Siempre hay una salida: insiste, persiste
Dirección y guión: David Mamet. Intérpretes: Chiwetel Ejiofor, Alice Braga, Emily Mortimer, Tim Allen, Joe Mantegna, Rodrigo Santoro y Max Martini. Nacionalidad: USA . 2008. Duración: 99 minutos.
Desde el primer sorbo, los títulos de crédito, Cinturón rojo comienza a mostrar sus señas de identidad. Sobriedad. Fondo negro. Letras rojas. Sonido de percusión que sólo, al final de la película -los buenos relatos acaban allí donde empezaron-, sabremos de dónde proviene. Y luego, de manera progresiva, cinco insertos entre la larga relación de los nombres que han participado. El primero muestra tres bolas, dos blancas y una negra; el segundo su introducción en un recipiente. El tercero, el recipiente propiamente dicho y vemos cómo una mano se introduce dentro. El cuarto plano, que juega con la profundidad de campo entre dos personajes nos muestra qué bola ha sacado cada uno. El siguiente plano, justo antes de que aparezca el nombre de David Mamet, autor del guión y la dirección, muestra una ruleta numerada que señala diferentes partes del cuerpo. Tras su nombre, comienza la película y Chiwetel Ejiofor, protagonista absoluto de Cinturón rojo , lo señala sin fisuras. Su primera frase: «El tiempo se ha acabado».
Lo que viene a continuación es una gran película de esas que ya no se hacen porque para ello hace falta disfrutar haciendo cine y eso es algo de lo que ya pocos parecen saber. Pero, vayamos por partes.
Decíamos :»El tiempo se ha acabado» .Y, en efecto, esa frase deviene en una profética sentencia que el personaje, extraordinariamente interpretado por Ejiofor, pronuncia. Cinturón rojo va de eso, de lo que le ocurre a un hombre honesto cuando el tiempo de la honestidad se ha acabado y nada de lo que antes era sagrado ahora se respeta. Para apuntalar el conflicto, Mamet, en esa secuencia de apertura; una de las mejores de su carrera, hace repetir a su protagonista, mientras dirige un combate: «Siempre hay una salida». El espectador no lo sabe, pero en realidad habla también para sí mismo y enuncia el tema de la película, ¿De verdad hay una salida?
El cine de boxeadores, y éste lo es en algún modo: la modalidad de lucha que practican pertenece a la vieja épica del hombre contra el hombre con los brazos desnudos; rara vez da lugar a malas películas. Y el cine de David Mamet, uno de los más valiosos dramaturgos y cineastas de nuestro tiempo, resulta potente incluso en sus peores títulos. La apuesta no tenía desperdicio. Fiel al espíritu de Casa de juegos , Mamet construye Cinturón rojo con la voluntad de entretener. Para ello su trama se quiebra a menudo y cambia de dirección. Y en medio de ese mar picado su personaje central se ve abocado a penetrar en un laberinto del que se sospecha no hay salida feliz. En Cinturón rojo , Mamet mezcla la tensión del cuadrilátero con la angustia del deber policial frente a las tentaciones de la corrupción y el mundo del espectáculo y el cine.
En ese entramado textual, Mamet se dedica a lo que siempre le ha interesado, el retrato de personajes. De ese modo delinea pormenorizadamente a sus criaturas con un par de frases y tres gestos. De ahí que Cinturón rojo sea su película más gestual. Él que es un cineasta del verbo y el diálogo, escudriña aquí en los imperceptibles movimientos del cuerpo y por ello acude a lo japonés y sus ritos como contrapunto a ese Occidente desesperado por el dinero. El filme, pese a su deuda final al género épico, un combate que nada añade a lo que ya ha sido formulado, representa un inteligente ejercicio con voluntad de aunar espectáculo y talento. Se puede cuestionar que chirrían sus últimos diez minutos. Es indudable. Pero para llegar a ahí, espléndidamente filmado por otra parte,Cinturón rojo forja una atmósfera temible y en ella, unos personajes con sabores eternos.