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Archivo para agosto, 2007

Disparatado Medem

viernes, 31 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección y guión: Julio Medem. Intérpretes: Manuela Vellés, Charlotte Rampling, Bebe, Asier Newman, Nicolas Cazalé, Raúl Peña y Gerrit Graham. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 119 minutos.

En La pelota vasca, la cámara de Medem se movía como un pájaro que sobrevolaba las cabezas de los testigos de un conflicto al parecer inexplicable y, finalmente, inexplicado. En Caótica Ana , el primer fotograma corresponde a una paloma que vuela sobre un paisaje análogo al que Mario Camus estampó en Los santos inocentes , un símbolo de la más rancia España de cazadores y cazados. En él asistimos a una lección de cetrería filmada como si fuera una obra de terror y, dentro de ella, a la escenificación de una moraleja política: «por más que la paloma se cague(sic) en el halcón, éste la acabará matando» . Lo que viene a continuación es una larga, barroca, delirante y ¿caprichosa? disertación para rebatir lo que al principio se nos enseña.

Para ello Medem acude a una cuenta atrás y a la hipnosis. Allí también acudieron Buñuel, Bergman, Herzog y Lars von Trier. Pero ¡ojo! ahora ya no hablamos de metáforas. Se trata de una cuenta atrás literal. Una cuenta atrás hacia el principio, hacia el origen, pues ésa y no otra es la pretensión de Medem: asomarse al comienzo del mundo. En realidad, lo que se ha traído entre manos se parece mucho a un homenaje a la mujer, a un arrebatado y existencial monumento a Venus.

La hipnosis es el medio. Y la protagonista Ana, nombre que corresponde al de la hermana fallecida de Julio Medem -cuyas pinturas cobran una especial relevancia en la película-, y al de su hija. O como dice en su dedicatoria, a una Ana que se fue y a otra que ha venido. Y es que Ana se erige como la madre de todas las madres, encarnación de todas las víctimas, icono de vida y visión eterna de la mujer, esa mujer-musa de la que desde su primer filme Medem se enamora.

Lo indiscutible en este discutible filme es la autoría de Medem; un cineasta singular que permanece fiel a sus señas de identidad, a sus obsesiones y a sus sueños. Caótica Ana es cien por cien puro Medem. En consecuencia, con su nueva película, más extremada, más radical, Medem alimenta aún más la división entre detractores y acérrimos. Por desgracia, con este filme, Medem se lo ha puesto más fácil a los primeros. Pese a ello, los fieles encontrarán algunas secuencias brillantes y una nueva «actriz» en pleno éxtasis obligada a ejecutar quiebros dramáticos inconcebibles. Salvo en la recta final, cuando se le corta el pelo, Manuela Vellés salva su papel y sublima su trabajo frente al naufragio de gentes aventajadas como Charlotte Rampling. Ciertamente no es fácil para los actores asimilar la naturaleza de los personajes ideados por Medem, especialmente en esta película, engarzada de manera tan abrupta que se diría está cosida sin hilo.

Aunque resulta imposible no reconocer la generosidad de su esfuerzo; acumular imágenes y sacudir ideas solemnes no garantiza llegar al objetivo buscado, sobre todo cuando se trasmite la sensación de no saber hacia dónde se está yendo.

Medem, que en la distancia íntima conjura bellos arabescos se propone unir la poética con la política, de forma que cuando pretende encajar lo abstracto con lo concreto, el filme se astilla y se llena de desgarros. Una cosa es creer en la maldición de la poesía que no toma partido, y otra creer que basta con tomar partido para que de allí surja un gran poemario.

Su Ana es tan caótica como disparatado resulta ese intento que tanto evoca lo que hace unos años hizo Wenders cuando filmó Hasta el fin del mundo . A algunos sitios no se va, simplemente, se ha ido. Para ello bastaría con bajar a Tierra pero eso es algo que Medem ha olvidado.

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Un péplum para el siglo XXI

viernes, 31 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección: Doug Lefler. Intérpretes: Colin Firth, Ben Kingsley, Aishwarya Rai, Peter Mullan, Thomas Sangster, Kevin McKidd, John Hannah y Iain Glen. Nacionalidad: Gran Brertaña, EEUU y Francia. 2007. Duración: 110 minutos.


Si en lugar de Doug Lefler esta nave hubiera sido capitaneada por Robert Rodríguez, La última legión podría haber sido el Sin City del péplum, una especie de Planet Terror de las «pelis de romanos». Como está el citado Lefler, director de varios capítulos de Xena, la princesa guerrera y de Hércules; todo se vuelve pequeño, simple, directo y, digámoslo pronto, carente de brillo.

La última legión parte de un best seller millonario y se apunta a esa corriente narrativa que se complace en mezclar la Historia con el delirio. Su argumento aspira a levantar un puente imaginario entre el declive del imperio romano y el nacimiento de la leyenda del rey Arturo. Hábil artimaña de vendelibros que se nutre de fuentes muy frecuentadas por los aficionados al cine de aventuras. O sea, que La última legión , producida por el sello de Dino De Laurentis, utiliza la vieja fórmula del cine de barrio de los años 50. Un reparto de actores reconocibles aunque no ocupen los primeros puestos. Una mezcla de ingredientes que ya han funcionado; el espectador con paladar y memoria puede reconocer sabores que van desde El señor de los anillos a El Rey Arturo pasando por Gladiator. Y, finalmente, una actitud humilde por la que, reconociendo su naturaleza de híbrido, deja a un lado solemnidad y rigor para fiarlo todo al puro divertimento.

Cine de baja ambición y escasa intensidad, La última legión es víctima de un grave olvido. No existe guión digno de ser así llamado. Aunque Lefler copia esforzadamente a otros filmes, nada puede hacer ante las lagunas del libreto. El principio de causalidad aquí no existe. La evolución dramática de los personajes, no se conoce. La sorpresa y el suspense, y eso sí es su responsabilidad, se malogran porque en realidad, Lefler trata al espectador como a un niño. Y aquí surge el pequeño prodigio de La última legión . Su lección de pundonor. Puede ser mala, de hecho lo es; pero no aburre. Nadie se toma muy en serio. Los personajes salen y entran del cuadro inopinadamente. Los malos, son fatales. Los buenos, abruman y el padre del rey Arturo, último emperador de Roma, rezuma el carisma del hijo perfecto e improbable padre ideal. ¡Qué bonito!

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Un péplum para el siglo XXI

viernes, 31 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección: Doug Lefler. Intérpretes: Colin Firth, Ben Kingsley, Aishwarya Rai, Peter Mullan, Thomas Sangster, Kevin McKidd, John Hannah y Iain Glen. Nacionalidad: Gran Brertaña, EEUU y Francia. 2007. Duración: 110 minutos.


Si en lugar de Doug Lefler esta nave hubiera sido capitaneada por Robert Rodríguez, La última legión podría haber sido el Sin City del péplum, una especie de Planet Terror de las «pelis de romanos». Como está el citado Lefler, director de varios capítulos de Xena, la princesa guerrera y de Hércules; todo se vuelve pequeño, simple, directo y, digámoslo pronto, carente de brillo.

La última legión parte de un best seller millonario y se apunta a esa corriente narrativa que se complace en mezclar la Historia con el delirio. Su argumento aspira a levantar un puente imaginario entre el declive del imperio romano y el nacimiento de la leyenda del rey Arturo. Hábil artimaña de vendelibros que se nutre de fuentes muy frecuentadas por los aficionados al cine de aventuras. O sea, que La última legión , producida por el sello de Dino De Laurentis, utiliza la vieja fórmula del cine de barrio de los años 50. Un reparto de actores reconocibles aunque no ocupen los primeros puestos. Una mezcla de ingredientes que ya han funcionado; el espectador con paladar y memoria puede reconocer sabores que van desde El señor de los anillos a El Rey Arturo pasando por Gladiator. Y, finalmente, una actitud humilde por la que, reconociendo su naturaleza de híbrido, deja a un lado solemnidad y rigor para fiarlo todo al puro divertimento.

Cine de baja ambición y escasa intensidad, La última legión es víctima de un grave olvido. No existe guión digno de ser así llamado. Aunque Lefler copia esforzadamente a otros filmes, nada puede hacer ante las lagunas del libreto. El principio de causalidad aquí no existe. La evolución dramática de los personajes, no se conoce. La sorpresa y el suspense, y eso sí es su responsabilidad, se malogran porque en realidad, Lefler trata al espectador como a un niño. Y aquí surge el pequeño prodigio de La última legión . Su lección de pundonor. Puede ser mala, de hecho lo es; pero no aburre. Nadie se toma muy en serio. Los personajes salen y entran del cuadro inopinadamente. Los malos, son fatales. Los buenos, abruman y el padre del rey Arturo, último emperador de Roma, rezuma el carisma del hijo perfecto e improbable padre ideal. ¡Qué bonito!

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Un péplum para el siglo XXI

viernes, 31 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección: Doug Lefler. Intérpretes: Colin Firth, Ben Kingsley, Aishwarya Rai, Peter Mullan, Thomas Sangster, Kevin McKidd, John Hannah y Iain Glen. Nacionalidad: Gran Brertaña, EEUU y Francia. 2007. Duración: 110 minutos.

Si en lugar de Doug Lefler esta nave hubiera sido capitaneada por Robert Rodríguez, La última legión podría haber sido el Sin City del péplum, una especie de Planet Terror de las «pelis de romanos». Como está el citado Lefler, director de varios capítulos de Xena, la princesa guerrera y de Hércules; todo se vuelve pequeño, simple, directo y, digámoslo pronto, carente de brillo.

La última legión parte de un best seller millonario y se apunta a esa corriente narrativa que se complace en mezclar la Historia con el delirio. Su argumento aspira a levantar un puente imaginario entre el declive del imperio romano y el nacimiento de la leyenda del rey Arturo. Hábil artimaña de vendelibros que se nutre de fuentes muy frecuentadas por los aficionados al cine de aventuras. O sea, que La última legión , producida por el sello de Dino De Laurentis, utiliza la vieja fórmula del cine de barrio de los años 50. Un reparto de actores reconocibles aunque no ocupen los primeros puestos. Una mezcla de ingredientes que ya han funcionado; el espectador con paladar y memoria puede reconocer sabores que van desde El señor de los anillos a El Rey Arturo pasando por Gladiator. Y, finalmente, una actitud humilde por la que, reconociendo su naturaleza de híbrido, deja a un lado solemnidad y rigor para fiarlo todo al puro divertimento.

Cine de baja ambición y escasa intensidad, La última legión es víctima de un grave olvido. No existe guión digno de ser así llamado. Aunque Lefler copia esforzadamente a otros filmes, nada puede hacer ante las lagunas del libreto. El principio de causalidad aquí no existe. La evolución dramática de los personajes, no se conoce. La sorpresa y el suspense, y eso sí es su responsabilidad, se malogran porque en realidad, Lefler trata al espectador como a un niño. Y aquí surge el pequeño prodigio de La última legión . Su lección de pundonor. Puede ser mala, de hecho lo es; pero no aburre. Nadie se toma muy en serio. Los personajes salen y entran del cuadro inopinadamente. Los malos, son fatales. Los buenos, abruman y el padre del rey Arturo, último emperador de Roma, rezuma el carisma del hijo perfecto e improbable padre ideal. ¡Qué bonito!

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Un péplum para el siglo XXI

viernes, 31 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección: Doug Lefler. Intérpretes: Colin Firth, Ben Kingsley, Aishwarya Rai, Peter Mullan, Thomas Sangster, Kevin McKidd, John Hannah y Iain Glen. Nacionalidad: Gran Brertaña, EEUU y Francia. 2007. Duración: 110 minutos.

Si en lugar de Doug Lefler esta nave hubiera sido capitaneada por Robert Rodríguez, La última legión podría haber sido el Sin City del péplum, una especie de Planet Terror de las «pelis de romanos». Como está el citado Lefler, director de varios capítulos de Xena, la princesa guerrera y de Hércules; todo se vuelve pequeño, simple, directo y, digámoslo pronto, carente de brillo.

La última legión parte de un best seller millonario y se apunta a esa corriente narrativa que se complace en mezclar la Historia con el delirio. Su argumento aspira a levantar un puente imaginario entre el declive del imperio romano y el nacimiento de la leyenda del rey Arturo. Hábil artimaña de vendelibros que se nutre de fuentes muy frecuentadas por los aficionados al cine de aventuras. O sea, que La última legión , producida por el sello de Dino De Laurentis, utiliza la vieja fórmula del cine de barrio de los años 50. Un reparto de actores reconocibles aunque no ocupen los primeros puestos. Una mezcla de ingredientes que ya han funcionado; el espectador con paladar y memoria puede reconocer sabores que van desde El señor de los anillos a El Rey Arturo pasando por Gladiator. Y, finalmente, una actitud humilde por la que, reconociendo su naturaleza de híbrido, deja a un lado solemnidad y rigor para fiarlo todo al puro divertimento.

Cine de baja ambición y escasa intensidad, La última legión es víctima de un grave olvido. No existe guión digno de ser así llamado. Aunque Lefler copia esforzadamente a otros filmes, nada puede hacer ante las lagunas del libreto. El principio de causalidad aquí no existe. La evolución dramática de los personajes, no se conoce. La sorpresa y el suspense, y eso sí es su responsabilidad, se malogran porque en realidad, Lefler trata al espectador como a un niño. Y aquí surge el pequeño prodigio de La última legión . Su lección de pundonor. Puede ser mala, de hecho lo es; pero no aburre. Nadie se toma muy en serio. Los personajes salen y entran del cuadro inopinadamente. Los malos, son fatales. Los buenos, abruman y el padre del rey Arturo, último emperador de Roma, rezuma el carisma del hijo perfecto e improbable padre ideal. ¡Qué bonito!

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Cuestión de tiempo

viernes, 31 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección: Andrea Staka. Intérpretes: Mirjana karanovic, Marija Skaricic, Ljubica Jovic, Pablo Aguilar. Nacionalidad: Alemania, Suiza, Bosnia Herzegovina 2007. Duración: 81 minutos.

La gran diferencia conceptual entre el cine-industria al estilo de Hollywood y el cine europeo en clave realista reside en un factor importante. El primero, suele mantener la atención del público a costa de acumular detalles, efectos, tramas y trampas con la sensación de que da mucho. El segundo, opta por un minimalismo narrativo, una sobriedad emocional, que trasmite la sensación de que nada acontece en la pantalla. La paradoja surge minutos después. Cuando el espectador trata de reflexionar sobre lo que ha visto comprende que allí donde mucho se prometía apenas había algo. Al contrario, en filmes como Fraulein , se percibe cómo, tras minutos de aparente vacío e inexpresividad, se ha escrito un fresco complejo y certero cuyos recovecos están llenos de matices y sugerencias.

En realidad, todo se reduce a una cuestión de tiempo. En el primer modelo, la película acaba cuando aparecen los créditos. En el segundo, es en ese momento cuando comienza a tener sentido lo que se estaba viendo. El problema para el cine europeo es que con las prisas, -¿han visto cómo se escapan los espectadores del cine en cuanto se intuye el final del relato?- pocos son los espectadores dispuestos a prestar atención a lo que han visto.

Fraulein acontece en Zurich aunque sus protagonistas nacieron en una desaparecida, Yugoslavia. Trata de tres mujeres, y habla de la vida, del amor, de la tierra perdida y del futuro incierto. Con ella debuta una joven realizadora suiza de raíces yugoslavas. Como se desprende de todo esto, es una película cuyo protagonismo decisivo está explícito: la mujer. En ella, aparecen hombres, pero la historia es de ellas. Filmada con fotografía fría y encuadre austero, Fraulein rezuma incomodidad, claustrofobia y desarraigo. Pese a su actitud realista, Andrea Staka, la directora del filme, salpica todo con una inefable sensación de inquietante extrañamiento. Hay vocación fabuladora, voluntad de tejer un discurso político y una querencia por el símbolo. Hay muchos matices, algunas concesiones a lo ornamental, pequeños titubeos narrativos y unos personajes profundos, vulnerables y tiernos. A cambio, reclaman tiempo, algo insólito para quienes miden el cine en monedas.

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Magisterio animado

viernes, 10 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección: Brad Bird. Doblaje español: Guillermo Romero, Carlos Isbert, Fernando Cabrera, Juan Amador Pulido, Luis Mas, Héctor Cantolla, Inés Blázquez y Jesús Carrasco. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 110 minutos

Hace apenas una semana, las campanas a muerto despedían a dos magistrales cineastas fallecidos el mismo día; Antonioni y Bergman. Hace apenas un par de días, Le Monde reconstruía un diálogo imaginario con regusto a epitafio y cineastas como los Dardenne, Assayas y Bellocchio transmitían una sombra de pesadumbre y nostalgia ante el vacío de su ausencia. En su pesar había algo que se trasmitía al propio cine como si con ellos, el cine también se estuviera muriendo en algún modo.

Es un sentir comprensible pero ¿resulta lógico? Veamos. Eran casi centenarios, nacieron cuando el cine todavía no hablaba y cuando su gramática estaba en construcción. Engrandecieron el cine, le regalaron obras cumbre como Blow Up y Persona y su muerte, paradójicamente, ha llegado cuando hay voces que anuncian el final del cine. Pero desde los años 60 se viene hablando de ello. En los años 80, un Wenders presuntuoso, reclutaba a un puñado de cineastas para hablar sobre el no futuro del cine frente al vídeo. Hace tres meses, una recién nacida revista española volvía a cuestionarse eso mismo. ¿Está muriendo el cine?

No lo creo. Y Ratatouille es una prueba incontestable de que todavía es factible aunar inteligencia con diversión, capacidad introspectiva con ritmo y sensibilidad y darle a todo ello una forma fílmica capaz de emocionar al espectador.

Ratatouille entre otras muchas cosas, puede verse como un homenaje al cine, que es como decir a Bergman y Antonioni. Ratatouille es un ejercicio de honesta adecuación entre ambiciones y resultados. No hay espacio para desarrollar todo lo que Pixar representa pero sí lo hay para significar que, tras los nombres del equipo capitaneado por John Lasseter, hay un decidido intento por retornar los fundamentos del relato clásico. Ese que Disney elevó a categoría de genialidad. No es casualidad que haya sido la Pixar la que ha evitado la desaparición de la Disney.

Pero hablemos de Ratatouille . Dirigida por Brad Bird, autor de la memorable El gigante de hierro y de la brillante Los increíbles , Ratatouille , bajo el pretexto de hablar de los placeres culinarios, es un monumento al riesgo y a la diferencia. Dentro de algunos años, Ratatouille formará junto a obras como Monstruos S.A. , Buscando a Nemo y Toy Story la mejor antología del imaginario de la sociedad del siglo XXI. En sus intersticios podrán analizarse los sistemas de valores de nuestro tiempo. Y en filmes como Ratatouille hallarán la eficacia extrema de una de las mejores factorías de animación de todos los tiempos.

Divertida, brillante, compleja y generosa, la obra dirigida por Bird en realidad deviene en puro autorreflejo de lo que Pixar representa. La fe en el trabajo colectivo, la sublimación de recuperar las viejas fórmulas tradicionales añadiendole eso sí, el valor impagable de las pequeñas innovaciones, la importancia de saber asumir el valor del riesgo, la convicción de que todos pueden hacer lo mejor aunque no todos estén dispuestos a conseguirlo,… en definitiva un ideario con el que se podrá estar más o menos de acuerdo pero en el que, como acontecía con el Disney de su época más feliz, la de los llamados Nine Old Men, rebosa vitalidad y entusiasmo.

Los pequeños disfrutan y los adultos perciben que el gran cine, en estos momentos, se refugia en la animación. Es sólo cuestión de calidad y de talento. Parece disparatado, pero mientras surjan películas como Ratatouille crecerá la esperanza de saber que el cine de Bergman y Antonioni tendrá descendencia.

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Espléndido fracaso

viernes, 10 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección: David Silverman. Guión: James L. Brooks, Matt Groening, Mike Reiss, George Meyer y Matt Selman, entre otros; a partir de los personajes creados por Groening. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 87 minutos

Cuando Matt Groening decidió llevar al cine a sus Simpson , la serie de televisión que desde hace 400 episodios y veinte años arrasa en todo el mundo, sabía que corría un gran riesgo. Sabía que la naturaleza de la serie y la complicidad de millones de espectadores con sus personajes hacía imposible la elaboración de un largometraje que no acabara pareciendo un episodio largo. Y sabía bien porque, pese a sus esfuerzos, este largometraje no consigue jamás eludir la sensación de que es una especie de capítulo especial en la ya de por sí especial serie de animación.

Sin embargo Groening ha tratado de ser honesto. Una mirada a la larga relación de guionistas presentes en la realización del filme revela que Los Simpson , la película, es un prestigioso party de talentos. Hay en su guión más poderío, potencialidad e historial que en el 99 por ciento de la producción de Hollywood de este año. Un examen al currículum de su director, David Silverman, (Monstruos S.A. ) habla también de la serena actitud de Groening y de la importancia de su papel como maestro de ceremonias de este proyecto abonado al fracaso. Dicho de otro modo. Los Simpson es un espléndido e innecesario largometraje que jamás consigue eludir el peso de la serie, porque desde su mismo inicio comprende que no puede dar lo que su naturaleza no tiene: autonomía narrativa e independencia argumental. Toda la sabiduría de sus guionistas se han centrado en pulir los chistes, elaborar situaciones divertidas, imprimir ritmo y agilidad… pero eso es todo.

¿Suficiente? Depende de las expectativas de cada espectador. Las de la mayoría se colman con creces, porque el largometraje atesora algunas de las ideas más brillantes de esta familia convertida en emblema de la sociedad del bienestar del siglo XXI. Y un emblema, como un periódico, como un logotipo o la camiseta de un equipo, no soporta grandes cambios. Basta con permanecer fiel a lo que representa aunque en este caso sea a costa de no aportar nada nuevo. De ahí que Groening rechazase desde el principio el uso del 3D o la tentación de que fuesen actores reales los que representasen a los Simpson . Y es que los Simpson son los Simpson , ni más, ni menos.

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Deseos de niño, pasiones adultas

viernes, 10 de agosto de 2007 Sin comentarios

Dirección y guión: Robert Rodriguez. Intérpretes: Rose McGowan, Marley Shelton, Freddy Rodriguez, Josh Brolin, Jeff Fahey, Michael Biehnn y Naveen Andrews. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 97 minutos.

Robert Rodriguez y Quentin Tarantino formularon en los años 90 los rasgos más significativos del cine de su contemporaneidad. Un cine descreído hecho de pasión cinéfila y de sobredosis de vídeo. Llegaron con insolencia. El primero arrasó con El mariachi , una película financiada con un puñado de dólares que no daban ni para pagar el catering de una mediocre producción de Hollywood. Tarantino hacía lo propio con Reservoir dogs . Ambos apelaban a la complicidad de un público joven capaz de ver más allá del puro relato para recrearse con los guiños, con las fuentes y con los subrayados. Utilizaban la truculencia del cine gore, la libertad del cine salvaje, el delirio del cine visionario. Veinte años después, siguen en lo mismo.

Grindhouse es la prueba y Planet Terror la mitad de un proyecto que contemplaba la recuperación del programa doble, el sabor húmedo y atorrante del cine de barrio y el valor insobornable del cine extremo. Pero Grindhouse ha sido un monumental naufragio. Tanto que se estrena en dos partes para paliar el descalabro sufrido en EE.UU. Y aunque al ser dos películas, la fragmentación no afecta al relato, con ello se destroza el intento de recuperar los modos en los que se consumía el cine B en los suburbios de las grandes metrópolis.

Es decir, el intento de recrear el ideal de cine que ellos veían, o creían ver cuando eran adolescentes. Y es que hay mucha nostalgia en Grindhouse , un exceso de ingenuidad industrial y quizá algo de soberbia en Rodriguez y Tarantino. Planet Terror con su imagen rayada, con sus fotogramas quemados, con sus falsos trailers y sus fotogramas robados destila sobreentendimiento y entusiasmo. Rodriguez y Tarantino, ratas de videoclub que han estudiado hasta los subproductos más ínfimos, ahora ofrecen su recuerdo a todo ello, ignorantes de que el gran público carece de su interés y es ajeno a tanta curiosidad. Esa es la más amarga lección del fracaso de este proyecto: que ya no es tiempo para el entusiasmo.

En Planet Terror hay muchas debilidades pero hay secuencias, planos e imágenes impagables. Hay exceso e incontinencia pero hay riesgo y hay una Rose McGowan con una pierna amputada que hubiera seducido incluso al mismísimo Buñuel.

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