La consorte del emperador
Dirección: Sergei Bodrov. Guión: Arif Aliyev y Sergei Bodrov. Intérpretes: Tadanobu Asano, Honglei Sun, Khulan Chuluun, Odnyam Odsuren, Aliya, Ba Sen y Amadu Mamadakov. Nacionalidad: Alemania, Kazajistán, Rusia y Mongolia. 2007. Duración: 128 minutos.
Relata Sergei Bodrov, en este biopic, el secreto del valor con el que Genghis Khan se ganó el fervor de su gente y la fidelidad de sus guerreros. Sin desvelar el ropaje poético que Bodrov utiliza, éste se reduce a una máxima existencial: cuando no se posee nada, nada se puede perder. Y, en consecuencia, bajo esa referencia se construye esta biografía que mezcla el tono etnográfico con el espectáculo épico; el rigor antropológico con el exceso del gran espectáculo. Estamos ante un experimento que no siempre sale bien, pero en el que se acunan secuencias poderosas e inusuales en la tradición del cine de grandes guerreros. De Sergei Bodrov conocemos aquí dos referencias muy diferentes. Su pequeña joya antibélica, El prisionero de las montañas , y su aventura estadounidense al lado del indie Alexandre Rockwell. Ambas confluyen en este inclasificable trabajo.
Lejos del Oliver Stone de Alejandro Magno y del Petersen de Troya , Bodrov se adentra en la tundra de Mongolia, en un territorio abonado para documentalistas pacientes, donde Kurosawa se sobrepuso a una depresión extrema que bien podía haber acabado con él para siempre.
En su caso, Bodrov se enfrenta al mito con un uso arbitrario del proceso cronológico. En él alterna elipsis sorprendentes con minutos de pormenorizada descripción más atenta a avanzar por el laberinto del ser humano que sostuvo al gran Khan, que a cantar sus gestas. Eso confiere una especial relevancia a la figura del padre y a la de su mujer. En el padre inscribe Bodrov la grandeza del linaje y el misterio de una naturaleza que le hizo extraño entre extraños. En la mujer pone el cineasta ruso el contrapeso de la prudencia, la rentabilidad de la magnanimidad y la clave de su supervivencia, sin ocultar la extrema crueldad del tiempo descrito. Esa mezcla de lirismo poético y coreografía militar no da para eclipsar el peso del Alexander Nevsky de Eisenstein, pero levanta un extraordinario -por poco común- fresco histórico en el que permanecen dos lecciones básicas. La de que tras un gran personaje hay una sabia mujer, y las ventajas de saber ser generoso. Ambas, paradójicamente, son carne de leyenda y deuda de la verdad.