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Archivo para noviembre, 2007

La debilidad de la carne (virtual)

viernes, 30 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Robert Zemeckis. Guión: Neil Gaiman y Roger Avary. Intérpretes: Ray Winstone, Anthony Hopkins, John Malkovich, Robin Wright Penn, Brendan Gleeson, Angelina Jolie. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 113 minutos.

Robert Zemeckis, lugarteniente de Steven Spielberg, admirado por su trilogía de Regreso al futuro y oscarizado por Forrest Gump , ocupa un lugar preponderante en Hollywood. Es decir, a él no le eligen, él escoge lo que dirige. Y él quería a toda costa realizar Beowulf , un poderoso juguete con alma de leyenda del siglo VI y coraza digital construida con las técnicas del siglo XXI. Para cumplir su capricho, Zemeckis pasó por encima, es decir, compró los servicios de Neil Gaiman y de Roger Avery. El primero es un prestigiado autor de cómics, ahora los denominan novelas gráficas. Es autor de la recién estrenada Stardust y de una joyita llamada Sandman . El segundo irrumpió en la escena al lado de Quentin Tarantino, coautor de Pulp Fiction y director de Killing Zoe y Las reglas del juego . Dos talentos jóvenes para insuflar savia nueva al autor de Náufrago , que ya ha cumplido los 55.

Hablando de años. Hace diez, Gaiman y Avery ya tenían lista la versión de esta historia a la que tanto le debe Tolkien. Hace dos, Zemeckis decidió, tras el batacazo de Polar Express , que Beowulf sería su redención. Con sus secuencias llenas de acción y fantásticas criaturas, este proyecto se antojaba como el pretexto ideal para que la tecnología de la captura del movimiento alcanzase su esplendor. Dicha técnica consiste en rodar con actores a los que se les capta, a través de sensores, su esencia formal para luego recrearlos maquillando en el píxel con facilidad lo que cuesta horrores o no se puede hacer en la realidad. El efecto es extraño. Aquí, un plantel de actores consagrados, Anthony Hopkins, John Malkovich… devienen en réplicas plastificadas que se tambalean como fantasmas sin vida. A cambio, se ofrece la posibilidad de lograr planos secuencia imposibles y de recrear escenarios hasta ahora sólo al alcance del mundo del dibujo. Ésa es la tentación que fascinaba a Zemeckis y a ella se entrega como se entrega Beowulf a los brazos de la sirena-diosa con rostro de Angelina Jolie. Ambos pagan cara su debilidad. La carne es débil, incluso aunque sea carne virtual.

Así que, por más que el filme se titule Beowulf , al héroe de esta leyenda de ecos germánicos, préstamos británicos y alma vikinga, no le corresponde el papel decisivo. Quien atraviesa de principio a fin esta historia es la figura de una diosa de belleza espectacular, empeñada en engendrar hijos a los que sus padres abandonan. No es el mito edípico lo que aquí está en liza, sino la huida de esos padres condenados a enfrentarse a los hijos que engendran.

A la vista del guión se adivina por qué atrajo tanto a Avery y Gaiman y por qué Zemeckis les compró su idea. Por eso mismo, de nada sirve que Zemeckis se empeñe en arruinar el argumento. Pese a su desmayada puesta en escena y pese a ese empeño pueril en tapar la genitalidad desnuda de Beowulf para que sea apta para todos los públicos, hay algo en el filme que fascina. Más preocupado por ocultar el pene del héroe que por mostrar la herida de la diosa que le aguarda en el fondo de la grieta, Zemeckis evidencia su falta de garra para afrontar un material mítico. Incapaz de percibir el abismo que se abre en esta historia, es la propia historia la que se impone a su torpe mano rectora.

De hecho, cuando arrancan el brazo de Grendel, mejora la película. Por eso, a partir de aquí, cuando la acción se impone y la oscuridad se abalanza en forma de dragón y fuego, surge la imperiosa necesidad de pedir un director capaz de hacer bien esta película. Ahora, pese a la torpeza de Zemeckis, que parece no entender qué está contando, algo en ella atrae e inquieta.

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Colonialismo paternal

viernes, 30 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Peter Berg. Intérpretes: Jamie Foxx, Jennifer Garner, Chris Cooper, Jeremy Piven, Danny Huston, Jason Bateman, Richard Jenkins. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 110 minutos.

Saber que Michael Mann mueve en la sombra de la producción los hilos de este filme representa un indicio de doble significación. Por un lado garantiza la solvencia del proyecto. Mann, autor de obras tan rotundas y sólidas como Corrupción en Miami , no puede permitirse un mal producto cuando él aparece como productor. Pero, al mismo tiempo, es evidente que si no ha dirigido él la película es porque algo hay en ella que no le acaba de convencer. Ese algo se comienza a apreciar a los diez minutos del filme, cuando los personajes ya han sido definidos y el espectador lamenta que en lugar de arrimarse al ojo del huracán el guión busque perderse en ventoleras irrelevantes.

La sombra del reino ha sido comparada con Syriana . Más que nada porque comparte con el filme de George Clooney su deseo de ahondar en el laberinto de Arabia Saudí, en ese bosque de pozos petrolíferos y jeques inalcanzables rodeados de intereses terroristas y guerras sucias que se juegan a varias bandas. Pero a diferencia del filme de Clooney, cuyo calado político era más transparente por cuanto estaba narrado desde una denuncia real, aquí todo adquiere el tono de un filme de coreografía de la violencia. Arranca con un festín de sangre, explosiones y muerte -un atentado terrorista- y finaliza con otro ágape sanguinario en nombre de una venganza que trata de hacer justicia. El cordón umbilical que une ambas masacres no es sino un grito de impotencia criminal, un matar a todos contra el que, supuestamente, este filme nace para pedir sensatez. Lamentablemente, ahí culmina toda su capacidad de introspección.

La dirección de Peter Berg, el actor -aquí también hace una breve aparición- que nos regaló Very Bad Things , no pasa de ser sino un solvente hacer al servicio de un encargo más preocupada por la acción que por la reflexión. Su historia, el envío de un comando del FBI al corazón del ataque terrorista en Arabia Saudí, se inclina más por el hacer de Rambo -ahora CSI y/o 24 – que por ahondar en lo que pretende denunciar. De ese modo, los personajes se quedan en arquetipos y la amistad entre un militar saudí y el agente americano se resuelve a golpe de melodrama al estilo de una convencional serie televisiva.

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Buen ‘rollito’, mala película

viernes, 30 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Claude Berri. Intérpretes: Audrey Tautou, Guillaume Canet, Laurent Stocker, Françoise Bertin, Béatrice Michel, Kahena Saighi, Hélène Surgère. Nacionalidad: Francia. 2007. Duración: 97 minutos.

Al igual que las buenas noticias no son noticias, las películas con eso que ahora se ha dado en tildar de buen rollito tampoco son películas. Películas buenas, se entiende. Lo que no quiere decir que no tengan éxito. Al contrario. Ese tipo de producciones rebosantes de personajes amables, encajes sentimentales y altas dosis de azúcar y miel cumplen su terapéutica función: aliviar culpas ajenas. Por cierto, no confundir esto con las películas de happy end porque, aunque éstas a menudo han tenido muy mala prensa, muchas de ellas resultan sobrecogedoras por su contenido y sobresalientes por su calidad. Nada aquí sobresale, entre otras cosas, porque nada aquí levanta la cabeza.

Basada en el libro de Anna Gavalda, coescrito el guión en complicidad con la propia novelista, dirigida en colaboración de François Dupeyron (El señor Ibrahim y las flores del Corán ) a causa de una depresión que a punto estuvo de tumbar al veterano Claude Berri, estamos ante un producto demasiado lavado, demasiado pulido y pactado como para aspirar a ser personal.

Los protagonistas que están juntos en este filme, pero que no quieren mezclarse, son un joven aristócrata cuyo tartamudeo tiene su origen en unos padres castradores; un don Juan lleno de amargura que se gana la vida como cocinero; y una joven anoréxica que tiene problemas con su madre. Los tres provienen de famllias en ruinas y los tres arrastran una soledad que su convivencia ayudará a resolver. Con este argumento, Rohmer hubiera despellejado años atrás a estos tres especímenes desorientados pero Claude Berri carece de ironía, no pone distancia y no parece saber hacia dónde va. Su trabajo como cineasta se mueve en el territorio de la mera ilustración, le resulta suficiente con la piel de la novela y nos deja sin sustancia.

Su cámara no construye imágenes, sólo recoge palabras. Palabras que se dicen para que entendamos lo que el celuloide no muestra. En ese estadio, Audrey Tautou hace de Audrey Tautou, o sea, de Amèlie. Y con ella como referente, el resto circula a su alrededor en medio de simpáticas acciones, con gestos amables y pequeñas y edificantes sombras. Todo muy convencional, muy plano, muy bonito. Todo vacío de autenticidad y de vida.

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El halcón, las víctimas y el búho

viernes, 16 de noviembre de 2007 1 comentario

Dirección: Robert Redford. Intérpretes: Robert Redford, Meryl Streep, Tom Cruise, Michael Peña, Andrew Garfield, Peter Berg, Derek Luke. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 96 minutos.

Tres escenarios, como un trípode anclado en la tierra, sostienen el oscuro y errático lamento implícito en este Leones por corderos . Su título, se nos dice, arranca de una mezcla de admiración y estupor de un oficial alemán al contemplar cómo, durante la Primera Guerra Mundial, los soldados británicos morían con bravura ante la falta de grandeza de sus mandos. Traspasado al tiempo presente, y según la mirada de Redford, los infantes americanos serían los heroicos leones y Bush y sus correligionarios, los infames corderos.

En este tríptico a la desorientación, Redford propone tres escenas independientes. En una, un halcón de Bush arrincona a una experimentada periodista con complejo de culpa. En otra, un veterano profesor libra una batalla contra un alumno privilegiado sobre el que se proyecta el símbolo de la juventud norteamericana. En el tercer escenario, dos soldados caídos en medio de las nevadas cumbres de Afganistán esperan una muerte sin remedio a cargo de los hombres de Bin Laden, retratados como una jauría de perros. Ellos son los leones, dos brillantes estudiantes. Afroamericano uno, mexicano el otro, que tras el 11-S decidieron defender los ideales del sueño americano. Los otros, sombras negras que escupen la muerte.

El problema de esta película de barniz liberal y patriótico acabado reside en su indefinición. Pedagógica, sin ideas ni personajes auténticos, Leones por corderos se pierde en el terreno de la impotencia. Como el rey Salomón, Redford se pone equidistante. A un lado, coloca al títere de Bush, un ambicioso cachorro que va para presidente para quien la única salida posible de Irak es la victoria y la aniquilación. En el otro, un profesor progresista hace un llamamiento a la milicia popular, a la responsabilidad individual y a un patriotismo idealista tan ingenuo como epidérmico. Y entre ambos extremos, coloca a dos valientes soldados sacrificados por un Abraham sin ángel que detenga la mano. Si especialmente pobre resulta el debate entre los personajes de Cruise y Streep, inocuo es el discurso del personaje del propio Redford. Sin mordiente, sin tensión y desbrujulado, Redford olvida lo esencial: los que mandan no son corderos, sino patrióticos lobos sanguinarios.

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Verdad, ficción e inspiración

viernes, 16 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Laurent Tirard. Intérpretes: Romain Duris, Fabrice Luchini, Laura Morante, Edouard Baer, Ludivine Sagnier, Fanny Valette, Gonzague Requillart, Philippe du Janerand. Nacionalidad: Francia. 2007. Duración: 120 minutos.

Los biógrafos de Molière señalan cómo, el célebre dramaturgo, al cumplir los 22 años, desapareció misteriosamente durante unos meses dejando solos a sus compañeros de teatro. Es apenas un vacío insignificante en la por otra parte bien documentada biografía que se tiene del autor de Tartufo. Apenas una veladura, un leve eclipse en un recorrido iluminado paso a paso, en buena medida por sus propios trabajos teatrales. Pero esa sombra resulta suficiente para que Laurent Tirard, en connivencia con Gregoire Vigneron, se lance a inventar una situación en la que se inscribe la definitiva orientación de un prometedor escritor y actor que se empeñaba en ser trágico cuando estaba llamado a servir a la ironía y el humor.

Se trata de un proyecto que sigue las huellas de experimentos exitosos como Shakespeare enamorado. Consiste en, con la legitimidad de recrear la figura de un referente incuestionable e incuestionado, fabular sobre algunos aspectos de su vida íntima, a medio camino entre una explicación psicoanalítica y un delirio de historia-ficción.

Nada nuevo, ni nada ilegítimo, aunque no parece que con ello se avive ningún interés por los autores clásicos. En todo caso, se contribuye a una popularidad distorsionadora y banal que, aquí, alumbra un filme amable, menos ingenuo de lo que aparenta y más gratificante de lo que cabría esperar. Un híbrido pseudofreudiano.

Sin perderse en la erudición pero sin despreciar algunos guiños que un conocimiento amplio de la obra y vida de Molière propician, Laurent Tirard, en su segundo largometraje, se mueve con la pulcritud de ese cine francés de buen acabado y solvente factura. Si hemos de creer lo que Tirard propone, su Molière maduró a costa de renunciar a una intensa historia de amor. De modo que cuando aspiró el aroma del sacrificio y el dolor, el repelente histrión ebrio de excesos e inclinado a arrojar tragedias contra el espectador supo del inmenso valor de la sonrisa inteligente y el inapreciable poder del vitriolo dulce, ese que se bebe sin culpa ni dolor. Para sustentar esta teoría, Laurent Tirard mueve con talento a un brillante elenco actoral poco teatral pero sí altamente cinematográfico. Es suficiente; su Molière entretiene y es divertido.

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Imágenes para una constatación: el horror de lo real

viernes, 16 de noviembre de 2007 1 comentario

Dirección y guión: Brian De Palma. Intérpretes: Izzy Diaz, Daniel Stewart Sherman, Patrick Carroll, Mike Figueroa, Ty Jones, Rob Devaney, Kel O’Neil, Zahra Kareem Alzubaidi. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 90 minutos.

De todas las películas que se vieron en Sitges durante su 40ª edición, la más desoladora, la más inquietante, fue Redacted . A su lado, la legión de psicópatas, zombies, monstruos y otros engendros del mal escondidos en los kilómetros de celuloide que se proyectaron en la bella ciudad catalana apenas fueron gesto y figura impostada en un carnaval de acné y urgencias. Y es que, en Redacted , habita el horror de lo real y el dolor de lo posible, ése ante cuya visión el espectador percibe su inminencia. Inminencia que arrastra la funesta fatalidad de recordar que la bestia está despierta en nuestro interior y ruge.

Como vivimos en el año en el que la guerra de Irak se ha convertido en paisaje de cine, el filme de Brian De Palma corre el peligro de ser despachado como una contribución más a lo que se mece entre el oportunismo, las buenas intenciones y la pertinencia. Nada de ello tiene que ver con los motivos que alumbran Redacted , filme escrito desde una necesidad que se abisma hacia la pesadilla. A diferencia de Robert Redford, cuyo tejido fílmico pretende elaborar un titubeante discurso político, De Palma utiliza la guerra representada en la vieja Mesopotamia para desarmar al cine contemporáneo.

De Palma es cineasta postclásico antes de que el término se verbalizara. Practica un cine que sabe del cine, cine resabiado y a veces se diría que incluso cínico. No ha dudado en jugar, entre otros, con Hitchcock, Antonioni y Eisenstein en una corrosiva manifestación sobre la deriva del relato fílmico.

Pero ese jugar se transforma ahora en (con)jugar, para ello propone un proceso de declinaciones que se sirve de predicamentos muy distintos. De Palma, a partir de los diferentes soportes audiovisuales que acotan la contemporaneidad, ahonda en la misma obsesión perceptible en el George A. Romero de El diario de los muertos , algo que de manera más tangencial y frívola también respira en el REC de Jaume Balagueró y Paco Plaza. O sea, que Brian De Palma se apropia para su filme de los sedimentos audiovisuales que ejercen ese bombardeo de imágenes en los que se diluye la realidad.

La gran diferencia entre la guerra del Vietnam, el conflicto del Golfo y la invasión de Irak hay que buscarla en los ecos que de los tres conflictos bélicos se ha dado en los medios de comunicación. En cómo se cuenta y quién lo relata estriba su principal diferencia. De hecho, De Palma configura el origen de Redacted en torno a un pelotón inmerso en la guerra. Es el esquema de La chaqueta metálica , entre los soldados los hay brutales y los hay concienciados, la diferencia estriba en que ahora cada soldado es -o puede ser- un testigo con cámara, un recolector de imágenes en cuyas luces y sombras quedará impreso aquello que entendemos como «lo que ha acontecido», sucedáneo de la verdad.

En Redacted , a diferencia de la confusa La batalla por Hadiza , en la que su realizador se perdía en equilibrios imposibles y en justificaciones no pedidas, De Palma se sirve de imágenes nobles y de imágenes bastardas. Hay confesiones a cámara y cámaras de vigilancia que captan mecánicamente lo que acontece delante de ellas. De la suma de todas ellas surge un retrato pormenorizado, pero nada hay en esa adición de huellas que permita vislumbrar el hecho consustancial de ese despertar a la bestia interior. Ella, brutal y sanguinaria, es la que se pasea por Redacted acongojando al espectador ante lo que intuye como una extraordinaria película y un demoledor documento sobre la locura implícita en la violencia.

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El héroe y el monstruo

viernes, 9 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Andrew Dominik. Guión: Andrew Dominik a partir de la novela de Ron Hansen. Intérpretes: Brad Pitt, Casey Affleck , Mary-Louise Parker, Brooklynn Proulx. Nacionalidad: EEUU. 2006. Duración: 160 minutos


Lo acuñó John Ford en su impagable El hombre que mató a Liberty Valance : en el Oeste, a la hora de publicar la historia, se opta por imprimir la leyenda. Una leyenda que en su filme, nada inocente, proponía una sugerente vuelta de tuerca. Detrás del héroe reconocible, venía a decirse en su película, descansa otro héroe anónimo sin cuyo concurso nada hubiera sido igual. En lugar de la integridad del emblema, paradigma de la civilización y símbolo del orden y la justicia, Ford optaba por reivindicar al «otro», al cowboy aventurero metáfora del Oeste salvaje y libre al que se le restituía su eclipsada grandeza. Esa labor rehabilitadora la llevaba a cabo Ford sin por ello menoscabar la valía del héroe oficial, aunque, para los ojos de un niño, el personaje de James Stewart provocaba una inquietante sensación con su disparatada y vulnerable actitud. Esa acobardada valentía, probablemente más cerca de la verdad que de la fábula, era el fundamento de la película de John Ford: unir en un mismo filme la historia y la leyenda.

El Jesse James que Andrew Dominik retrata en esta película pertenece a un tercer nivel equidistante entre la verdad histórica y la épica fabuladora. Para ello cruza una fotografía de belleza espectacular y contornos borrosos que se diluyen como ráfagas oníricas, con una aproximación microscópica que traspasa la piel de sus dos principales personajes, Jesse James y Robert Ford.

Andrew Dominik clava en el relato de los últimos meses de vida de Jesse James una inquietante introspección psicológica. Conjuga el rigor de la anécdota con una osada libertad para especular con lo que, de un modo u otro, queda inscrito en los hechos ritualizados de su, tantas veces, recreado día final. Casi medio centenar de películas, algunas de nombres magistrales, han cantado la épica gesta de los últimos días de Jesse James. Ninguna se atrevió a dibujar una retina tan psicótica como la que aquí lucen James y Ford, víctima y verdugo, o quizás simplemente las dos caras de la misma pesadilla.

Dominik se acerca a las figuras de James y Ford como algunos autores han hecho con Jesucristo y Judas, como si fueran una especie de espejo invertido, un ying y yang necesario, un ritual simbólico en el que la muerte de uno resulta tan inevitable que en su afán de hacer que el destino se cumpla, rebaja la culpabilidad del que traiciona. ¿Acaso no está invitando el James de Pitt al Ford de Affleck a que lo mate por la espalda en esta película?

Hay por ello una pose solemne y litúrgica en esta brillante incursión sobre el legendario pistolero al que las canciones de taberna transformaron en carne de leyenda. A lo largo del filme, Dominik insiste en los lazos que unen a James con Ford. «¿Quieres ser como yo o quieres ser yo?» pregunta James a Ford en ese momento en el que la suerte parece estar echada. Y así, con ropaje de western, alma de drama, toques de fantasía y un leve barniz de terror, plano a plano se agiganta un filme poliédrico que se sabe importante y no lo disimula.

Pitt y Affleck dan un recital en medio de una banda de virtuosos intérpretes. Con ellos, el filme dinamita su pertenencia a género alguno para ofrecerse como una obra honda que, así como Eva al desnudo , más que retratar la escena teatral, desnudaba la ambición humana, aquí no es la historia de James lo que importa, sino el delirio al que conduce el poder, la violencia y la fama. Así se escribe la metonimia de esta locura trágica, la de Jesse James y Robert Ford, temerario uno, traicionero el otro, víctimas de su tiempo y náufragos de su propia fantasía.

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La Justicia y los justos

viernes, 9 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Ben Affleck Guión: Ben Affleck , Aaron Stockard a partir de la novela de Dennis Lehane. Intérpretes: Casey Affleck, Michelle Monaghan, Morgan Freeman, Ed Harris. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 114 minutos


LA huella de Clint Eastwood aparece en muchos planos de Adiós pequeña, adiós . No sólo porque el autor de la novela en la que se inspira este filme sea el mismo escritor, Dennis Lehane, que puso en manos del autor de Sin perdón el argumento de Mystic River . Sino porque Ben Affleck, un actor que como intérprete no aguantaría ni un asalto frente a Harry el Sucio, debuta en el campo de la dirección y aquí consigue salir ileso de ese duelo de actores cineastas.

Vivo aunque no ganador porque, aunque Adiós pequeña, adiós se comporta como un filme atractivo, maduro y complejo, su factura nunca sobrevuela la deuda estilística que tiene con el hacer de Eastwood. Quizá en siguientes obras Affleck muestre sus verdaderas cartas, esos rasgos que le identifiquen como creador singular, ahora le basta con mostrar que tiene la lección aprendida.

Comparada con el tristemente célebre caso Madeleine, porque su trama central gira en torno al secuestro de una niña de cuatro años, poco o nada tiene que ver con ello. Al contrario. Aquí lo que Affleck plantea, con la complicidad templada de su propio hermano Casey y la mirada protectora de Ed Harris y Morgan Freeman, se parece mucho a lo que el propio Eastwood hizo en Million Dollar Baby : apelar a la respuesta individual allí donde la Justicia no puede resolver las grandes paradojas inherentes a la sociedad humana. En ese sentido, la larga pesquisa policial, el laberíntico bosque creado para enturbiar la verdad y el proceso seguido por los diferentes personajes, es decir, la verdadera esencia del relato, ha sido creada para llevar al espectador ante la gran duda moral que el filme plantea.

Es aquí donde Affleck y Eastwood convergen de manera más evidente. Hemos citado Million Dollar Baby, un filme que plantea un caso de eutanasia, práctica ante la que Eastwood se muestra contrario aunque decida que su propio personaje en el filme lo asuma cargando con las consecuencias. Algo semejante ocupa a Affleck en esta historia, con la diferencia de que él no apela al sacrificio individual sino a la voz de la Ley, aunque no resuelva el problema. Ambos, Eastwood y Affleck, se inmolan en el conflicto entre el ser y el deber.

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La seguridad del infierno

viernes, 9 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Rodrigo Plá. Guión: Rodrigo Plá, Laura Santullo. Intérpretes: Maribel Verdú, Daniel Tovar, Carlos Bardem, Marina de Tavira. Nacionalidad: México. 2007. Duración: 97 minutos


Lo más terrible de esta fábula contemporánea sobre el miedo al lobo feroz no surge del dolor por la triste suerte de la abuelita. Lo que preocupa de La zona no reside tampoco en la ferocidad de los cazadores paranoicos que, en nombre de la justicia, se llenan de sangre inocente. Aunque ésa sea la amenaza y la consiguiente denuncia sobre la que crece esta película, lo aterrador de este cuento es que ha sido rodado en un escenario real y que, en lugar de exagerar sus perfiles para dimensionar su moraleja, los ha rebajado, porque la realidad es mucho más insoportable, ridícula y extrema que lo que recoge la pantalla.

La zona pone en imágenes la obsesión por la seguridad de la clase media-alta mexicana aunque puede aplicarse a cualquier parte, a cualquier lugar. Concebida como un relato distópico que alumbra un futuro cercano, enciende las alarmas porque sabemos que en el presente ya se cumple su terrible relato sobre el temor ante el otro. La obsesión por la seguridad alimenta el virus del totalitarismo y prepara el terreno a la locura y a la violencia. Esa parece ser la lección básica de un filme desgarrado y fantasmal capaz de hacerse perdonar sus deficiencias y una molesta artrosis narrativa que no sortea algunas acciones carentes de lógica. Aunque molesta esa sinrazón, ¿por qué no pide ayuda a la madre -excelente Maribel Verdú- el joven protagonista, sabiendo que ella es una de las pocas que no pierde la cabeza en esa zona-prisión?, el filme merece la pena.

Pesadilla real en el aquí y ahora, La zona expone en clave esquemática el peligro implícito en una sociedad cada vez más diferenciada entre ricos y pobres. Filme de urgencia y denuncia que ilustra sobre los excesos de la autodefensa, en ella descansan los discursos de autores mayores. Hay mucho de Peckimpah, de Pakula e incluso de Kazan. Su realizador, Rodrigo Plá bebe, entre otros, de los mejores cineastas norteamericanos, y se nota. Pero aunque su factura venga de lejos, su denuncia, en especial la que afecta a toda la corruptela policial y judicial, es atemporal y vigente, y aquí se oculta lo más impactante del filme. Lo que se percibe como verdadero y real en medio de una farsa que, en realidad, no lo es.

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Lágrimas por el final de una cultura

viernes, 2 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Dirección y montaje: Wang Quan’an. Guión: Lu Wei y Wang Quan’an. Intérpretes: Yu Nan, Bater, Senge, Peng Hongxiang y Zhaya. Nacionalidad: China. 2006. Duración: 95 minutos.

En las lágrimas con las que Tuya clausura su boda, boda que da título a esta película, se percibe el mismo desarraigo que sacude a la propia figura de Wang Quan’an. Como Tuya, Wang Quan’an se mueve en un territorio en retirada, empeñado en cuadrar un círculo al que las convenciones del pasado, por un lado, y el desmoronamiento de las formas sociales del presente, por el otro, anulan. Wang Quan’an al hablar de Tuya y al mostrar las últimas tradiciones de un pueblo condenado a perderlas, no hace sino redundar en lo evidente: que los tiempos cambian. Lo grave, parece deducirse del filme, es que la cerrazón de las tradiciones no hace sino acelerar ese final. Tuya, con su empecinamiento rebelde, llora porque sabe que en su intento está sola.

Por edad, nacido en 1956, Wang Quan’an debería militar en la camada de Zhang Yimou, Chen Kaige y compañía; la llamada Quinta Generación. Por su incorporación al cine, Wang Quan’an comienza a respirar como tal con la irrupción de la Sexta. Ese fluctuar entre dos referencias tan distintas; una vivió la Revolución Cultural, otra oyó hablar de ella, encuentra en Quan’an ese puente necesario para entender que ambas están más cercanas de lo que aparentan. Quan’an ejerce de pieza vertebral en esas dos miradas antagónicas, la de la épica operística y el chambara de lujo, véase: La maldición de la flor dorada , y la de la compostura mínimal desprovista de todo artificio; véase Naturaleza muerta .

La boda de Tuya lleva a la conclusión de que, en su propuesta, hay una equidistancia muy interesante entre esos dos manuales de referencia. ¿Acaso no mostraban igual respeto por la tradición Tierra amarilla y Sorgo Rojo , filmes fundacionales del boom del cine chino de los años 80?

Director, coguionista y editor de su película, Quan’an no es un cineasta asilvestrado e intuitivo que hace cine sin saber qué está haciendo. Al contrario. Quan’an, con un cálculo riguroso sólo utiliza una actriz profesional, Yu Nan, también presente en sus dos películas anteriores. Y la lanza, como a su personaje, a cargar con la película sobre sus espaldas. Si Tuya mantiene la hacienda, Yu Nan logra que sus compañeros, niños y adultos, hagan de sí mismos en un híbrido entre documental y recreación ficcionada. La boda de Tuya gira en torno a los esfuerzos de una joven mujer, madre de dos hijos que, ante la incapacidad de su marido tras sufrir un accidente, asume todas las labores de su duro trabajo. Como la vieja anciana de La balada del Narayama , Tuya es imprescindible, pero ni siquiera ella puede sacar por sí sola a toda la familia. La solución pasa por divorciarse del marido y volverse a casar, pero ella sólo aceptaría esa acción si el nuevo pretendiente acoge en su casa al antiguo marido, lo que no es fácil de aceptar porque implícitamente supondría consagrar de hecho una relación de poliandria, y eso es algo que resquebraja las reglas.

No hay más historia que ésta y ésta se hace hermosa y subyugante conformando una de las más emotivas películas del año. Nada que ver con ese cine de presuntos valores etnográficos gestado por publicistas con vocación misionera y blandas meninges. Aquí no hay reconstrucción impostada; tan solo una plasmación de lo real a la que se le ha inyectado un relato conmovedor. Enriquecida por la música tradicional; el paisaje y los trajes no son decorado sino verdad incorporada a la odisea de una joven madre que pide la revolución en una cultura que está abocada a disolverse en la nada. De ahí las amargas lágrimas de Tuya. Continúa el conflicto.

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