El vividor de la ancianidad
Dirección y guión: Gianni Di Gregorio. Intérpretes: Gianni Di Gregorio, Valeria De Franciscis, Marina Cacciotti, Maria Calìzia, Grazia Cesarini Sforza, Alfonso Santagata y Luigi Marchetti. Nacionalidad: Italia. 2008. Duración: 75 minutos.
Algunas películas, confieso que yo he encontrado pocas, resultan atractivas antes y después de ser vistas, pero no durante. En el tiempo de su experimentación real, cuando el celuloide corre y los personajes muestran su núcleo, acontece algo incómodo, algo así como una sensación de vacío. Se ven porque justo es dejarles mostrar todos sus misterios, pero en ese proceso apenas hay algo que merezca la pena. Lo interesante acontece en ese espacio metafílmico, en esa tierra de nadie que incluye lo que rodea a su creador y lo que acaba por destilar, tras su clausura, su obra. Una buena amiga explicaba perfectamente la sensación que fluye tras ver Vacaciones de Ferragosto . Cuando salen los títulos de crédito del final, decía, es cuando da la impresión de que va a empezar la película. Y dice bien porque es, en ese instante, cuando comienza el filme. Pero le corresponderá completarlo al espectador porque para entonces, tras 75 minutos, las luces de la sala se han encendido y la entrada ya no da derecho a nada.
Si no supiéramos que Gianni Di Gregorio escribió el guión de Gomorra , pocos hubieran reparado en este filme de abuelitas acogidas por un vividor que recuerda al Fellini de I vitelloni . Su protagonista en la ficción, él mismo, es de esa casta de hombres ociosos que se encaminan hacia su vejez sin capacidad de trabajo, sin voluntad de amor, sin curiosidad ni deseo, tan solo, tal vez, con el vicio de la gula; un placer que puede ser social pero que termina siendo severamente onanista.
Vacaciones de Ferragosto no pasó en la realidad porque Di Gregorio no aceptó la sugerencia de su casero de cuidar a su madre, pero acontece en la realidad de la pantalla. Esboza una pregunta única: ¿qué hacemos con la gente mayor? Y contesta: pagar para quitárnosla de encima. De eso va este filme que da la sensación de desaprovechar a sus personajes, que amaga pero no pega y que rinde homenaje a Nanni Moretti y al neorrealismo del siglo XXI. No da mucho, pero deja un gran escozor. Algo perverso y cruel atraviesa esa reunión de viejecitas carentes de afecto que pagan a un gigolo indolente para que les facilite un poco de libertad. Y como el cine clásico, cuando el chulo cobra, la cámara funde en negro y lo real no se muestra.