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La debilidad de la carne (virtual)

viernes, 30 de noviembre de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Robert Zemeckis. Guión: Neil Gaiman y Roger Avary. Intérpretes: Ray Winstone, Anthony Hopkins, John Malkovich, Robin Wright Penn, Brendan Gleeson, Angelina Jolie. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 113 minutos.

Robert Zemeckis, lugarteniente de Steven Spielberg, admirado por su trilogía de Regreso al futuro y oscarizado por Forrest Gump , ocupa un lugar preponderante en Hollywood. Es decir, a él no le eligen, él escoge lo que dirige. Y él quería a toda costa realizar Beowulf , un poderoso juguete con alma de leyenda del siglo VI y coraza digital construida con las técnicas del siglo XXI. Para cumplir su capricho, Zemeckis pasó por encima, es decir, compró los servicios de Neil Gaiman y de Roger Avery. El primero es un prestigiado autor de cómics, ahora los denominan novelas gráficas. Es autor de la recién estrenada Stardust y de una joyita llamada Sandman . El segundo irrumpió en la escena al lado de Quentin Tarantino, coautor de Pulp Fiction y director de Killing Zoe y Las reglas del juego . Dos talentos jóvenes para insuflar savia nueva al autor de Náufrago , que ya ha cumplido los 55.

Hablando de años. Hace diez, Gaiman y Avery ya tenían lista la versión de esta historia a la que tanto le debe Tolkien. Hace dos, Zemeckis decidió, tras el batacazo de Polar Express , que Beowulf sería su redención. Con sus secuencias llenas de acción y fantásticas criaturas, este proyecto se antojaba como el pretexto ideal para que la tecnología de la captura del movimiento alcanzase su esplendor. Dicha técnica consiste en rodar con actores a los que se les capta, a través de sensores, su esencia formal para luego recrearlos maquillando en el píxel con facilidad lo que cuesta horrores o no se puede hacer en la realidad. El efecto es extraño. Aquí, un plantel de actores consagrados, Anthony Hopkins, John Malkovich… devienen en réplicas plastificadas que se tambalean como fantasmas sin vida. A cambio, se ofrece la posibilidad de lograr planos secuencia imposibles y de recrear escenarios hasta ahora sólo al alcance del mundo del dibujo. Ésa es la tentación que fascinaba a Zemeckis y a ella se entrega como se entrega Beowulf a los brazos de la sirena-diosa con rostro de Angelina Jolie. Ambos pagan cara su debilidad. La carne es débil, incluso aunque sea carne virtual.

Así que, por más que el filme se titule Beowulf , al héroe de esta leyenda de ecos germánicos, préstamos británicos y alma vikinga, no le corresponde el papel decisivo. Quien atraviesa de principio a fin esta historia es la figura de una diosa de belleza espectacular, empeñada en engendrar hijos a los que sus padres abandonan. No es el mito edípico lo que aquí está en liza, sino la huida de esos padres condenados a enfrentarse a los hijos que engendran.

A la vista del guión se adivina por qué atrajo tanto a Avery y Gaiman y por qué Zemeckis les compró su idea. Por eso mismo, de nada sirve que Zemeckis se empeñe en arruinar el argumento. Pese a su desmayada puesta en escena y pese a ese empeño pueril en tapar la genitalidad desnuda de Beowulf para que sea apta para todos los públicos, hay algo en el filme que fascina. Más preocupado por ocultar el pene del héroe que por mostrar la herida de la diosa que le aguarda en el fondo de la grieta, Zemeckis evidencia su falta de garra para afrontar un material mítico. Incapaz de percibir el abismo que se abre en esta historia, es la propia historia la que se impone a su torpe mano rectora.

De hecho, cuando arrancan el brazo de Grendel, mejora la película. Por eso, a partir de aquí, cuando la acción se impone y la oscuridad se abalanza en forma de dragón y fuego, surge la imperiosa necesidad de pedir un director capaz de hacer bien esta película. Ahora, pese a la torpeza de Zemeckis, que parece no entender qué está contando, algo en ella atrae e inquieta.

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