Filósofas en un salón de belleza
Dirección: Nadine Labaki. Guión : Nadine Labaki, Jihad Hojeily y Rodney Al Haddad. Intérpretes: Nadine Labaki, Yasmine Al Masri, Joanna Moukarzel, Gisèle Aouad, Adel Karam. Nacionalidad: Francia, Líbano. 2007 Duración: 96 minutos.
La fórmula de Caramel se fragua con una mezcla equilibrada de azúcar, limón y agua. Y si estos tres ingredientes se unen en, según se cuenta en este filme, el proceso depilatorio más popular de Beirut, algo parecido acontece con su contenido; que da a luz a un filme extraordinariamente popular a golpe de mucha dulzura, alguna gota de acidez y agua fresca y transparente porque aquí no hay pretensiones de formular nada que no sea pasar un buen rato con una simpática película. Si los soldados de La chaqueta metálica habían nacido para matar, las peluqueras de Caramel han sido alumbradas para gustar. En el pasado festival de San Sebastián se alzó con los dos premios anónimos, los que concede el Público y la Juventud. Es decir, los premios de aquéllos que no son espectadores profesionales ni profesionales del (neg)ocio cinematográfico. Cabría inquietarse ante esa confluencia, pero en tiempos de sospechosas unanimidades públicas e infinitas divergencias privadas ya nada asombra.
Si en Caramel se aglutinan las vidas de media docena de mujeres, hay un nombre propio por encima del de todas: Nadine Labaki. Directora, guionista y actriz principal, Labaki se ha convertido de golpe en todo un icono de la cinematografía libanesa. De manera que, sin poder evitar ese aire de cineasta bienintencionada que cultiva una serie de arquetipos previsibles y planos, Nadine Labaki da lo mejor de sí misma a fuerza de la ligereza narrativa y el ritmo.
Con su voluntad pedagógica y sus concesiones al público -especialmente al femenino-, Caramel no desaprovecha la oportunidad de desgranar un rosario de pequeñas perlas costumbristas que no por sabidas dejan de tener sentido. En esa falta de pretensiones se asoma su mejor virtud. Una esforzada sencillez que descansa feliz en las buenas interpretaciones de sus actrices. Ellas, con Nadine Labaki a la cabeza, dan sentido a esta comedia que habla de mujeres de edades, religiones, suertes y querencias sexuales diferentes a las que les une el pegajoso olor de un salón de belleza. Una especie de lo mejor de Princesas, de León de Aranoa: las conversaciones de peluquería, sin lecciones morales sobre la prostitución y los políticos.