El alucinante mundo de Norman

¿Nuevos velos sobre lo real?

De lo real  decimos que es lo imposible de soportar, también decimos   que como al sol no se le puede mirar de frente. Lo imaginario lo “viste”  y  lo simbólico lo  “regula” y  con las diversas combinaciones de ambos, los seres humanos  construimos velos para poder soportarlo, también para poder so-portarlo.

 

No es nuevo del todo que el héroe sea  diferente y en cierto modo rechazado.  Clark Kent es un personaje ignorado por su entorno, el cual  mira y admira a Superman.  Pero el héroe clásico en general,  al estilo de Robin Hood,  era querido y admirado por su grupo.

A Norman  por el contrario, nadie lo admira, tampoco nadie parece quererlo; sus padres  se muestran más fastidiados que preocupados. El hecho de que sólo hable con los muertos lo sitúa a él mismo cercano a lo siniestro;  su mundo es alucinante.  Pero algo de la estética esperpéntica con la que está realizada la película, mantiene alejada a la angustia.

En “El alucinante mundo de Norman”  es una representación de la lucha  entre el deseo   de destrucción  producido por la furia, y  la renuncia a  la venganza; una lucha entre  lo pulsional destructivo y la renuncia a ese goce. El bien y el  mal, representados  por  dos actitudes  opuestas, frente a unas circunstancias  en esencia similares.  Pero más allá del tema,  que podríamos considerar un clásico,  nos gustaría poner el acento en el modo de tratarlo.

Toda producción humana es una defensa contra el goce, las producciones literarias y cinematográficas también.   En ellas el héroe representaría  un tipo de defensa  contra  el mal con componentes simbólicos;  ideales simbólicos.  El héroe tenía  la función de transmitir  esos ideales  a otros  que  lo seguirían  y que  llegado el caso podrían defenderlos.

Norman parece estar solo todo el tiempo; antes y después de su hazaña. Ni su hermana, ni Neil, ni Alvin, ni  Mitch, parece que hayan aprendido nada. Los habitantes del pueblo tampoco.  La única diferencia es que ya no se meten con él.

Este héroe  es protagonista de una acción individual  sin transmisión; solitaria.  Los personajes, acordes con  el individualismo que preside la película, va cada uno a lo suyo,  sus diálogos más bien parecen monólogos.

Si lo siniestro deja traslucir lo real, podríamos decir que esta película rozaría lo siniestro,  si no fuera por el tratamiento esperpéntico que sus directores Buther y Fer  hacen  de los personajes, lo que permite que el espectador  se sostenga entre la risa y el escalofrío.

Lacan en un cierto momento habló de la belleza como el último velo sobre lo real.  Freud  cuando habla de lo siniestro, viene a decirnos que en lo siniestro algo de lo real  se trasluce. Tenemos también  el esperpento, el humor negro, la ironía…. Formas de velo  que nos sirven para “mirar al sol” con la protección de ciertas “gafas”  que nos permiten no  caer en el espanto.

 

 

Película «El lado bueno de las cosas»

 

Esta película ilustra bien la tesis que venimos sosteniendo sobre la banalización del sufrimiento en las llamadas enfermedades mentales.

 

Vamos a comenzar por la figura del padre: Nos presentan un hombre absolutamente enloquecido, preso de rituales y supersticiones, y cuyo mundo se limita al futbol. Las relaciones que mantiene ya sea con su mujer, sus hijos o sus amigos en realidad no son relaciones con ellos, él está solo en su mundo y los otros son piezas que debe de colocar en lugares determinados para que su mundo no se desestabilice. En realidad es trágico lo que le pasa a ese hombre. Podemos deducir el monto de angustia que le ronda a una persona con este modo de vida. Podemos deducir que se trata de una psicosis que se estabiliza con esa sintomatología obsesivo-compulsiva. Pero aquí no pasa nada. Todo ese mundo loco es interpretado en clave de humor. ¡De sufrimiento nada¡

 

La madre, corre a llenar todos los vacíos con comida. Parece no tener criterio sobre nada de lo que allí sucede, su casa es un caos, pero para ella no pasa nada. Pero sobre todo es condescendiente con el goce del marido, con su locura; le consiente todo, con lo cual los hijos quedan desprotegidos ante la locura de ese padre y la de ella misma. Su locura consiste en ser una madre de la necesidad.

 

El protagonista diagnosticado de bipolar nos dibuja su vida anterior; medicado, engordado, emparanoiado. Se deja arrastrar por la furia ante la evidencia de que su mujer estaba con otro, y es arrrestado y encerrado en un psiquiátrico. Es decir, realiza un pasaje al acto que arrasa su psiquismo tras el cual tiene que recomponerse. Y ¿como se recompone? con un delirio bastante corriente: La relación sexual existe. Se organiza una versión delirante de qué es una Pareja, leer los mismos libros…

 

Se esboza ya la salida que el autor de la obra elegirá como final: hacer de dos Uno

 

El hecho de decidir no tomar medicamentos y también algunos pasajes que ridiculizan las terapias van en la misma línea que preside la película: la locura es libertad. Claro que entonces interviene la ley; el policía como encargado de que las cosas no se desborden demasiado, que haya un cierto funcionamiento.

 

La chica: Si la madre corre a llenar cualquier vacío con comida, ella corre a llenarlo con sexo. Sigue la misma línea, no plantearse para nada la cuestión de que toda locura produce sufrimiento.

 

Y finalmente hay una terapia que funciona; la danzoterapia dos bellos cuerpos moviéndose al compás producen una ilusión imaginaria de complementariedad que fascina a ambos. También fascina al espectador, creyente, al menos por un rato, del mito de las medias naranjas.

Como dice  Lacan «La relación sexual no existe»  solo existen relaciones sexuales que dejan en el sujeto siempre un vacío con el que convivir. Aquí eso queda ignorado por completo. Todos felices, y colorín colorado, este cuento se ha acabado 

 

 

Asterix era sólo Asterix

 

Asterix era sólo Asterix

 

Se diría que como los personajes de Pirandello que buscan autor, algunos fármacos, están en busca de aplicación y la encuentran en causas que tiene más que ver con el simple hecho de vivir que con auténticas enfermedades. Si usted sufre con o sin motivo (aparente), si no es feliz, si se siente frustrado, culpable, malquerido, vulnerable, débil, mal tratado, triste, ansioso, traicionado, estresado, pesimista, alicaido físicamente, con poco vigor sexual…. Entonces es que está usted enfermo y precisa cura. Pero no tema: existe esa píldora que alivia todo síntoma de insania. Un sencillo ajusta bioquímico y, voila el milagro.  Vivimos en un mundo de enfermos imaginarios. En una sociedad hiperdopada que busca resolver con una pastilla el desajuste entre la realidad, las expectativas y las exigencias. ( La vanguardia 3/1/20013; Susana Cuadrado)

 

La búsqueda de bienestar ha acompañado al género humana desde el inicio de los tiempos. Cada cultura tiene su “historia” o su mito que lo ilustra. En la nuestra Noe ilustraba  el origen del alcohol y su uso como consuelo a los trabajos de la vida. Pero también ilustra como el exceso lo deja desnudo y con la dignidad perdida.  Reírse del goce del padre tiene aquí el efecto de quedar maldito – estamos a distancia de Homer Simpson –  el goce  debería haber sido velado; cubrir al padre. Es decir, cada cosa en su momento, hay momentos para el alivio de los pesares humanos pero las más de las veces hay que afrontarlos.

 

Medicalizar la vida cotidiana conlleva la idea de fondo de que es posible una vida sin sufrimientos, sin discordancias,  de triunfo constante. Es cierto que las industrias farmacológicas hacen buen negocio con ello, pero el río donde pescan lo formamos todos.

 

Al margen de los síndromes serios hay felices hallazgos de “síndromes” que dan mucho juego par etiquetar a vastas multitudes dentro de una supuesta patología. Está el síndrome posvacacional, el del hijo único, el del nido vacío, el de los cuarenta, el de la alienación parental…… Les invito a completar esa lista con el primer síndrome que se les ocurra porque seguro que algún laboratorio recogerá el guante. La mercantilización de los estados de ánimo resulta rentable.(La vanguardia….)

 

El cientifismo es una epidemia, y  surgen en todas parte “estudios científicos” sobre cualquier clase de cosa; que si el deporte permite gestionar mejor las emociones, que si arreglarse eleva la autoestima, que si reirse cura la depresión….todo  “científicamente demostrado” y como correlato surgen; la risoterapia, la shoppingterapia….  Y  si usted no consigue con ello estar estupendísimamente, habrá un fármaco que le promete – sólo promete – librarle de las miserias humanas.

 

No es lo mismo establecer momentos de fiesta en los que aliviar lo trabajoso de la vida  que pretender hacer de la vida una fiesta.

 

Asterix sólo se tomaba la pócima de Panoramix cuando tenía que luchar contra los romanos Cuando no, Asterix era sólo Asterix( La vanguardia….)