INSOMNIO de Fernando Chivite*

La literatura, como el cine, nos permite estudiar la posición subjetiva de sus personajes. Vamos a tomar el personaje protagonista de «Insomnio» para repasar algunos de los conceptos freudianos que venimos estudiando.

En el caso de «Insomnio» el protagonista nos muestra, cómo construirse un modo de estar en el mundo, muy al estilo de nuestro tiempo. Se trata, de la constitución de la subjetividad en el tiempo presente. Un tiempo, en que la figura del padre como punto de referencia, ha perdido prestancia y ha dejado de servir como elemento regulador ante la fuerza de los dichos matemos, ante la fuerza de lalengua madre.

El escenario humano, con el que cada uno se encuentra en su venida al mundo- al menos hasta ahora-se compone de tres personajes, que van cumplir tres funciones claves. El Otro paterno, el Otro materno– en su versiones protectora o justiciera- y la fratría; los otros especulares.

«Todos hemos sido abismados«, nos dice el narrador. Y estamos de acuerdo. El sujeto abismado, en su indefensión primaria, queda irremediablemente a merced, no sólo de la necesidad, sino también a merced de su goce pulsional. Necesita alguien que haga función de N-d-P, función de regulación que le ayude a «desabismarse»

En este caso, el padre, es apenas esbozado. Unas pocas pinceladas; la botella en la mano. Sin sufrimiento, pero también sin palabras. No parece constituir para el hijo una figura a la que amarrarse –identificarse– ni como modelo de hombre, ni como modelo de padre. Ni una palabra más sobre él en el resto del libro.

A falta de un padre que funcione como N-d-P, a nuestro personaje, le queda la fratría, el hermanamiento, los otros. ¿Para salvarse de qué? El nos lo dice: «Cuando hablamos de salvación ¿De qué hablamos? ¿De no caer en la estupidez? ¿De no caer en la ambición? ¿De no caer en la locura? Diversas maneras de llamar a la pulsión desamarrada. La madre nos dibuja con sus frases lo que el padre, como hombre, fue para ella; algo a liquidar. Al mismo tiempo, con sus palabras, sitúa al hijo en la serie de los incapaces; incapaz de entender a su madre como mujer. «No lo entiendes. He recuperado mis sueños. No quieres entenderlo”. O sencillamente;”eres incapaz de entenderlo»

Esta madre de la fiesta perpetua, perfecta representante del discurso hedonista moderno, más que difícil de entender, parece difícil de contener, difícil de limitar. Es una Otro materno que arrasa. Podemos suponer que lo hizo siempre. Y la defensa que ese hijo se forjó para poder tomar su distancia, fue no escucharla. Aunque para ello tuviera que volverse algo autista. Sólo con los años pudo desarrollar otra estrategia mejor, otra defensa mejor; mirarla como a una desconocida: » Vuelvo a mirar a mi madre, y siento que la desconozco. Y eso me entristece. Aunque sólo sea hasta cierto punto»

Tenemos, pues, un protagonista con aroma de orfandad. Un protagonista al cual le tocó, como a muchos, construirse solo. Y lo hizo mirando y escuchando a sus iguales, las historias de sus iguales; los otros especulares: «Estamos rodeados de historias (…) Y sin embargo siempre queremos escuchar más (…) nos traen noticias de ese loco mundo en que vivimos (…) nos ayudan a vislumbrar lo que se avecina. Y lo que podría llegar a ocurrirnos en cualquier momento. La locura, el abandono, la enfermedad, la muerte» No es una novela con grandes personajes, ni con grandes gestas. Es la historia de un sujeto de hoy, rodeado de sujetos de hoy. Un sujeto, con su novela personal de neurótico -como creemos que hubiera dicho Freud- o con su psicosis ordinaria -como diríamos leyendo al último Lacan-

El observa, reflexiona, y escribe. Los otros, a modo de yoes especulares, le sirvieron de punto de apoyo, de modelos de identificación para movilizar y ordenar toda su estructura mental, todo su psiquismo: «Lo que siempre me ha sorprendido en realidad es el modo en que la gente sobrelleva sus vidas. Esa aparente entereza con la que lo aguantan todo y unen, un día con otro, descorriendo una cortina cada mañana, abriendo el grifo del baño (…) Esa inexplicable tenacidad por seguir adelante, pase lo que pase.

Él también sigue adelante. Logró convertir su tendencia al autismo en un estado de tristeza. Un motor para escribir: «Naturalmente nos servimos de una cierta tristeza. Tendemos a esa tristeza como a un cierto lugar espiritual: una de esas zonas en las que por decirlo así, acontece el espíritu y cualquier hallazgo puede ocurrir (…) Oteiza en una de sus últimas entrevistas dijo que habitaba la tristeza, y que la tristeza era más bien una especie de conquista, un lugar en el que le gustaba estar porque favorecía su creatividad»

Del objeto perdido le queda la nostalgia. La nostalgia incluye algo de la sombra del objeto. La nostalgia es un modo de «conservar» el objeto, de conservar la ilusión de que no se perdió del todo. «La nostalgia ¿es un dolor? (…) La palabra nostalgia se compone de dos raíces, que significan respectivamente «regreso» y «dolor» (…) En principio nostalgia era siempre nostalgia de la patria (…) Pero patria era el lugar donde se ubica la casa de los padres. El escenario de la infancia (…) El sabor y el color de las cosas vistas por primera vez (…) Cuando aún no había tiempo (…) Nostalgia por lo perdido; olores, lugares, tareas, palabras. La patria al final es lo perdido»

No se nos presenta como un gran triunfador, es más bien un superviviente. Encontró en su pareja una buena amiga. Encontró su obra. Encontró un equilibrio: «Se llega a una edad en la que uno se dice; esto es lo que hay (…) esta especie de aceptación final, de tratado de paz que uno firma con la vida cuando comprende hasta donde es capaz de llegar (…) Por supuesto que al final siempre nos sentimos decepcionados, por digámoslo poco que da la vida de si. Pero ese no es el problema. Eso es sencillamente inevitable. Además la soledad no tiene porque ser tan terrible. (…) Los pesimistas somos felices…generamos la suficiente astucia como para acceder a la felicidad por el camino de atrás. Por el de la negación. Por el de la renuncia. Puede sonar paradójico, pero no es ninguna tontería.»

Pero ¿Qué podemos decir que le queda como resto de su autismo infantil? ¿Cuál es su síntoma? Podemos decir que es el temor a dormirse. Temor a que las cadenas significantes que ha logrado poner en marcha y ordenar en historias, se detengan. Que se detengan y pueda volver a encontrarse con aquello de su primera infancia, aquello alucinatorio y paralizante.

*INSOMNIO, Fernando Luis Chivite, Ed.: Acantilado 2007

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