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La generación del sexo, mentiras y cintas de vídeo

viernes, 13 de junio de 2008 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: George Clooney Intérpretes: George Clooney, Renée Zellweger, John Krasinski , Jonathan Pryce, Stephen Root, Wayne Duvall y Keith Loneker Nacionalidad: EEUU. 2008 Duración: 114 minutos.

EL filme Ella es el partido presenta un caprichoso título que en nada respeta al original Leatherheads -referencia a los antiguos cascos de protección que llevaban los jugadores de fútbol americano en tiempos de la protohistoria-. Así, corre el serio peligro de ser enjuiciada por lo que parece y no por lo que es. Probablemente la culpa sea suya porque, ante todo, esta película pone de relieve la paradoja en la que se hunde el cine norteamericano de la contemporaneidad.

Dejemos a un lado el tema del glamour y el hecho de que a George Clooney la publicidad trate de convertirlo en una réplica entre Cary Grant y Sean Connery. Clooney es algo más: es un buen actor, un inteligente cineasta y un ciudadano que no duda en defender sus ideas políticas. Por eso, hablar de Clooney conlleva enfrentarse a los textos fílmicos del presente. Unos textos que, por lo que al cine estadounidense se refiere, ofrecen un hito vertebral cuando hace ahora veinte años, en Cannes, un chaval de veintipocos años llamado Soderbergh se hacía con la Palma de Oro con Sexo, mentiras y cintas de vídeo .

Clooney, como Brad Pitt, Matt Damon y otros muchos, milita en la pandilla de Ocean , él es Ocean, pero Soderbergh, al que en su comienzo se saludó como el Orson Welles de la posmodernidad, es la principal cabeza. De hecho, Leatherheads estuvo sobre su mesa hace años hasta que, el autor de obras tan radicales como Bubble , Traffic y Underneath , lo puso en manos de su amigo con quien además de Ocean’s ha hecho incursiones tan arriesgadas como el remake de Solaris de Tarkovski.

Tras Leatherheads se encuentran Preston Sturges, John Ford y Howard Hawks y, al fondo, aparece la sombra de Billy Wilder. Esto es indudable. Tanto que Clooney ironizaba sobre la débil línea que separa el homenaje del saqueo, la imitación de la recreación. Ahora bien, en Leatherheads también aparecen los mismos reflejos-delirios-estilemas de los hermanos Coen, otros que también militan en la misma liga. De hecho, por más que se invoquen a los clásicos de los años 30, 40 y aún 50; por más que la película se ambiente en los años 20, recree el tiempo de la ley seca y mezcle Liberty Valance con el sargento York, Clooney no logra evitar ese divorcio actual entre cine comercial y cine de autor. ¿Se puede arrasar en la taquilla con un filme inteligente como en la época clásica? Los autores reseñados lo hicieron en otro tiempo; el cine de la contemporaneidad no lo logra. Lo dijo hace años el propio Clooney, si nos arruinamos con Solaris , siempre podremos hacer más Ocean’s . La respuesta, inapelable. Ya van a por la cuarta entrega.

El tema es que en Leatherheads, Clooney se resiste a forjar una película plana. La diversión, el humor, la comedia y la caricatura están allí, pero para sostener una mirada agridulce y crítica no ya sobre el tiempo periclitado en el que se forjaban las leyendas, sino sobre este presente huérfano de creencias. Clooney, como Soderberg, hurga en los textos clásicos para encontrar salida al desbrujulamiento del cine actual. Ellos no son Tarantino; ellos no se conforman con elaborar secuencias brillantes. Necesitan esculpir una historia con alma. En Leatherheads no aparece. En Leatherheads acontece lo que se vislumbraba en El buen alemán . La certeza de saber que las historias del pasado no retornan. Ofrecer sarcasmo para ocultar la pérdida de la inocencia, no es resucitar nada. Como nada se mueve entre Clooney y Zellweger salvo la pluma del sombrero asexuado de ella. Sin tensión, todo parece pulcra parodia. Y esa parodia convierte en espejismo diálogos, personajes y situaciones nada insustanciales, aunque lo parezcan.

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