EL ESPACIO DEL ARTE

Siendo adolescente, un día fui a firmar con mi nombre en la parte trasera del cielo, en un fantástico viaje realista-imaginario, un día que estaba tumbado en la playa de Niza… ¡desde entonces odio a los pájaros, que siempre tratan de hacer agujeros en mi obra más grade y más bella! ¡Los pájaros deberían desaparecer!

Yves Klein

Yves Klein enmarcando un trozo de cielo con sus manos
Yves Klein enmarcando un trozo de cielo con sus manos

La primera vez que leí estas palabra del siempre complejo Yves Klein no pude evitar sonreír y acordarme de mi infancia. Ya os he contado en alguna ocasión que cuando era pequeña pasaba muchas horas pintando en el aire. No es una metáfora, era uno de mis pasatiempos favoritos. Cuando estaba en la playa, viajando en tren o mirando desde la ventanilla del coche de mi padre solía levantar la mirada en busca de un trocito de cielo. No necesitaba pinturas ni papel para entretenerme, tan sólo un espacio vacío y el ritmo de mi dedo sobre él. A veces escribía palabras, otras dibujaba animales y, en ocasiones, jugaba a cambiar el cielo de color. “Soy el pintor del espacio – decía Klein. No soy un pintor abstracto, por el contrario soy figurativo y realista. Seamos honestos, para pintar el espacio tengo que situarme sobre el terreno, en ese mismo espacio”. Yo también creo que aprendí a dibujar en el espacio azul del cielo porque su infinito me regalaba una libertad que nunca encontré en el papel.

Estos días de verano en los que el calor es tan intenso y a veces tiene una la sensación de que el cielo azul es más una amenaza que un regalo he pensado mucho en el espacio vacío y en nuestra convivencia con él. La relación que establecemos con el cielo abierto en plena naturaleza y la que tenemos con él en la ciudad resulta notablemente diferente. En el campo o en la costa el cielo se expande dulcemente sobre nosotros como si de una gasa suave y ligera se tratase. En la ciudad, por el contrario, adquiere cierta tensión como si los edificios, coches, árboles o personas que la definen luchasen por invadir su territorio. Como habitantes de la misma, la identidad del espacio nunca nos satisface del todo. Cuando estamos al aire libre buscamos el cobijo de la arquitectura. Y cuando llevamos mucho tiempo encerrados necesitamos liberar nuestros cuerpos de los muros de piedra. Entramos y salimos. Salimos y entramos. Miramos hacia el cielo y buscamos nuestros pies. Observamos nuestros pies y necesitamos escapar al cielo. Y en todo ese proceso nunca pensamos en el vacío. Nunca lo asumimos como nuestro. Nunca lo advertimos como espacio. Nunca recordamos que está ahí.

The artof nothing,
The Art of Nothing, 2008. Ivo Mesquita

En octubre de 2008 el curador Ivo Mesquita sorprendía al mundo del arte presentando para la Bienal de Sao Paulo una arriesgada propuesta que fue rápidamente definida como “la bienal del vacío”. La provocación consistía en mostrar la segunda planta del ya mítico edificio de Oscar Niemeyer sin obra alguna. No se exponía ‘nada’ y por lo tanto nada se podía ver. “¡Los pájaros deberían desaparecer!”- gritaba Klein. El proyecto de Mesquita traduce el anhelo del francés en una nueva forma de vivir el escenario expositivo. Al eliminar las obras (los pájaros) del espacio arquitectónico (el cielo) el espectador adquiere un protagonismo hasta ahora inimaginable ya que puede jugar a construir su propia exposición eligiendo cada obra y dibujando cada hueco y cada rayo de luz. Las posibilidades son infinitas y gracias a ello la exposición que habitualmente recorre discursos condicionados se trasforma en un horizonte sin límites. No pretendo que los museos vacíen sus salas para que podamos dar rienda suelta a nuestra creatividad. Tan sólo reflexiono sobre la posibilidad de imaginar esos espacios que todas y todos vamos a visitar a lo largo del verano desde ese viaje realista-imaginario que realizó Yves Klein.

Cada día que pasa tengo más claro que es más importante la forma de mirar que lo que se mira. Pero para aprender a mirar hay que saber dónde, cómo y cuándo pararse. El pasado mes de junio, dentro de las actividades desarrolladas en torno a El Barrio de los Artistas, la educadora y artista Ana Rosa Sánchez realizaba una evocadora y sutil performance en el centro cultural Civivox Condestable situado en el casco viejo de Pamplona. “¿Cuál es el espacio del arte?”- se preguntaba. “¿Qué espacio ocupamos nosotros dentro del arte?”- nos preguntaba. Para reflexionar sobre estas cuestiones Ana realizó una acción performativa que consistía en ir sacando a la calle, una a una, una serie de sillas que días antes había depositado en el interior del edificio. De manera aleatoria e intuitiva iba colocando las distintas sillas en mitad de la calle hasta que estas llegaron a ocupar la entrada principal del edificio.

El espacio del arte, 2015. Performance por Ana Rosa
El espacio del arte, 2015. Performance por Ana Rosa Sánchez

En un primer momento, las sillas reposaban vacías en una escena algo inusual pues no parecían ser de gran utilidad en ese escenario. Sin embargo, poco a poco las personas que nos habíamos acercado hasta allí empezamos a sentarnos en ellas hasta componer una especie de familia de desconocidos cuya función no era otra que observar el edifico desde fuera. Durante un momento pensé en las exposiciones que había visto en el interior de ese centro pero apenas unos minutos después la distancia me permitió imaginar lo que me gustaría ver. Imaginé en él obras que había descubierto en otros lugares, espectáculos de danza que me habían emocionado, conciertos que viven desde hace tiempo en mi piel o personas a las que admiró. El espacio del arte, ese espacio del arte gestionado por otros, se había hecho mío. Era yo la que decidía cómo y con qué llenar ese vacío que en arquitectura no es nunca una nada sino una ausencia de algo. La sensación de eliminar los pájaros del cielo y llenarlo de mis deseos fue muy hermosa.

Sala central del Museo Oteiza vacía
Sala central del Museo Oteiza vacía

Muchos de vosotros empezaréis esta semana vuestras vacaciones, otros acabáis de volver y, algunos ni siquiera podréis disfrutar de ellas. Sin embargo, sea cual sea vuestra situación todos tenéis la posibilidad de acercaros en algún momento a algún museo o centro de arte para escapar del calor y disfrutar de nuevas experiencias. Os invito entonces a realizar un breve pero bonito ejercicio: imaginar ese espacio como un gran cielo azul en el que poder dibujar y colocar todo lo que vosotros queráis. Vuestras obras, vuestra exposición, vuestro museo. Detened la mirada en el edificio antes de entrar en él. Sentados en una silla, en un muro o en el suelo, poco importa. Jugad a llenar el espacio, a construirlo, a hacerlo vuestro y estoy segura de que la experiencia no os va a decepcionar.

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