“El tiempo es el instante de la creatividad”
José Antonio Sistiaga
Personalmente no creo demasiado en los calendarios. Siempre me ha molestado que me digan qué día tengo que trabajar, qué día es bueno para ir al cine, a qué hora me puedo tomar una copa o qué mes es el perfecto para escaparme a la playa. Pero una cosa es mi intento de anarquía y otra es la realidad de la vida. Y la vida, tal como la hemos construido, te obliga en la mayoría de los casos a ser esclava del calendario.
Por ello, al llegar septiembre se apodera de una ese vértigo del inicio del año (que no nos engañemos no arranca en enero sino ahora) y empiezas a revisar, ordenar y planificar todo el trabajo que te espera en los próximos meses. Y entre esas mil cosas por hacer me ha resultado curioso el hecho de tener que preparar ni más ni menos que tres cursos para distintos espacios sobre el mismo tema: la creatividad.
Y es que la creatividad como concepto está de moda. No sé si esto será una moda pasajera (como esperemos lo sea el aberrante palo selfie) o, por el contrario, estamos empezando a darnos cuenta de que ser creativos puede resultar de enorme utilidad para mejorar nuestra vida personal y profesional. No obstante, no creo que todos tengamos muy claro en qué consiste esto de ser creativos. Lo que sí tengo claro es que la mayoría relaciona la creatividad con el arte.
Sin embargo, la creatividad como escenario propio del artista-creador no se incorpora al lenguaje del arte hasta el siglo XIX. Durante más de mil años no encontramos rastro del concepto ni en filosofía, ni en teología ni en arte. Los griegos la ignoran, y los romanos, que para esto del arte eran muy suyos, sólo aplicaban el término para hablar del <<creator>> o fundador de la ciudad. Esto de construir carreteras y casas a diestro y siniestro no creáis que es algo tan nuevo.
En el periodo cristiano, el término creator, como no podía ser de otra manera en esos tumultuosos tiempos, se aplica exclusivamente al acto que Dios realiza creando el mundo a partir de la nada. Y es esta nada, más allá de lo religioso, la que supone una trampa para el concepto de creatividad ya que durante muchos años se afirma con rotundidad que para pintar un cuadro o modelar una escultura es necesario tomar como base esa naturaleza ya prefijada. Es decir, que el artista debe ser diestro no creativo porque no está inventando nada sino copiándolo.
El Renacimiento pondrá algo de luz a este desastre ya que los grandes filósofos y artistas de la época admitirán que la creatividad representaba un escenario de libertad e independencia en la vida del hombre. Es decir, que el hombre es creativo con independencia de los dones de Dios. Sin embargo, tal como nos describe Tatarkiewich en su famosa obra “Historia de seis ideas”, el concepto podía estar más o menos claro en sus cabezas pero definir un término tardo más tiempo. <<El filósofo Marsilio Ficino – escribe el filósofo polaco- dijo que el artista “inventa” ( excogitatio) sus obras; el teórico de arquitectura y pintura Alberti, que preordena (preordinazione); Rafael, que conforma el cuadro a su idea; Leonardo, que emplea formas que no existen en la naturaleza; Miguel Ángel, que el artista plasma su visión en lugar de imitar la naturaleza; Vasari, que a la naturaleza se le conquista por el arte; el teórico del arte veneciano Paolo Pino, que la pintura es “inventar lo que no es”; Paolo Veronés, que los pintores se benefician de las mismas libertades que los poetas y los locos; Zuccaro, que el artista configura un mundo nuevo, nuevos paraísos; y Cesariano, que los arquitectos son semidioses.>> Ya sé lo que estáis pensando. Efectivamente, está última parte de la cita aún no está superada.
Y a en el siglo XVIII, el término creatividad empieza a aparecer con más frecuencia en la teoría del arte unido a otro concepto que es para mí esencial: la imaginación. Muchos opinaban que la imaginación era simplemente una forma de memoria pero otros admiten ya que esta <<contiene algo parecido a la creación>>. La imaginación es un escenario enormemente poderoso y vitalmente necesario en el que el ser humano juega a combinar realidades. Estas “realidades”, que proceden tanto de la propia experiencia como de las experiencias narradas por otros, suponen una herramienta de creación sorprendente. Las combinaciones pueden ser ilimitadas haciendo de nuestro cerebro un computador en constante actividad al que alimentaremos con variables que a su vez posibilitaran nuevas formas de programación-creación. En este punto, podemos admitir que la creatividad del ser humano no parte de una Nada sino de una acumulación de experiencias que se combinan para abrir nuevos caminos y lecturas. Es por ello que, cuanto más rica sea nuestra experiencia más material de trabajo podremos ofrecer a nuestra imaginación. Y, en consecuencia, más creativos seremos.
Y si el siglo XIX asume la creatividad como parte esencial del proceso artístico será el siglo XX el que nos haga descubrir su verdadera dimensión ya que por primera vez se admite que la creatividad es posible en todos los campos de la producción humana. Es decir, que el artista es creativo pero no todo el que es creativo tiene que ser artista. Y si en nuestra actual sociedad se admite ya la creatividad como un mecanismo que puede operar positivamente en un científico, en un arquitecto o en un informático, ¿por qué nos cuesta tanto dejar de vincularla con el mundo del arte? Pregunta de difícil respuesta. Esencialmente, porque entrar en el juego de lo creativo da vértigo.
La creatividad no siempre es bien recibida en nuestro día a día ya que supone un esfuerzo demasiado grande en estos tiempos de continuas carreras por ser, hacer y mostrar. La creatividad supone preguntarnos a nosotros mismos sin miedo a lo que podemos encontrar, supone equivocarnos demasiadas veces hasta obtener resultados, supone dejar de aparentar orden y seriedad para mostrar desorden y “locura”, supone romper el reloj y el calendario y trabajar con otros modos de tiempo, supone caminar hasta que te sangren los pies sin saber con certeza a donde te lleva el camino, supone… Sin embargo, la compensación es maravillosa porque la creatividad puede hacer que el mes de septiembre adquiera otro valor, que el trabajo no sea una línea continua sino un parque de atracciones o que las amistades y los amores crezcan en cada encuentro. En definitiva, hace que la vida merezca ser vivida. Vamos a darle una oportunidad. O mejor dicho, vamos a darnos a nosotros mismos la oportunidad de ser creativo.
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