De Tarantino a los Trinidad
Dirección y guión: Murilo Pasta. Intérpretes: Mariana Loureiro, Fele Martínez, Seu Jorge, Márcio Garcia, Paca Gabaldón, Rosi Campos, Norival Rizzo y Nanda Costa. Nacionalidad: España, Brasil. 2008. Duración: 110 minutos.
Para hacerse a la idea de lo que Carmo lleva dentro bastaría con citar un par de sus «ingeniosidades» talentosas. De hecho, rememorar más de dos significaría adentrarse en el terreno de la pesadilla, porque nada hay en esta road movie merecedor de ser revivido. Una es visual. Durante buena parte de la huida a tontas y locas del personaje de Fele Martínez y Mariana Loureito, una especie de Victoria Abril brasileña, esconden decenas de cajas del producto Pear, representado por una pera mordida, en la parte de atrás de una ranchera. Que los feligreses de Apple les perdonen, y por una vez estamos de acuerdo, esta broma que es una soberana tontería. Como tontería es la segunda procacidad graciosa que traemos a colación. En este caso es retórica. Se trata del guiño del para-para , porque su protagonista es un paraguayo y paralítico. ¡Qué risa! ¿No?
En esa papeleta, que no papel, se ha metido un Fele Martínez engañado; se creía el Woody Harrelson del Asesinos natos de Oliver Stone y probablemente el segundo día de rodaje se percató de que su personaje ni siquiera podría mantener la mirada al de Karra Elejalde en Airbarg .
Sin duda ahí reside la clave de este despropósito que se estrena con la única medalla de haber sido admitido en el festival de Sundance. Murilo Pasta coge el mando de la dirección con un ojo puesto en el Rodríguez de El mariachi y con el otro, en el Tarantino/Scott de Amor a quemarropa . Entre medias, saca partido a su origen brasileño, como si fuera el Meirelles de Ciudad de dios , e incluso tiene tiempo para filmar huellas antropológicas y rostros autóctonos al estilo de Glauber Rocha. Pero con tanto cruce de miradas estrábicas sólo se logra alumbrar… una empanada. Con ella, lo que presume de modernidad no llega a cine Z de los años 70; lo que parece homenajear al maestro Leone se parece a lo que hacían los Trinidad.
Y es que Carmo posee un guión con aromas de Ketama y sobredosis de café; es fruto de una dirección que no conoce brújula ni calibre. Ni siquiera los actores, pese a sus evidentes esfuerzos, logran lo que se pretende: compaginar el humor Coen con la aceleración Ritchie. ¿O era al revés? A la vista del resultado la pregunta es ¿a quién le importa?