Fantasía, pasión y delirio
Dirección: Tarsem Intérpretes: Lee Pace, Catinca Untaru, Justine Waddell, Julian Bleach, Leo Bill, Marcus Wesley, Robin Smith y Daniel Caltagirone Nacionalidad: EEUU, Gran Bretaña e India. 2006 Duración: 118 minutos.
ANTE esta película se recomienda dejar los prejuicios. Durante dos horas, Tarsem (La celda ), un fabulador tocado por el delirio y la pasión, recorre los más increíbles lugares del mundo. Durante dos horas, su filme se salta todo tipo de correcciones formales. The Fall es lo que literalmente significa su título: una caída libre y progresivamente acelerada. De hecho, durante su visión, cada muy poco tiempo, quien esto escribe presentía que su autor se estrellaría contra su propio exceso, ahogado en ese (des)equilibrio de dulzura y cianuro. Pero aún cuando el filme tropieza, nunca se arrastra.
Hermana dulce del Tideland de Terry Gilliam, The Fall contiene una sucesión de tracas que tan pronto aturden por su ruido, como hechizan por su belleza. Tarsem ha puesto mucho en este filme, hay más entusiasmo, ideas y riesgo en esta película que la que cabría encontrar en el 99% del cine español de todo un lustro. Para bien y para mal.
Será juzgado como mal por aquellos que no saben dar un paso sin echar mano al bastón del verosímil, quienes necesitan la prótesis de la lógica efecto-causa. Llenará de gozo a quienes no tienen miedo a viajar sin mapa ni billete de vuelta.
Al mismo tiempo, en The Fall se homenajea ese período acabado para siempre en el que nació el cine y todavía se creía en la fantasía. Su argumento no hubiera desagradado al Borges amigo de historias que cuentan otras historias que a su vez contienen otras. En ese sentido, tanto Las mil y una noches como El manuscrito encontrado en Zaragoza podrían haber alimentado su universo. Seguramente algo han tenido que ver, pero se hace infinita la lista de referencias que sobrevuelan por este periplo propio del barón de Münchhausen.
En su núcleo argumental late una historia de amistad entre un adulto desengañado y una niña de imaginación desbordada. En la cara, el primero le cuenta historias maravillosas y ambos sueñan. En la cruz, el adulto anhela morir y confía en que su joven pupila acceda a suministrarle el veneno letal que necesita. ¿Terrible? Sin duda, como los cuentos grandes e inmensos que, generación tras generación, sujetan el imaginario de los seres humanos para evitar su extrañamiento y su locura.