LA EDUCACIÓN DESDE LA ACCIÓN

» Yo no fabrico arte. Yo hago arte«.

( Mel Bochner )

Estos días en que todo parece volver a la normalidad después de tanto exceso navideño, me vienen a la memoria las palabras que Leonard, el protagonista de Memento, escribía en una de sus famosas notas: « Soy disciplinado y organizado. El hábito y la rutina hacen mi vida posible. » Los que me conocen personalmente saben que no soy amiga de rutinas. Toda mi vida ha sido y es una lucha contra ellas. Me aburren. Me desactivan. Me adormecen. Y en definitiva, me hacen sentir un poquito menos viva.

Sin embargo, no puedo dejar de suscribir las palabras del personaje de Nolan, ya que si no fuese por esas rutinas mi vida sería francamente caótica. Y aunque no me guste admitirlo, la vida no es un constante rock&roll. ¿Cuáles son mis rutinas? ¿Qué elementos marcan mi hoja de ruta? Dejando de lado los pequeños quehaceres diarios, mi rutina la marcan mis clases ya que me imponen unos horarios fijos de los que no puedo escapar.

 

Docentes de Educación Secundaria realizando la performance 'Walking is the way' (Se have camino al andar) de Esther Ferrer.
Docentes de Educación Secundaria realizando la performance ‘Walking is the way’ (Se hace camino al andar) de Esther Ferrer.

Esta semana he vuelto a ellas observando el calendario de sesiones. Mis cursos son varios y variados lo que hace del trabajo algo siempre constructivo. En un mismo mes puedo dar clase de arte o educación artística a gente tan diversa como profesores de distintos niveles educativos, adultos en programas de ocio o universitarios. A todos ellos les une el amor o el interés por el arte aunque se muevan en escenarios profesionales y personales muy distintos. No obstante, en todos ellos he encontrado siempre, y así sigue siendo, un factor común: la idea de que el arte ( dejando de lado aquellos que tienen una clara vocación de artista) se estudia únicamente desde el aprendizaje pasivo. Es decir, escucho, observo, analizo y memorizo. Este es el único camino que la mayoría acepta como proceso de aprendizaje.

En el primer curso de Historia del Arte, dentro de la asignatura de Análisis de Formas, recuerdo al profesor explicándonos en qué consistiría su materia. Además de facilitarnos el temario correspondiente, nos anunció que cada trimestre realizaría una prueba práctica de técnica artística ( dibujo a lápiz, grafito y pastel). La protesta fue sonora. A mi alrededor empecé a escuchar frases como: ‘si hubiese querido ser artista me hubiese matriculado en Bellas Artes’, ‘pero si yo no he cogido un lápiz en mi vida’ o ‘genial, todos a suspender por el capricho de un artista frustrado’

Dicho profesor, explicó por activa y por pasiva que los ejercicios tenían como objetivo hacernos sentir las obras a analizar de una forma más cercana pero que en ningún caso pretendía juzgar ni valorar la capacidad técnica de ninguno de nosotros en el ámbito artístico. La explicación fue en balde porque las quejas continuaron hasta fin de curso.

No hay día en que no recuerde a ese profesor y esas quejas de mis compañeros porque yo las vivo diariamente en mis clases. Me niego a enseñar arte sólo desde la barrera. Sin mancharse las manos. Sin sentirlo en los gestos de nuestro cuerpo. Sin vivirlo de verdad. Por ello, mis ‘lecciones’ teóricas siempre van acompañadas de algún ejercicio en el que les pido que transformen un objeto de su mesa en un elemento de distinto valor, que caminen por el aula con una cuerda bajo sus pies para sentir el espacio, que dibujen con un grafito sobre el muro con los ojos cerrados mientras escuchan una composición de Satie o ‘Satisfaction’ de los Rolling, que jueguen con sus manos en un bloque de barro para entender los que supone el espacio vacío de una escultura… En definitiva, que observen el arte con sus ojos, que lo analicen con su mente pero también, que lo sientan con el resto del cuerpo.

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Ejercicio libre sobre el muro en el que se dibuja mientras se escucha música rock.

Decía Picasso: « ¿Por qué dos colores, uno al lado del otro, producen música? Puede alguien explicar eso? No. De la misma manera en que uno nunca puede aprender a pintar en realidad. » El arte posee esa magia de lo inexplicable y ello nos debería hacer reflexionar sobre el modo de acercarnos a él. ¿Podría alguien que nunca ha besado explicar con claridad lo que es un beso? ¿Podría alguien que nunca se ha bañado en el mar describir su grandeza? Evidentemente no. Nunca del todo. Nunca de verdad. El arte es conocimiento pero es principalmente emoción y sentimiento. Por ello, experimentar con él es el mejor camino para vivirlo. No hay que tener miedo a buscar nuevos caminos. Mover un pincel por un trozo de tela, sentir cómo el grafito se parte en nuestras manos al presionar o simplemente jugar a transformar las cosas no es un escenario exclusivo de los artistas sino de todos los que amamos el arte. ¡Intentadlo!

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