Hablar por no callar


La necesidad de opinar de todo y de hacerlo de forma llamativa hace que a veces la oposición y sus satélites se acaben pasando de frenada

El Estado es el Estado. Y nadie es más Estado que el Ministerio de Hacienda, que es quien guarda la llave de la Caja, en la que solo meten la mano los amigos. Así que ahí el cambio de color del Gobierno en Madrid se ha anotado apenas en una letra del abecedario. La que va de Montoro a Montero. Y la nueva ministra, que hace un año atizaba al PP porque “no se puede aplicar la regla de gasto y lastrar los servicios públicos cuando la recuperación aún no está asentada”, ahora nos dice que bueno, que a lo mejor no es mala idea eso de atar en corto a las comunidades. Sobre todo cuando es de las que cree que Navarra cuenta con un “privilegio financiero injustificado”.

Así que ahí estamos, con el cuatripartito golpeando cacerolas a ver si les dejan gastar 113 millones del superávit antes de las elecciones, y el PSN haciendo platillos chinos para que no se note mucho que es su Gobierno el que no les deja. Que en Navarra tú decides, pero lo primero es defender al PSOE.

En apenas nueves meses los socialistas han pasado de pedir “valentía” al Gobierno y afirmar que destinar el superávit a pagar deuda “sería un error” porque “Navarra no tiene problemas de solvencia económica”, a decir que el tema “se hubiera solucionado con una llamada” (primero);que “algunas inversiones” se podrán hacer” (después);para acabar pidiendo “un nuevo plan económico financiero” como condición previa para que el Ministerio se plantee dar una respuesta. Todo muy rápido a ver si así perdemos de vista en qué mano está la pelotita.

Esto de los 113 millones ha dejado con el pie cambiado a UPN, que como algo tiene que decir, no se le ha ocurrido otra cosa que echar la culpa a Uxue Barkos porque “no garantiza las inversiones”. “Todo es humo, es difícil hacer las cosas peor”, exclama Javier Esparza, que hace unos meses buzoneó por los pueblos un díptico en el que decía que la autopista iba a ser gratis, que se iban a invertir 3.000 millones en el TAV y que se iban a jubilar por la cara 800 currelas de Volkswagen. Todo gracias a UPN. Rajoy se tiene que estar partiendo de risa.

Y eso que seguro que no sabe que la semana pasada el Gobierno inauguró el Navarra Arena y que los de UPN han salido corriendo a colgarse la medalla. Un mausoleo de más de 60 millones que ha estado cinco años cerrado porque no sabían muy bien qué hacer con él, y porque Barcina prefirió no gastarse los siete millones que costaba abrirlo. Que entre los recortes y las dietas, no acabó la legislatura como para hablar mucho de dinero.

La cosa es que lo han abierto ahora, y los desagradecidos del cuatripartito al pobre agoizko no le han invitado a cortar la cinta ni nada. Así que nos ha escrito una carta para recordarnos que lo de gastarse el pastizal fue idea suya. Y que fue después de una excursión a Madrid cuando dijeron, qué cojones, ponnos uno más grande.

Por eso, para el líder de UPN el de la inauguración del Arena fue “un día importante”: “Madrugué, nervioso, sonriente. Ilusionado. Con ganas de que llegara la hora de ir al Arena para ver la pelota”. Porque gracias a él, por fin hemos podido ver en Pamplona una final de pelota. “Una final de esas que hasta ahora sólo podíamos ver en Vitoria, San Sebastián o Bilbao”, recuerda.

Así que ahora, cuando nos vuelvan a cortar los cables de ETB para que no nos metan ideas chungas en la cabeza, ya no nos podremos quejar de que no podemos ver la pelota. Que para comer no habrá, pero con dos pelotas nos hemos plantado el Ferrari en la puerta del garaje para que lo vean los vecinos.

Con legados como este es normal que luego meritorios como María Jesús Valdemoros o José Andrés Burguete nos quieran convencer de que “un gobierno debería ser medido por la eficacia en el gasto, no por cuánto gasta”. Que estos de gastar la pasta pública saben un huevo.

Lo hicieron en el sarao que UPN se ha montado este fin de semana a modo de tormenta de ideas. Y del que han salido reflexiones del nivel de “el proyecto político de Navarra ha perdido fuerza y ha perdido pulso” (Miguel Sanz Sesma) o “se está perdiendo el orgullo de ser navarro” (Javier Esparza). Porque claro, a ver quién es el guapo que va por ahí diciendo que es de un lugar donde gobiernan bolivarianos y separatistas que quieren destruirlo todo. Los servicios públicos, las cocinas hospitalarias y hasta la caja de ahorros.

Y todo para dárselo a los vascos con la ayuda de los vagos y maleantes que viven a la sopa boba gracias a los impuestos de la gente de bien. “Con el dinero de todos están comprando votos”, denunciaba el viernes el presidente de la UAGN, Félix Le Pen Bariáin. Que como ni los agricultores reciben ayudas públicas ni hay fraude en el sector, puede hablar sin problema. Generalizando y sin pruebas, claro. Y para llamar la atención, nada como montar una fogata y azuzar la xenofobia como los neofascistas en Italia. Qué puede salir mal.

Vale, es verdad que desde que desmontaron el chiringuito del plan de empleo Bariáin no le tiene mucha simpatía al Gobierno. Y menos desde que les llevaron a los tribunales por las irregularidades en los cursos de formación. Pero seguro que no tiene nada que ver. Que el problema es el que es. ¿Si nos quitan los esclavos, quién va a recoger el algodón? ¿Qué será lo próximo, un negro en la Casa Blanca? ¿Una mujer euskaldun en el Palacio de Navarra? ¿Un abertzale en la Alcaldía de Pamplona? Esto hay que pararlo como sea. Sin complejos, claro que sí. Y el desbarre no ha hecho más que comenzar.

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