cultural, podemos cambiar la realidad de Ucrania es toda una utopía. Pero intentar ayudar a un pequeño museo cuyo único objetivo es avanzar hacia un pensamiento libre desde las pequeñas implicaciones tanto económicas como de difusión y concienciación que nos propone Pimienta Sánchez a través de #SaveGenderMuseum SÍ está en nuestras manos.
Cerrad los ojos e imaginad una niña que no tiene posibilidades de pensar con libertad y que en poco tiempo será una belleza más entre tantas sin identidad propia.
Abrid los ojos y pensad en #SaveGenderMuseum como una herramienta que puede ayudar a romper esa burbuja de aislamiento y permitir a las mujeres ucranianas desarrollarse de forma plena e independiente. Yo ya lo puedo visualizar.
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