EL ARTE ES UN PROCESO RELIGADOR

 

“Que el arte consiste, en toda época y en cualquier lugar

en un proceso integrador, religador, del hombre y su realidad,

que parte siempre de una nada que es nada y concluye en otra Nada que es Todo,

un Absoluto, como respuesta límite y solución espiritual de la existencia.”

QuousqueTandem…! Jorge Oteiza

 

Hace ya tiempo que tengo la sensación de estar encerrada en una esfera en la que hay muchas y variadas cosas pero que gira a tanta velocidad que no consigo salir de ella ni para coger aire. Cuando me siento así, ahogada y aprisionada,  me invade primero la tristeza pero después intento recuperar de mi memoria proyectos gracias a los cuales he aprendido a vivir de manera más serena y justa. El mundo del arte me enfada, me enerva y me decepciona constantemente pero el arte me da la vida y ese aire que me falta tan a menudo.

‘Mi caja. Tu refugio’ es un proyecto al que necesito volver cada cierto tiempo. Fue difícil y apasionante a partes iguales y hoy os lo cuento con toda la sinceridad de la que soy capaz porque a mí me ayudo a valorar enormemente mi siempre insatisfactoria vida. Tras alguna breve colaboración con actividades artísticas en centros penitenciarios decidí que ya era hora de realizar mi propio proyecto en la ciudad que hace ya muchos años me adoptó como a una más, Pamplona.IMG_0065

En el mundo de la educación artística una siempre tiene que dar el primer paso porque si no el desierto puede helarse bajo tus pies antes de que te ofrezcan algo interesante. Por ello, solicité una cita con la dirección del centro penitenciario de la ciudad para proponerles una colaboración. Aun a riesgo de parecer exagerada os digo que ya en esa primera cita me di cuenta de que entraba en un terreno difícil. Cruzar las puertas de una cárcel (y algunos lo habréis tristemente vivido) genera una sensación desagradable. Te sientes tan observada, tan vigilada y tan analizada que sin quererlo te crees culpable de algo nada más mostrar tu DNI. Recuerdo que ese día comenté con un amigo: << ¿Te imaginas que alguien de algún diario me ve entrar por la puerta de la cárcel y me reconoce?>> Hubiese animado los corrillos sociales de esa semana.

El caso es que el proyecto (creo que porque en el fondo tampoco sabían muy bien lo que quería hacer)  fue aprobado, y a partir de ese momento empecé a cruzar la puerta de la cárcel una vez por semana durante algo más de tres meses. La sensación del primer día no desapareció nunca. En esa primera reunión me dieron a elegir entre trabajar en el módulo de mujeres o en el de los hombres. Y como ya me vais conociendo sobra decir que ese carácter vehemente que me acompaña siempre no me dio otra opción más que elegir el de hombres. Me parecía más difícil trabajar con ellos y, en consecuencia, más honesto.IMG_0171

Los primeros problemas empezaron, como casi siempre en esta vida, con las prohibiciones del propio centro penitenciario. Era una cárcel antigua ( hace poco que se abrió un nuevo centro) poco dada a proyectos de este tipo. Así que:

  • Prohibido utilizar en los talleres cola, pegamento de tubo y elementos cortantes ( tijeras, cutters, etc)
  • Ninguno de los materiales utilizados en el taller podrá salir del centro.
  • Al acabar cada taller ninguno de los presos puede llevarse ningún material para continuar con el trabajo fuera del aula.
  • La tarjeta de memoria de la cámara se entregará a seguridad al acabar el taller y se volverá a recuperar a la semana siguiente. Esto supuso que no pudiese realmente ver lo que había fotografiado ni analizarlo hasta acabar del todo el proyecto.
  • Prohibido preguntar a los participantes sobre su situación en el centro.

Excepto la molesta imposición de tener que entregar la tarjeta de memoria de la cámara, sobra decir que el resto sufrió innumerables fisuras que en estos ámbitos se consiguen a base de paciencia y una serena sonrisa.

  • Conseguí introducir unas tijeras y cutter con la promesa de que sólo las utilizaría yo. Promesa incumplida.
  • Conseguí sacar algún material del taller explicando que los volvería a traer a la semana siguiente. Promesa incumplida.
  • Conseguí regalar materiales como lápices, papeles de colores, pinturas, etc. a muchos de ellos con la promesa de que trabajarían con ello. Promesa incumplida conscientemente porque sabía que lo utilizaban para otras fines.

La primera parte del proyecto consistió en hablarles del artista. Proyecté videos, leí poesías y les conté mil historias. Sólo uno de los presos era vasco y como hablábamos de Oteiza fue muy divertido ver cómo se convirtió rápidamente en ‘jefe de grupo’.  Era su derecho. En la cárcel lo más importante es buscar algo que te diferencie. Algo que te haga ganarte el respeto de los demás. Él se lo ganó contando que cuando era más joven había conocido a Jorge. Una mentira a la que yo seguí el juego con admiración.

Caja vacía, 1958. Jorge Oteiza
Caja vacía, 1958. Jorge Oteiza

La partida de cartas había comenzado pero yo no quería imponer mis normas por lo que la segunda parte del proyecto consistió en que entre todos eligiesen una obra de las que habíamos estudiado a partir de la cual comenzaríamos a trabajar en el taller. Empezamos así un proceso de debate eliminando unas y eligiendo otras hasta quedarnos con una única pieza con la que todos, de una manera u otra, se sentían identificados: “Caja vacía”. <<Aitziber- me dijo seriamente el ‘jefe de grupo’- tú nos has contado que el vacío de las cajas de Oteiza es una especie de refugio. Mi refugio es el mar del cantábrico y seguro que el de Abdalá es otro. Pero lo más importante es que aquí todos necesitamos uno.”  Yo no lo hubiese dicho más claro.

Con la caja como posible refugio empezamos la tercera parte del proyecto. Cada uno construyó una caja que debía contener en su interior ese refugio con el que soñaban por las noches. Ese escenario que no por lejano es menos necesario. Las propuestas fueron muy sorprendentes. Uno construyó una playa y una hamaca en recuerdo de su Caribe natal. Nuestro jefe pintó la caja de un azul tan intenso que el propio Neptuno (siendo o no vasco) se hubiese sentido orgulloso de él. Otro de ellos construyó un corazón con los colores de la bandera gay (<<Ellos no reconocen los colores >> me dijo con un guiño).

Un chico de poco más de 20 años hizo una preciosa flor de papel y la colocó dentro porque según me dijo como no sabía hablar con las mujeres había tenido que aprender a hacer flores con servilletas del bar. Y una de las más emocionantes fue una caja que reproducía los barrotes de la cárcel. Pintada de negro y envuelta en un lazo rosa mostraba una evidente declaración de principios: <<Algunos de nosotros hemos perdido la posibilidad de encontrar refugio>>. Y el más daliniano del grupo construyó un huevo frito y orgulloso me contó que había realizado la yema con la bola del bote de desodorante.

Pero no creáis que llegar a este punto fue fácil. Ellos tuvieron que buscar en su interior y yo plantar cara a su exterior. Por la mañana recorría el corredor oyendo toda clase de comentarios que no sólo me incomodaban sino que me repugnaban. Me odiaba a mi misma por tener tantos prejuicios pero acabé yendo a los talleres vestida por completo de negro. En el aula las tensiones hicieron que incluso uno de ellos fuese expulsado del grupo por agresividad hacia mí. Y los cambios de humor de la mayoría de ellos también me afectaban profundamente. Muchas mañanas me levantaba con cierta ansiedad y tenía que obligarme a mí misma a volver a cruzar la puerta. Y cuando salía del taller era incapaz de volver a casa o al trabajo y me acercaba al primer bar del barrio para poder tomar una copa de vino que me relajase. No os cuento todo esto para victimizarme sino porque en estos procesos solo se cuentan los bonitos resultados pero el camino es más largo de lo que parece.

IMG_0069Sin embargo, es cierto que los resultados suelen compensarlo todo. Con el material creado a lo largo de esos meses organicé una exposición en un centro cultural de la ciudad. Ellos no podían asistir a la inauguración por lo que al finalizar todo el circo mediático preparé una caja para enviar a cada uno de ellos. En este caso la caja no estaba vacía sino llena de recuerdos:

  • Selección de fotos de los talleres en la cárcel.
  • Fotos del montaje en el centro cultural.
  • Fotocopias de las reseñas aparecidas en prensa.
  • Una biografía de Oteiza.

Muchos de ellos me escribieron agradeciéndome emocionados el regalo. Algunos me dijeron que les gustaría leer más libros de Oteiza. Y otro me dijo que en un mes le trasladarían a Zaragoza así que me escribiría por si quería hacer algún taller allí. Lo cumplió.

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EL ARTE TE SEÑALA

No hay una sola cosa que esté sin señalar, y lo único que queda sin señalar es el propio señalar. Sin dicho señalar no podríamos nombrar las cosas del mundo. Y sin poder nombrarlas, ¿acaso podríamos decir que están señaladas? No.

Más en verdad toda cosa está señalada y el señalar no requiere ninguna cosa para existir, pues existe en sí mismo.

                                                                                      Gongsun Long

La primera vez que visité un centro de salud mental tuve la sensación de que el tiempo allí se había parado. Los ritmos, tanto de pacientes como de personal sanitario eran, en general, lentos. Se cruzaban en el camino miradas ausentes, tristes y vacías con rostros sonrientes, amables y cálidos. Tenía la impresión de estar ante una gran familia en la que todos se entendían como podían, asumiendo que estaban en el mismo barco. El silencio también era intenso y todo ello produjo en mí una profunda sensación de aislamiento. Ellos se observaban y se señalaban pero ¿alguien les señala a ellos?

DSC02917_esc-300x200En el mismo instante en que señalamos a alguien le damos un nombre pero los pacientes de salud mental rara vez son asumidos por su entorno como individuos con nombre propio, con necesidades, sueños y anhelos. Simplemente, están ahí como muestra defectuosa de individuos que pudieron vivir en nuestra comunidad pero que ya están fuera de ella. Sinceramente creo que las únicas personas que están fuera de su comunidad son aquellas que no asumen su diversidad. Ellas y ellos están, son y serán por encima de nuestra comprensión. No obstante, como todos nosotros, necesitan comprensión. Necesitan volver a tomar contacto con una realidad, la de la vida, de la que su mente les aleja tan a menudo. El arte puede ser una buena cuerda de amarre para devolverles a tierra.

Centro San Francisco Javier, Pamplona. Foto de Luis Azanza.
Centro San Francisco Javier, Pamplona. Foto de Luis Azanza.

Desarrollar un proyecto educativo o artístico con un centro de salud mental requiere ante todo un posicionamiento de partida humilde. Un hospital no es un museo o un centro de arte, por lo que nosotros no seremos nunca los capitanes del barco. Es necesario asumir que el educador artístico llega a ese escenario como transmisor y catalizador de experiencias pero que estas siempre deberán apoyarse en los consejos y pautas establecidas por el personal clínico (psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales, etc.). En este sentido las conversaciones deben ser constantes y no hay que esperar a finalizar el proyecto para evaluarlos y evaluarnos. Cada día es una evaluación que nos ayudará a afrontar el siguiente con mayor seguridad.

Otro de los aspectos a tener en cuenta es el hecho de que son personas sujetas a cambios emocionales muy fuertes lo que, unido a una potente medicación, hace que su relación con nosotros cambie radicalmente de una semana a otra. Debemos estar preparados para ello. No voy a negaros que a mí se me hace muy difícil llegar al taller y descubrir que la persona con la que he tenido una buena conexión la semana anterior ni siquiera me mira  a la cara y desde luego, no desea en absoluto hablarme. En ese momento, tienes una profunda sensación de fracaso, pero ese fracaso no es otra cosa que el reflejo de tu ego personal. No estás ahí para que te quieran y te valoren sino para ayudarles a ellos a valorarse.

La autoestima es uno de los principales problemas a los que se enfrentan estas personas. Mi trabajo se ha centrado siempre en pacientes con cuadros de depresión o esquizofrenia y en ambos casos se aíslan porque sienten que no se les quiere, que no se les comprende. Y no se alejan solo de su vecindario, su familia o sus amigos sino que en la propia clínica es raro que establezcan nexos de unión con sus compañeros. El arte puede ayudar a romper este forzado silencio.

Centro San Francisco Javier, Pamplona. Foto de Luis Azanza.
Centro San Francisco Javier, Pamplona. Foto de Luis Azanza.

En uno de los talleres que realicé en el Centro San Francisco Javier de Pamplona trabajamos el concepto de laboratorio de esculturas como un escenario en el que conviven miles de piezas. Después de estudiar alguna de ellas e incluso realizar pequeñas obras en yeso u otros materiales trasladamos el concepto a la pared del gimnasio. Para ello, cubrimos de papel todo un muro y lo dividimos en franjas como si de repisas o baldas se tratase. El ejercicio consistía en dibujar piezas hasta llenar por completo ese “armario”.  El resultado fue muy interesante ya que al principio cada uno seleccionó un trozo de papel para dibujar sin tener contacto con el resto. Pero a medida que avanzábamos algunos no podían evitar chocarse con otros o incluso ceder parte de su trozo de papel para que el de al lado pudiese continuar su figura. En ocasiones, los que se encontraban en mejor forma física ofrecían su ayuda a los que no podían agacharse para rellenar su parte más baja del mural. Toda una demostración de compañerismo que surgió de forma fluida ante el gesto de mover un lápiz por la pared.

Centro San Francisco Javier, Pamplona. Foto de Luis Azanza.
Centro San Francisco Javier, Pamplona. Foto de Luis Azanza.

En otro de los talleres trabajábamos la memoria en relación a nuestras vivencias de infancia (el pueblo, la familia, los viajes, etc.) y les propuse imaginar uno de esos viajes y contarlo en una postal. Fueron ellos los que crearon la postal desde trozos de cartulina en los que por una cara dibujaban esa vivencia y por otra escribían un pequeño texto. Al finalizar, les propuse enviarse a ellos mismos la postal para ver qué sentían al recibir algo así desde el exterior. Ninguno estaba convencido. Algunos me decían que esas postales tan “caseras” no serían admitidas por correos. Y otros decían que los médicos y psicólogos no se las entregarían al llegar al centro. Aún así les pusimos sellos y yo me comprometía a enviarlas. La semana siguiente fue muy emocionante. Todos tenían sus postales en la mano y me contaban que cuando la recibieron ya no se acordaban de haberla enviado y que se pusieron tan contentos como si les hubiese escrito un familiar. Otros me decían que nunca hubiesen imaginado que un dibujo suyo pudiese ser tan importante. Y alguno, yo no me podía sentir más contenta, me dijo que había pensado en hacer más y enviárselas a sus compañeros. El aislamiento empezaba a tener pequeñas fisuras por las que entraba luz.

En otra ocasión os contaré más experiencias de este escenario tan complejo y apasionante como es la educación artística en el contexto de la salud mental. Este sencillo post tan sólo tiene como objetivo recordaros que el arte es inmensamente poderoso si creemos en él pero antes de creer en el arte es necesario creer en las personas, las señaladas y las no señaladas, las visibles y las no visibles, las públicas y las silenciadas.

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‘MUY POCA COSA’ EL ARTE COMO FORMA DE VIDA

“morir es salir

salir de aquí

pero adónde?

caer y levantarte

levantarte en el mismo agujero

cómo es que aún trato de levantarme?

Vaso

irrompible

cuando

el mismo vaso

se ha roto

varias veces”

Jorge Oteiza

 

La vida es muy perra con demasiada frecuencia y negarlo es vivir fuera de ella. Se empeña en apretarnos y apretarnos hasta dejarnos casi sin aliento. Nos pone a prueba sin previo aviso. Y nos arranca sin piedad todo lo que más queremos. Sin embargo, y aunque parezca una utopía, la felicidad de esa vida depende de nosotros en un porcentaje mayor del que podríamos imaginar. Caerse suele ser un acto involuntario pero levantarse puede depender únicamente de nuestra voluntad.

A mi alrededor veo constantemente a gente valiente que lucha por superar las adversidades pero hoy os quiero contar uno de esos casos que te golpea el estomago. Una de esas lecciones de vida que hacen que te replantees tus quejas, lloros y demandas diarias. La conocí hace un año…

Aitziber dibujando en el Museo Oteiza el cartel 'Muy poca cosa' que da título al documental
Aitziber dibujando en el Museo Oteiza el cartel ‘Muy poca cosa’ que da título al documental

Aitziber Aranburu es una mujer que lleva cayéndose y levantándose 43 años seguidos, día a día, hora a hora. Nació siendo un ser  frágil e hizo de esa fragilidad su campo de batalla. A los nueve meses el médico dijo a su madre que esa niña era ‘muy poca cosa’. Era casi imposible que superase el año de vida. Una afirmación que ninguna madre puede asumir por lo que esta lucho con uñas y dientes por su pequeña alimentándole con una cucharilla hasta los siete años.

Diagnosticada Sindrome Down y con una salud cada día más deteriorada Aitziber no bajaba la guardia y empezó a alimentarse de lo que a día de hoy es su principal medicina: el arte. Su día a día se compone de pequeñas rutinas como la comida, la siesta y algún paseo. Se desplaza siempre en silla de ruedas y necesita estar conectada a una máquina de oxígeno, pero cuando pinta o baila su cuerpo se llena de energía y no necesita de ninguna ayuda. Se olvida de los tubos y  de la silla y es feliz. Una felicidad que puede durar una hora o dos a lo sumo pero que son su verdadero motor.

Hace aproximadamente un año Toni Sasal, de Enclave Audiovisuales, S.L @en_clave_av, se puso en contacto conmigo para explicarme que estaban preparando un documental sobre la vida de una mujer muy especial. Por aquel entonces yo ni siquiera había oído hablar de Aitziber. La idea principal era reconstruir la historia de su vida utilizando su relación con la danza y la pintura como hilo conductor. Mi labor consistiría en desarrollar una serie de actividades creativas desde las que analizar y recoger las reacciones de ella ante la experimentación artística. No tuve duda ni por un segundo de que esa colaboración llegaba a mi vida como un regalo.

Mi relación directa con la danza es ya lejana por lo que propuse a Toni y Pablo Calatayud, director del documental, contar con la presencia de Oihane Andueza, maestra y bailarina, con la que ya había desarrollado algún proyecto. Ella es una persona de una sensibilidad extrema y estaba segura, como así ha sido, de que su presencia enriquecería el proyecto.

Las actividades de búsqueda y experimentación se han desarrollado en distintos lugares de Pamplona como Civican, Civivox, Museo Oteiza o incluso su propia casa. Tanto Oihane como yo teníamos claro que era necesario trabajar desde metodologías abiertas que empujasen a Aitziber a ir un poco más allá. Su relación con la pintura es excesivamente rígida ya que pinta normalmente sobre plantillas fijas. Y respecto a la danza debe siempre adaptarse a la coreografía fijada previamente para el grupo. Por todo ello, el objetivo ha sido desde un primer momento romper esos esquemas preestablecidos y ver cómo reacciona ante preguntas abiertas. No es mi intención desvelar el contenido del documental sino trasladaros las sensaciones y vivencias que dichas sesiones me han producido.

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Sesión de trabajo en Civican Pamplona

La primera sesión comenzó con un breve encuentro en el que aprovechando la coincidencia de nuestros nombres trabajamos sobre la letra A y la identidad.

“¿Sabes cómo me llamo?”- le pregunté.

“No”, me dijo sin demasiada curiosidad.

“Me llamo Aitziber”.

“No, yo me llamo Aitziber”, dijo un poco enfadada.

“Pero yo también”.

“No, Aitziber soy yo”.

En ese momento tuve claro ante quien estaba. Ella construye su día a día desde un enorme esfuerzo personal  y no existe nadie que pueda venir a hacerle sombra. Ella debe ser la primera, la mejor, la más observada, la más querida, la más aplaudida, la más… Pero no os confundáis, no existe en su mirada ni un ápice de altanería. Ella siempre será la primera porque es su forma de sobrevivir. Desde entonces cuando la veo le pregunto: “¿Quién es mejor artista, tú o yo?” Y, con una pícara sonrisa siempre me responde: “Yo”.

Pintando con papel en Civican Pamplona
Pintando con papel en Civican Pamplona

Las sesiones de pintura han tenido como eje central dos caminos de búsqueda. Por un lado, romper con los materiales y formatos clásicos. Y por otro, establecer relaciones sentimentales con el color. En el primer caso, los resultados han sido muy interesantes. Como ella pinta siempre con pincel, hacerle dibujar con papel, corchos, trapos o tizas ha enriquecido notablemente su conexión con el arte. La primera vez que le pedimos pintar sobre una pared no dejaba de controlar su mano para realizar dibujos pequeños y ordenados pero entonces empezaba a olvidarse de todo y la bailarina que lleva dentro comenzaba a mover su mano por todo el mural. Verla pintar y bailar, siempre concentrada y siempre en silencio, al mismo tiempo, resulta maravilloso.

Respecto al segundo caso, la relación con el color, sus respuestas han sido una verdadera lección. Le gustan todos los colores y aunque le resulta complicado mezclarlos cuando le descubres un nuevo tono casi siempre sonríe.

“¿Te gusta este nuevo color que he inventado?”

“¡Me encanta!”

‘Me encanta’ es su frase estrella. Nunca dice ‘sí’,  ‘me gusta’, ‘bastante’, etc. Ella no tiene término medio. Las cosas no le gustan o le encantan. Y entre las que no le gustan esta el negro.

Cuando le propuse relacionar el color negro con alguna persona que le cayese mal o que no le gustase me dijo: “A mí me gusta todo el mundo”. Sabia respuesta de alguien que no tiene tiempo que perder en peleas absurdas.

Trasladando sensaciones al cuerpo con Oihane Andueza en Civivox Mendillorri
Trasladando sensaciones al cuerpo con Oihane Andueza en Civivox Mendillorri

Las sesiones de danza y expresión corporal han sido intensas y emotivas. Desde el cuerpo ha recreado movimientos relacionados con el nacimiento, el miedo, la alegría o la amistad. Casi nunca se quejaba y seguía con atención las lecciones de Oihane. Nadie sabe de dónde saca la energía suficiente para poder moverse durante una hora pero lo hace. Y después de esforzarse y vivir cada movimiento de su cuerpo con esfuerzo pero también con la elegancia de quien se siente observada cae redonda sobre la silla como diciendo: Me caigo de nuevo pero lo hago para levantarme mañana.

Aitziber me ha enseñado que cuando alguien te dice que eres ‘muy poca cosa’ te está dando, sin saberlo, la oportunidad de demostrar que eres alguien especial. ¡Gracias!  Espero ansiosa el estreno del documental al que seguro acudirá Aitziber como una verdadera estrella y rodeada de esa maravillosa familia que cuida de ella con un cariño indescriptible.

*@aitziberurtasun

Cártel del documental dibujado por Aitziber en el Museo Oteiza
Cártel del documental dibujado por Aitziber en el Museo Oteiza