NOSTALGIA, PASION Y ANGUSTIA

“La pasión es un deseo acompañado de dolor. Es la relación con un objeto (persona o cosa) de la que creemos que puede llenar por completo nuestro vacío”

Vamos comentar estas palabras del artículo publicado debajo de este.

Venimos diciendo que la vivencia de satisfacción quedó como algo inasimilable para el juicio, y puesto que el juicio se hace con significantes, quedó fuera del sistema significante. Vamos a llamar al sistema significante; el registro de lo Simbólico

Para explicar nuestro aparato psíquico Lacan -apoyado en Freud- nos habla de tres registros: el registro de lo Simbólico, el registro de lo Imaginario y el de lo Real. Los tres deben de estar entrelazados, es decir que haya zonas de intersección.

Que algo esté en nosotros fuera de lo simbólico no quiere decir que no esté. La huella de la vivencia de satisfacción está. Está en nosotros, Lacan dice que de un modo extimo. Lo extimo es aquello que está pensado como un no-yo, como un “yo no soy eso”

Un modo de visualizarlo es usando la topología. Si miramos una rueda de camión ¿Dónde está el hueco central? ¿Dentro de la rueda? ¿Fuera? ese vacío es consustancial a la rueda. Es un exterior en el interior

Del Yo hemos venido diciendo que se construye con los juicios que vamos haciendo, juicios que se van repitiendo de la siguiente manera. placentero=bueno para mi=yo …displacentero=malo para mi= no yo, “yo no soy eso”

Ser un objeto a merced del Otro es nuestra primera posición como vivientes. En las primeras vivencias de satisfacción nuestra posición es la de ser un objeto a merced del Otro. Esto es una ley general. El modo en que eso se plasmó, es lo particular de cada uno.

Ser un objeto a merced del Otro debemos de decir que tiene un “tinte de pasividad». Pero nos guste o no, se gozó de eso. Ser el objeto que satisface al Otro causó nuestra satisfacción. Ser lo que le faltaba al Otro, lo que le hacía falta.

Un hijo es uno de los objetos privilegiados susceptible de ser esperado como lo que vendrá a colmar el vacío de la madre, del padre o de ambos. Es más, para que las cosas marchen debe ocupar ese lugar para alguien. Ya habrá tiempo de ser desalojado de ahí.

Toda pasión arranca de ahí. Apasiona repetir esa experiencia. Colocarnos como objeto para que el Otro lo tenga todo. La pasión es un deseo que duele. Freud diría que está más allá del principio del placer, está en el terreno del goce

La vivencia de satisfacción de la que venimos hablando, está en ese terreno, en el terreno del goce. El hecho de haber sido recibida sin haber sido pedida ni esperada, es decir sin ninguna representación psíquica, produce en nosotros la posición de objeto.

Es una posición que se desea y que duele. Es deseada y rechazada al mismo tiempo. Por eso la huella que esa vivencia dejó en nosotros es evitada por el pensamiento y sólo puede ser abordada como un “yo no soy eso”, yo no soy ese objeto ofrecido al Otro.

En la pasión podemos percibirlo . Nos colocamos a merced de algo o alguien a quien atribuimos rasgos o cualidades que lo hacen único. Rasgos muchas veces “inventados” o incluso “alucinados” Nos desposeemos de atributos y se los adjudicamos a alguien. Son los ropajes que disimulan ese lugar de objeto en el que nos ponemos. Argumentos que tratan de sostener el “yo no soy eso” Son ropajes que visten el mal trato que nos damos o que nos dejamos dar.

La angustia está siempre cerca en este tipo de relaciones. Emerge en los momentos en que los atributos con los que adornamos a ese algo o alguien no se sostienen, y cae la máscara que le habíamos puesto.

LA NOSTALGIA (*) Extracto del artículo

Existe una versión romántica de la nostalgia que nos remite al recuerdo entrañable. Es la nostalgia que nos remite al recuerdo dulzón del pasado.

Pero la nostalgia, en su sentido más profundo, es otra cosa. El término nostalgia proviene de la suma de nostos, regreso, retorno, y algos, dolor. La nostalgia no es sólo un recuerdo, sino un recuerdo doloroso de aquello que se añora. Por lo tanto, si el recuerdo mira hacia el pasado, la nostalgia nos trae la presencia dolorosa de algo ya ausente. Reúne en ella pasado y dolor.

Dolorosamente se echa de menos lo que se ausentó, lo que se perdió. Y este dolor es el signo de que lo recordado fue, en su momento, algo único Este dolor en la memoria, nos hace preguntarnos, qué fue ese algo, o ese alguien, que se perdió.

Si el dolor acompaña al recuerdo nostálgico, es porque el dolor acompañó al deseo cuando aún se tenía lo que ya no está. ¿Cómo llamar a ese deseo acompañado de dolor que se tuvo? Tiene un nombre preciso: pasión. La pasión es un deseo acompañado de dolor.

De una relación así, una vez acabada, lo que importa es la huella que dejó. Aquella relación fue vivida como singular, es decir única, y queda a parte de todas las otras. Fue vivida con pasión. La pasión es lo que sentimos por quien creemos que puede llenar nuestro vacío.

Pero la nostalgia también extiende su sombra hacia el futuro. Lo doloroso no es sólo pensar que lo que fue, ya no es. Lo doloroso es tener la certeza de ya nunca podrá haber otra relación así.

Si para el nostálgico el pasado aparece habitado por el dolor, el futuro aparece deshabitado de toda esperanza.

Pero la nostalgia se sostiene en un engaño y un error. Engaño porque Freud ya nos advirtió que toda relación es una sustitución de un primer paraíso soñado. Y error porque los paraísos, solo son paraísos porque se perdieron, o porque nunca se llegaron a tener. Por eso a un sujeto afectado de nostalgia le parecerá siempre, que aquello que no tiene es único.

Si no logra dejar de imaginar al objeto perdido como alguien o algo más normal. Si no deja de imaginar que tenía “eso” que lo hacía único, nunca podrá desprenderse de ese dolor que le impide vivir el presente y valorar lo que si está a su alcance.

Anular el presente e hipotecar el futuro es un precio demasiado alto por pensar que una vez se fue feliz, o que se podía haber sido. La ética del dolor no modifica en nada ni el pasado, ni el presente, ni el futuro

(*) Manuel Fernandez Blanco. “La voz de Galicia” 12-2-2006
Manuel Fernandez Blanco es miembro de la ELP

“ACELERACIÓN Y TIRANÍA DEL PRESENTE” (*) resumen T. Monreal

Tenemos en nuestra ciudad pensadores que nos interesan. Intentaremos traerlos paraUds a nuestro blog. Hoy tenemos para presentarles a Josetxo Beriain.

Aceleración y tiranía del presente” es un ensayo publicado por el sociólogo Josetxo Beriain en el que hace un estudio sobre el tiempo. Estudia el modo y el porqué el tiempo ha sufrido una aceleración en nuestros días. Y lo estudia a la luz de numerosas publicaciones de pensadores del siglo pasado, muchos de ellos de la segunda mitad. Vamos a destacar algunos como Bauman, Virilio, Luhmann, Simmel, o Ramón Ramos.

Las metáforas del círculo, la flecha y el punto, para representar el tiempo a lo largo de la historia. Estas metáforas nos muestran, como el discurso social de cada momento histórico, determina la idea que una sociedad dada tiene del tiempo. Beriain, se detiene especialmente, en el momento actual, y en el punto como su metáfora. Así nos explicar muchos de los fenómenos sociales del presente.

El autor coloca las causas en el capitalismo y su premisa: “El tiempo es oro” Pero apunta a una causa más potente, que nosotros vamos a nombrar como: el intento de hedonismo generalizado. Si la idea de salvación, ya sea religiosa o profana desaparece, lo que viene a sustituirla es el imperativo a disfrutar, a gozar. Nos muestra, cómo lo que se deshecha con una mano, nos rebota en la otra con efectos de sufrimiento. Les animamos a leer el libro publicado en la Editorial “Anthropos”, Barcelona, 2008, del cual les ofrecemos el siguiente resumen:

La realidad está constituida por una pluralidad de tiempos conectados los unos con los otros según articulaciones sutiles y múltiples…la historia de un ser humano o de una civilización, no puede ser reducida a la sencillez monótona de un tiempo único…el tiempo social es un producto de la vida social, y más concretamente, del conjunto de relaciones significativas…como la alternancia justo-injusto; bueno-malo, etc. Las relaciones son una construcción humana productora de temporalidad…ninguna cosa tiene significado intrínseco o fijo, sino que su significado, emerge de la relación con otras cosas o eventos…

Estas son las tesis que J.B. va a defender en su libro, y lo hace de la siguiente manera: De las metáforas para representar el tiempo entresaca tres: El círculo, la flecha y el punto. El punto será la metáfora que representa en tiempo en el presente. La metáfora del tiempo como circular, corresponde a la idea de una renovación cíclica de todas las cosas. Da ejemplos: la cultura tradicional china, o la Grecia antigua, entre otros. Para Platón, tanto los procesos cósmicos, como el tiempo de nuestro mundo, se desarrollaba en un círculo de generación-degeneración. La metáfora de la flecha corresponde al tiempo de la Edad Moderna, basada en la idea racional del mundo. Esa idea del mundo, que tiene sus raíces en la tradición judeo-cristiana, interpreta la historia como la caída del hombre y su redención, y tiene como significación, la salvación de la humanidad. Esta idea de salvación, se conservará después, pensada como destino de la historia. Las utopías de un futuro radiante son una versión secularizada de redención humana.

Hoy vemos disolverse los grandes mitos de la modernidad. Vemos desaparecer la certidumbre de un futuro salvador para la humanidad, y con ello, la idea del tiempo como un comienzo y un fin. En la medida en que nuestro futuro deviene más incierto, nuestra experiencia del tiempo experimenta una creciente fragmentación. Nada vale como algo seguro y permanente en el tiempo. Aparece una aceleración entendida como incremento de la velocidad de desplazamiento de personas, mercancías y mensajes, que van a condicionar la experiencia de la vida humana. En muchos casos, se manifiesta, como una tiranía del presente, despegado de cualquier carga de tradición y de cualquier concepción utópica. La ruptura con el pasado nos lleva a un cambio permanente y acelerado. Hay una exigencia de rapidez. Pero cuanto más tiempo ganamos, gracias a la aceleración tecnológica, menos tiempo tenemos. Esta sociedad, basada en una intensificación del presente, amputado del pasado, nos arroja a un futuro inasible. Se vive al día, a la hora, al minuto, y, una sociedad así, es propensa a los accidentes y desastres. Si el futuro aparece borroso, pues no pensemos en él. Disfrutemos ahora, paguemos más tarde. Vivimos a crédito. ¿Para qué retrasar la gratificación?

La aceleración que produce la tecnología nos lleva a una tele-presencia, que incrementa el olvido. Es una sociedad en directo, tele-presente en la totalidad del mundo. El espacio se contrae virtualmente y pierde su significación para orientarnos. La sociedad también se acelera. Los trabajos cambian a mayor velocidad que las generaciones. Cada persona se ve obligada a remodelar su profesión constantemente con cursos de reciclaje para un mercado de trabajo extremadamente flexible y volátil.

Una forma de esclavización moderna es la dictadura de la prisa. La locura de la rapidez se pone de manifiesto en todos los ámbitos: En el deporte lo vemos en los esfuerzos sobrehumanos exigidos al deportista, o, en el cambio, de un fútbol bello, por un fútbol resultado. Los jóvenes creen más en el mundo de las imágenes, disfrutan con las imágenes, sobre todo, aquellas que exaltan las sensaciones. La aventura, como estilo de vida, es un buen ejemplo de este individuo que vive el presente del antes y el después. El tiempo se convierte también en un signo de status. Aunque parezca contradictorio, cuanto más rico es uno, menos tiempo se tiene.

Bajo todo esto, subyace una conciencia fatalista de tipo nihilista hacia la propia vida, basada en la creencia de que poderes externos a uno mismo controlan nuestra vida. La convicción, de que el futuro no lo construye uno, sino que le viene dado. Se observa una ampliación de la conciencia fatalista. El miedo al infierno, gestionado por la religión, ha sido sustituido por el miedo a morir y el empeño en alargar la vida, en un peligroso coqueteo con la inmortalidad.

La fuente más obvia de la aceleración es el capitalismo y su premisa: “El tiempo es oro”. El derroche del tiempo es el pecado más importante. Si se puede ganar diez en un día y se emplea medio, paseando, se han perdido cinco. Pero si el tiempo es dinero, la velocidad es voluntad de poder. El capital no puede parar a descansar, no puede detener la carrera y asegurar su posición, por la razón de que, o asciende continuamente, o desciende. No existe un punto medio de equilibrio, debido a que la parada es equivalente a la caída.

Más potente aún que el capitalismo como fuente de aceleración, J.B. plantea la idea de un imaginario profano, que trata de traer el reino de Dios a este mundo. Sería pues, el resto de una idea de salvación. Si el pecado ya no es pecado; si el futuro ya no es salvación, solo nos queda una vida “realizada”, es decir, rica en cantidad (que no en calidad) de experiencias. Si vivimos a doble velocidad duplicaremos lo que podemos hacer en una vida. La cuestión es experimentar más, en el menor tiempo posible. La introducción del reloj, como artefacto mecánico, anunció la victoria de un nuevo orden cultural y político.

Como tercera fuente de aceleración tendríamos la diferenciación de funciones. La política, la ciencia, el arte, la economía, el derecho, el sistema educativo etc., no pueden ser controlados simultáneamente, como un único ritmo social, a causa de su creciente complejidad y contingencias. La necesidad de sincronización, introduce una aceleración en el proceso. Al introducir mas aceleración, introducimos más contingencias, y con ello, nuevas incertidumbres. El resultado en el sujeto humano es una creciente angustia. La angustia de ganar posiciones, y sobre todo, de no perderlas.

Esta vorágine de la velocidad ha hecho surgir un nuevo tipo de identidad; la del jugador situacional el sujeto humano sin atributos. Se ha incrementado la conciencia de la contingencia; se trabaja profesora, ya no se es profesora; se vive con Maite, no se es el marido de Maite. Sin atributos significa vivir sin garantías, con solo una certeza provisional. Hemos pasado, de una identidad sustancial a priori, a una identidad situacional a posteriori. El Self es hoy un vacío para ser llenado con nuestras fantasías, es decir, permite un elenco infinito de posibilidades.

La reacción individual, en la modernidad tardía, es un movimiento frenético, que de hecho, es una forma de inercia. El individuo está aquejado por la melancolía y una cierta ansiedad depresiva.

Mención especial merece la tesis de Virilio: “Hacemos las cosas más rápidamente porque la velocidad es divertida, llama nuestra atención. Produce excitación y nos saca del aburrimiento. Nada es aburrido si es lo bastante rápido. La velocidad es una nueva forma de éxtasis, amamos la velocidad, la amamos hasta que nos produce miedo, porque produce una descarga de adrenalina, una intensificación de la existencia”

Se manifiestan algunos signos de desaceleración dice J.B. reducido a grupos concretos, grupos isla. Hoy los grupos progresistas son los que tienden a simpatizar con los que propugnan una contención, una desaceleración.

(*)Josetxo Beriain; Ed., “Anthropos”, 2008, Barcelona

A día de hoy estamos inmersos en una crisis que preveemos va a poner en cuestión este modo de funcionamiento. No sabemos que nuevo modo de tiempo se nos avecina. Si sabemos que este modo de “disfrutemos ahora paguemos más tarde” tiene un caro precio. También sabemos que tratar de eliminar el tiempo de la espera, es un intento loco. Es un modo de “alucinar” aquella vivencia de satisfacción mítica de la que nos habla Freud.

INSOMNIO de Fernando Chivite*

La literatura, como el cine, nos permite estudiar la posición subjetiva de sus personajes. Vamos a tomar el personaje protagonista de «Insomnio» para repasar algunos de los conceptos freudianos que venimos estudiando.

En el caso de «Insomnio» el protagonista nos muestra, cómo construirse un modo de estar en el mundo, muy al estilo de nuestro tiempo. Se trata, de la constitución de la subjetividad en el tiempo presente. Un tiempo, en que la figura del padre como punto de referencia, ha perdido prestancia y ha dejado de servir como elemento regulador ante la fuerza de los dichos matemos, ante la fuerza de lalengua madre.

El escenario humano, con el que cada uno se encuentra en su venida al mundo- al menos hasta ahora-se compone de tres personajes, que van cumplir tres funciones claves. El Otro paterno, el Otro materno– en su versiones protectora o justiciera- y la fratría; los otros especulares.

«Todos hemos sido abismados«, nos dice el narrador. Y estamos de acuerdo. El sujeto abismado, en su indefensión primaria, queda irremediablemente a merced, no sólo de la necesidad, sino también a merced de su goce pulsional. Necesita alguien que haga función de N-d-P, función de regulación que le ayude a «desabismarse»

En este caso, el padre, es apenas esbozado. Unas pocas pinceladas; la botella en la mano. Sin sufrimiento, pero también sin palabras. No parece constituir para el hijo una figura a la que amarrarse –identificarse– ni como modelo de hombre, ni como modelo de padre. Ni una palabra más sobre él en el resto del libro.

A falta de un padre que funcione como N-d-P, a nuestro personaje, le queda la fratría, el hermanamiento, los otros. ¿Para salvarse de qué? El nos lo dice: «Cuando hablamos de salvación ¿De qué hablamos? ¿De no caer en la estupidez? ¿De no caer en la ambición? ¿De no caer en la locura? Diversas maneras de llamar a la pulsión desamarrada. La madre nos dibuja con sus frases lo que el padre, como hombre, fue para ella; algo a liquidar. Al mismo tiempo, con sus palabras, sitúa al hijo en la serie de los incapaces; incapaz de entender a su madre como mujer. «No lo entiendes. He recuperado mis sueños. No quieres entenderlo”. O sencillamente;”eres incapaz de entenderlo»

Esta madre de la fiesta perpetua, perfecta representante del discurso hedonista moderno, más que difícil de entender, parece difícil de contener, difícil de limitar. Es una Otro materno que arrasa. Podemos suponer que lo hizo siempre. Y la defensa que ese hijo se forjó para poder tomar su distancia, fue no escucharla. Aunque para ello tuviera que volverse algo autista. Sólo con los años pudo desarrollar otra estrategia mejor, otra defensa mejor; mirarla como a una desconocida: » Vuelvo a mirar a mi madre, y siento que la desconozco. Y eso me entristece. Aunque sólo sea hasta cierto punto»

Tenemos, pues, un protagonista con aroma de orfandad. Un protagonista al cual le tocó, como a muchos, construirse solo. Y lo hizo mirando y escuchando a sus iguales, las historias de sus iguales; los otros especulares: «Estamos rodeados de historias (…) Y sin embargo siempre queremos escuchar más (…) nos traen noticias de ese loco mundo en que vivimos (…) nos ayudan a vislumbrar lo que se avecina. Y lo que podría llegar a ocurrirnos en cualquier momento. La locura, el abandono, la enfermedad, la muerte» No es una novela con grandes personajes, ni con grandes gestas. Es la historia de un sujeto de hoy, rodeado de sujetos de hoy. Un sujeto, con su novela personal de neurótico -como creemos que hubiera dicho Freud- o con su psicosis ordinaria -como diríamos leyendo al último Lacan-

El observa, reflexiona, y escribe. Los otros, a modo de yoes especulares, le sirvieron de punto de apoyo, de modelos de identificación para movilizar y ordenar toda su estructura mental, todo su psiquismo: «Lo que siempre me ha sorprendido en realidad es el modo en que la gente sobrelleva sus vidas. Esa aparente entereza con la que lo aguantan todo y unen, un día con otro, descorriendo una cortina cada mañana, abriendo el grifo del baño (…) Esa inexplicable tenacidad por seguir adelante, pase lo que pase.

Él también sigue adelante. Logró convertir su tendencia al autismo en un estado de tristeza. Un motor para escribir: «Naturalmente nos servimos de una cierta tristeza. Tendemos a esa tristeza como a un cierto lugar espiritual: una de esas zonas en las que por decirlo así, acontece el espíritu y cualquier hallazgo puede ocurrir (…) Oteiza en una de sus últimas entrevistas dijo que habitaba la tristeza, y que la tristeza era más bien una especie de conquista, un lugar en el que le gustaba estar porque favorecía su creatividad»

Del objeto perdido le queda la nostalgia. La nostalgia incluye algo de la sombra del objeto. La nostalgia es un modo de «conservar» el objeto, de conservar la ilusión de que no se perdió del todo. «La nostalgia ¿es un dolor? (…) La palabra nostalgia se compone de dos raíces, que significan respectivamente «regreso» y «dolor» (…) En principio nostalgia era siempre nostalgia de la patria (…) Pero patria era el lugar donde se ubica la casa de los padres. El escenario de la infancia (…) El sabor y el color de las cosas vistas por primera vez (…) Cuando aún no había tiempo (…) Nostalgia por lo perdido; olores, lugares, tareas, palabras. La patria al final es lo perdido»

No se nos presenta como un gran triunfador, es más bien un superviviente. Encontró en su pareja una buena amiga. Encontró su obra. Encontró un equilibrio: «Se llega a una edad en la que uno se dice; esto es lo que hay (…) esta especie de aceptación final, de tratado de paz que uno firma con la vida cuando comprende hasta donde es capaz de llegar (…) Por supuesto que al final siempre nos sentimos decepcionados, por digámoslo poco que da la vida de si. Pero ese no es el problema. Eso es sencillamente inevitable. Además la soledad no tiene porque ser tan terrible. (…) Los pesimistas somos felices…generamos la suficiente astucia como para acceder a la felicidad por el camino de atrás. Por el de la negación. Por el de la renuncia. Puede sonar paradójico, pero no es ninguna tontería.»

Pero ¿Qué podemos decir que le queda como resto de su autismo infantil? ¿Cuál es su síntoma? Podemos decir que es el temor a dormirse. Temor a que las cadenas significantes que ha logrado poner en marcha y ordenar en historias, se detengan. Que se detengan y pueda volver a encontrarse con aquello de su primera infancia, aquello alucinatorio y paralizante.

*INSOMNIO, Fernando Luis Chivite, Ed.: Acantilado 2007

LA HIPERACTIVIDAD INFANTIL

Respuesta a la pregunta sobre la hiperactividad infantil

Vamos a partir de la pulsión para hablar de la hiperactividad. Sabemos que la excitación proviene del propio cuerpo que la genera -endógena- y del mundo exterior a través de los sentidos -exógena-

Sabemos que el estancamiento de excitación -libido pulsional- como la llama Freud, produce displacer. Por tanto, sabemos que al ser viviente no le queda más remedio que buscar modos de reducir ese estancamiento.

También sabemos, que hay diversos modos de hacerlo. Unos más eficaces que otros. El movimiento y el lloro del bebé es un modo poco eficaz, pues además de “descargar” poca cantidad, impide aprender otras maneras mejores.

Explicamos que, concentrar el modo de descarga en las zonas erógenas- boca, ano, mirada, voz, genitales- es un modo de engancharla -ligarla-. Es engancharla al mismo tiempo al lenguaje, puesto que responde a una demanda del “Otro auxiliador”. Demanda de “come, caga, mira, escucha…….me”. Dicho simplificadamente, es una demanda de “aprende” Es decir, responde a un deseo que “no es anónimo”. Es un deseo del Otro para él. Ese deseo causa, pone en marcha el deseo del niño.

Ese deseo del Otro, inicia las cadenas significantes:”sgt1….sgt2…sgte3…”.que constituyen nuestro sistema de “representaciones mentales”…”come,….tranquilo,… no tragues,… que no te lo va a quitar nadie,….mira que rico está esto,….haz un esfuerzo y mastica,…..no te manches,…ten más cuidado,…etc.” Los cuerpos se van regulando al compás del deseo del Otro y de sus demandas…Al compás de la introducción de la prohibición-autorización que hemos llamado Nombre del Padre, con Lacan; con Freud, operación de castración.

Es cierto, que todo esto, lo escuchamos nombrado de otro modo. Se lo nombra como poner límites o enseñarles a tener capacidad de frustración. Pero si nosotros elegimos la terminología freudiana y lacaniana no es por que sí. Es para señalar, que no es algo que va del lado de la buena voluntad, sino que es algo que compromete al Otro auxiliador materno y paterno en su propio ser, en su propia relación con la palabra y la ley. Es algo que tiene que ver con su propio inconsciente.

En el cuerpo del niño hiperactivo, en el que la excitación pulsional no está ordenada, el “come,…caga,…escucha,…mira…..me”, quedó trabado en algún momento y no ha dado paso al “aprende”. No sabemos qué, pero algo pasó durante ese proceso y no se pudo, no se supo, hacer de la buena manera.

Por muchos Centros de Psiquiatría Infantil que se creen, si el tratamiento es únicamente farmacológico, poco se va a arreglar. Tampoco se va a arreglar con técnicas cognitivistas que apelan a la voluntad y a las “tareas” La fuerza del inconsciente es siempre más fuerte y nos lleva a repetir el mismo esquema de comportamiento, muchas veces, a nuestro pesar.

El efecto inhibidor de la sustancia farmacológica impide a los sujetos hacerse cargo de sus actos y preguntarse la causa, tanto a los niños como a los padres. No se trata de llevar a la culpa, pero sí a la responsabilidad. A formularse la pregunta de “¿Qué tengo yo que ver con las cosas que me pasan?”

CUERPOS Y CASTIGOS*

Extracto de la conferencia impartida por Ebe Ticio el viernes 24 de octubre 2008.en la Universidad de Deusto

Todo tipo de sociedad tiene alguna forma disciplinaria para regular los cuerpos. En la nuestra de hoy, la regulación de los cuerpos se maneja por medios distintos, pero tan brutales, como la lógica del palo. Aparece en los anuncios; el cuerpo del gimnasio, el cuerpo de las dietas, el cuerpo de la moda, el cuerpo del bisturí, el cuerpo de la medicación.

La primera pregunta que podemos hacernos es ¿Qué es el cuerpo? Hay que decir que no es el organismo. Hay que decir que el cuerpo, es una construcción de la subjetividad. El cuerpo, desde esa perspectiva, es un lugar de marcas. Desde las propias y subjetivas, que conmemoran las satisfacciones de un sujeto, hasta las sociales y culturales.

Las operaciones disciplinares sobre el cuerpo varía con cada cultura. Pero son correctoras. Desde “la letra con sangre entra” hasta “Quien bien te quiere te hará sufrir” existe una idea de que el castigo, la marca, puede servir como elemento regulador de las satisfacciones. Estas operaciones, tenían además, una función ejemplificadora. No es que los maestros y los padres fuesen seres monstruosos, sino que había una legalidad que sostenía estas cuestiones. Había una autoridad que se reconocía. Kant decía que la disciplina elimina la animalidad. No pensamos que eso sea el ideal, sólamente que hay que revisarlo.

Hoy, los profesores se quejan de que los castigos no producen efectos, o que incluso empeoran la situación. ¿Por qué? ¿Por qué se habla cada vez más de niños violentos, o de niños hiperactivos? El niño debe de estar quieto para poder aprender. Decir trastorno de hiperactividad con déficit de atención es una tautología. Se necesita tranquilidad para prestar atención.

El aprendizaje, en sí, es un elemento regulador. Leer lo es. Los signos de puntuación son elementos reguladores de la excitación pulsional.

Se han producido abusos, brutalidades sin duda. Pero ahora, hay que preguntarse qué relación hay entre la crisis del capitalismo y las problemáticas que tenemos en la escuela hoy.

Los economistas nos dicen “Estamos muy impactados porque, hasta ahora, creíamos que los mercados se autorregulaban solos” Esto es lo mismo que creía el constructivismo respecto del niño. Hemos pasado años aplicando esa creencia, tanto a los niños como al mercado. Pero se ha demostrado, que la pulsión no se autorregula, que el mercado no se autorregula. Ha primado la idea de que el niño se autorregula, de que es suficiente darle ciertos elementos, para que él mismo vaya procesándolos.

Esta situación ha conllevado la caída de todas las figuras de autoridad. Hoy todas están tocadas; maestros, médicos, etc. Es la caída de las figuras del Sujeto Supuesto Saber y de la autoridad que se les concedía. Porque la autoridad se otorga. En la actualidad, hay un detrimento del saber y un florecimiento de la opinión, del “A mi me parece” Hay una depreciación de la función del adulto.

Y no se trata de ponernos nostálgicos. No hay ningún lugar al que regresar. Pero si debemos pensar, ya que el niño está desprotegido. El adulto lo deja solo ante la voracidad del mercado que exalta las apetencias. Lo deja solo con sus pulsiones.

El niño necesita ser regulado, necesita de una autoridad que sea un instrumento de regulación y que sea flexible y firme al mismo tiempo. Los niños son sensibles al interés hacia ellos. Por eso la autoridad no se exige. La autoridad se gana.

Las lógicas neoliberales, se han instalado de una manera tan fuerte, que ya no es cosa de izquierdas o derechas. Luego, cuando la cuota de excitación y aceleración desborda a estos niños, aparecen formas disciplinarias más brutales que el castigo físico, ya que anulan la dimensión de la subjetividad. La medicalización, por ejemplo, viene a ocupar el lugar de la impotencia de los adultos.

¿Qué podemos hacer? ¿Cómo deberíamos construir una figura de adulto que se autorice a decir si, y a decir no? ¿Qué forma de autoridad se necesita? La tendencia es ir hacia atrás, pero esa no es la manera. Si fuéramos para atrás, sería más grande la piedra con la que tropezaríamos. Hay que hacer oposición a un retroceso.

¿Dónde está el deseo de enseñar? Estar causado, causa el interés. Estamos en momentos de cambio. Hay que aprovecharlo. Son cosas que tenemos que pensar. Tenemos todo un reto por delante.

*Ebe Ticio es psicoanalista, miembro de la ELP