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Archivo para junio, 2009

Tokio, cincuenta años después de Ozu

viernes, 5 de junio de 2009 Sin comentarios

Dirección y guión: Hirokazu Kore-eda. Intérpretes: Hiroshi Abe, Yui Natsukawa, You, Kazuya Takahashi, Shohei Tanaka, Hotaru Nomoto y Ryoga Hayashi. Nacionalidad: Japón. 2008. Duración: 108 minutos.

Filmar la madre, escrutar la madre, diseccionar la madre… ¿Por qué? ¿Para qué? Y más exactamente: ¿hasta dónde nos es posible conocer a nuestra progenitora? Cuando Pedro Almodóvar titulaba a una de sus más celebradas películas Todo sobre mi madre , excesivo título de quien del exceso ha hecho su marca de fábrica, se permitía eso que antes se denominaba licencia poética. Un hijo jamás podrá saber(lo) todo sobre su madre. ¿Qué conocemos en realidad de nuestros padres si sus primeros treinta o cuarenta años tuvieron lugar sin nuestra presencia consciente? Algunos mantienen esa inconsciencia toda su vida.

«La verdad está en el origen» afirma una máxima grabada en el ADN de la humanidad. Y en el origen de cada uno, una madre nos aguarda. Se trata de una llamada telúrica, primigenia que hace que incluso a quienes, de un modo u otro, les fue negada la presencia materna, hurguen en ese vacío que, por ausente, sienten con mayor presencia si cabe todavía. Pero decíamos que en el origen, una madre espera.

¿Para desvelar nuestro secreto? No lo parece. Lo más probable es que, como acontece en Still walking , esa madre sólo sirva para sostener la paradoja de la existencia. De esa contradicción hace Hirokazu Kore-eda una bella película. Convencido de que la verdad no se trasmite ni se cuenta, este cineasta que en sus orígenes filmaba lo real con rigor documentalista, busca en la ficción, en la recreación y en sí mismo lo que no encuentra fuera.

Still walking fue la mejor película del pasado festival de San Sebastián 2008, la (única) prueba de que el cine sigue con vida y que a veces puede ser magistral. En pocas palabras: este observador inteligente que Kore-eda es, llevaba años cuestionándose por la muerte y el más allá. Para recomponer su trayectoria basta con acudir a wikipedia . Para disfrutar de su obra completa, sólo queda la alternativa de hacerse con las tres obras editadas entre nosotros: Nadie sabe , After life y Hana y bucear en Internet.

Pero la cuestión es que tenemos ante nosotros Still walking . En realidad, su título original repite un verbo: caminando, caminado, casi una onomatopeya que se recita con la flexibilidad del junco inherente en la lengua japonesa. El sentido último lo tendrá que extraer cada persona confrontando esta historia con su propia experiencia. Kore-eda echa mano de su propia biografía, no tanto en el sentido literal como en esas esencias que vertebran la relación entre padres e hijos y convoca un texto de belleza tan frágil y evidente que hablar demasiado sobre él, lo estropea.

Sí se puede reiterar que, detrás de una apariencia calma, Kore-eda esconde al más radical de los cineastas japoneses del presente. Un contestatario al que no le basta con derribar prejuicios sociales, denunciar tradiciones caducas y mostrar comportamientos reprobables. Con Hana , la historia del samurai que entre el honor con venganza y el perdón sin sangre escogía lo último, daba la vuelta al cine de Mizoguchi de los 47 Ronin . Aquí es al núcleo familia del Ozu de las cosas cotidianas al que acude para ir más allá. No estamos ante el bello cuento de Tokio en el que los buenos valores descansan en la tradición. Kore-eda monta la ficción para documentar la realidad y con ella nos es dado apreciar la compleja elaboración de lo que está vivo, aunque sea en la memoria. Hay mil matices, mil perdones y mil duelos sin estridencias en un autor cuyo pensamiento consiste en no dar nada por hecho, no ceder al prejuicio y no condenar sin perdón. Un clásico de la posmodernidad, un maestro del siglo XXI que aquí, buscando a su madre, se da a sí mismo.

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Lógica de la perversión

viernes, 5 de junio de 2009 Sin comentarios

Dirección: Niels Arden Oplev. Guión: Nicolaj Arcell y R. Heisterberg según la novela de Stieg Larsson. Intérpretes: Michael Nyqvist, Noomi Rapace, Lena Endre, Sven-Bertil Taube, Peter Haber, Peter Andersson y Marika Lagercrantz. Nacionalidad: Suecia. 2009. Duración: 150 minutos.

Antes de morir a causa de un inesperado ataque al corazón, Stieg Larsson estaba convencido de que su trilogía iba a arrasar. Se lo confirmaba su olfato y se lo ratificaba la confianza en su oficio. De hecho, hay mucho oficio, entendido éste como caudal de destrezas, en la masa argumental de Los hombres que no amaban a las mujeres . No en balde la savia nutricia que recorre el tronco de esta obra posee raíces ancladas en «eso» que gusta. ¿Qué es lo que gusta? Difícil respuesta, imposible de predecir pero fácil de justificar.

¿Por qué Larsson confiaba tanto en que su trilogía, todavía inédita, iba a triunfar? Por una mezcla de conocimiento e imprudencia. El conocer le llevó a fabricar un laberinto de sexo, escándalo, mentiras, ambición, fanatismo y crimen. Es decir, esos contenidos que se pasean por la programación televisiva en el horario del llamado prime time . El confiar es atribuible a la debilidad humana. Pero acertó. Esa mezcla de misterio, claves esotéricas, clanes familiares con cadáveres en la bodega y pasado criminal en la biblioteca y, claro, sexo placentero, sexo masoquista, sexo a deshoras,… y un poquito de amor, cultivaron el éxito. Es extraño, somos tan diferentes y, sin embargo, la mayoría parece inclinarse por historias escabrosas a la hora de la cena y antes de dormir. Tal vez estamos necesitados de pesadillas reales para soportar las soñadas.

Se trata pues de inmundicia que se muestra con la coartada de la denuncia y con la legitimidad de la corrección política. Una maquiavélica perversión que convierte al buen Bogart de Tener o no tener en un periodista curtido, empeñado en la verdad aunque no crea en nada. Más transformación se observa en ella, una Lauren Bacall del siglo XXI que ya no silba. Una hacker que hace el amor como si violase a su pareja y que sabe vengarse del macho misógino y criminal con un deleite sospechoso de psicopatía. Y esa revancha ahoga la frustración del voyeur que, en casa o en el cine, bajará instintivamente su pulgar para negar clemencia. Humillar a un criminal no hace menos deleznable la humillación para quien la ejerce. Eso era Guantánamo y eso es lo que vende Millennium : respetable basura, bien filmada, políticamente correcta, éticamente enferma y simbólicamente estéril.

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Entre madrastras e hijastras…

viernes, 5 de junio de 2009 Sin comentarios

Dirección: Charles y Thomas Guard. Guión: C. Rosenberg, D. Miro y C. Bernard; basado en la obra de Kim Jee-woon. Intérpretes: Emily Browning, Elizabeth Banks, David Strathairn, Arielle Kebbel y Don S. Davis. Nacionalidad: EEUU. 2009. Duración: 87 minutos.

¿Qué tendrá el cine oriental de terror para que Hollywood lleve años saqueando hasta lo que no entiende? La respuesta se emponzoña con otro interrogante. ¿Por qué el público occidental, que mayoritariamente da la espalda a los títulos originarios procedentes de paises lejanos, acude en masa a ver estos remakes que en su mayoría carecen de la fuerza e interés de las obras copiadas?

Presencias extrañas, caprichosa traducción de The uninvited, que a su vez modifica el título con el que fue estrenado en su día la película de Kim Jee-woon, algo así como El cuento de las dos hermanas , ha servido para que debuten como realizadores de largometrajes los hermanos Guard, dos cineastas británicos que amasan algunos premios por sus cortometrajes de terror. O sea, unos británicos rehacen un filme coreano pagado por capital estadounidense cuyos inversores tal vez se encuentren en Kuwait. Toda una demostración práctica sobre el funcionamiento del mercado global.

Quienes vieron el cartel original de la película de Jee-woon, habrán sentido al confrontarlo con el de los hermanos Guard algún escalofrío y mucha pereza. No hay para tanto. Por suerte, los hermanos Guard no se dejan anular y, aunque su filme jamás encuentre ese punto de perverso delirio y de explícita crueldad física de la obra original, al menos no caen en la invisibilidad propia de los mercenarios.

Parece evidente que los Guard no debían y no querían repetir lo que el autor de la espléndida A Bittersweet Life (2005) y de la desbordada The Good, the Bad, the Weird (2008) hizo con este terrorífico cuento de celos, frustración y muerte. En vez de ello, hacen del texto pretexto y visitan algunos de sus referentes cinematográficos. De ese modo podemos apreciar que estas Presencias extrañas se asientan sobre huellas próximas: del Kubrick de El resplandor al Peter Jackson de Criaturas celestiales . Algo muy tarantiniano y muy posmoderno, cine de cita y guiño que sabe sostener con vigor un filme menos inofensivo de lo que sus productores idearon. Sin mejorar el original, al menos, los hermanos Guard muestran talento para el relato y conocimiento sobre el género. O sea, no buscan sobresaltar a adolescentes sino interpelar a adultos con un cuento terrible lleno de ecos clásicos.

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