Archivo

Archivo para octubre, 2008

Terror a través del espejo

viernes, 10 de octubre de 2008 Sin comentarios

Dirección: Alexandre Aja. Intérpretes: Kiefer Sutherland, Paula Patton, Amy Smart, Cameron Boyce, Erica Gluck, Jason Flemyng. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 110 minutos.

En apenas tres películas ha gastado Alexandre Aja un nombre, el suyo propio. Era un nombre llamado a brillar. La primera vez que de este cineasta francés se tuvo noticia fue una pequeña sacudida, un relámpago que centelleó en el festival de Sitges, donde Aja acaparó premios y parabienes con su segundo largometraje, titulado Alta tensión . Han pasado apenas cuatro años y dos películas más para que, sobre aquel incontestable calambrazo, ahora se perciban sombras de duda. Tras Alta tensión , Aja hizo un remake inteligente y efectista deLas colinas tienen ojos . Sin ambicionar renovar el género ni conformar una obra de esas que ahora se denominan icónicas, Aja demostraba al talento de su inicio, una capacidad de adaptación a la gran industria. O sea, sabía trabajar bien para Hollywood.

Por eso, cuando se anunció Reflejos , Aja parecía reafirmarse en su imagen pública. Para entendernos, Aja volvía a incidir en ese cine de género que le vio nacer, el terror. Además, lejos de arrogarse una voz singular, repetía esa actitud que unos tildan de artesana y otros de mercenaria: trabajar para cuenta ajena y trabajar para el público.

Esa aparente falta de pretensiones, más formal que real, encierra una declaración de intenciones. La paradoja se produce cuando Aja abrió hace una semana con su Reflejos el festival de cine que le vio nacer, Sitges. Y además, adaptando un filme de bandera coreana, oscuro e irregular que se presentó en este festival catalán el mismo año en que él triunfaba con Alta tensión . Como si de una maldición se tratase, ese espacio que lo encumbró en su día fue testigo hace siete días no de su descalabro, pero sí del alto peaje que exige el cine comercial cuando sobre éste penden excesivas expectativas. Pero conviene no exagerar. No sería justo ni con el cineasta francés, ni con este filme más que correcto que empieza con mucha fuerza para diluirse conforme avanza su propuesta. La idea original que en su versión oriental, Geoul Sokeuro (Into The Mirror) , se agrietaba por la debilidad interpretativa, aquí no se rompe pero no logra sobrevolar por encima de un argumento más ingenioso que profundo, más sorprendente que inquietante. Podría perturbar, pero prefiere los sustos.

Categories: Sin categoría Tags:

Chica feliz busca lo imposible

viernes, 10 de octubre de 2008 Sin comentarios

Dirección y guión: Mike Leigh. Intérpretes: Sally Hawkins, Alexis Zegerman, Andrea Riseborough, Samuel Roukin, Sinéad Matthews, Kate O’Flynn, Sarah Niles. Nacionalidad: Reino Unido. 2008. Duración: 118 minutos.

La interpretación de Sally Hawkins no deja opción, no admite equidistancias. No es culpa suya. La responsabilidad descansa en su director, un Mike Leigh que, tras pasarse años radiografiando la angustia social, las cloacas de la desigualdad y la perfidia del poder, se saca una película dedicada a las ganas de vivir. Mike Leigh, para quien no esté familiarizado con su trabajo, representa un estilo peculiar, una rara avis en un campo, el británico, dominado por fabuladores brillantes y documentalistas combativos. De acercarse a algún lado, nadie discutiría que Leigh se debe más a estos últimos, y que en su cine se perciben más rasgos comunes con Frears y Loach que con Scott y Ritchie. No obstante, un análisis más pormenorizado descubre algunas incursiones sorprendentes.

Buen director de actrices, Leigh repite aquí su ideario dando el mando del filme a Sally Hawkins. Su personaje, Poppy -¿alguien cabal con más de 12 años puede llamarse así?- habla sin parar, ríe sin que venga a cuento, a veces parece simple y, a veces, sobrevuela los pantanos del desafecto con la lucidez de un anciano sabio. El punto a debatir tras verla durante dos horas sin cerrar jamás la boca abre un foso insalvable. A un lado estarán los que no la soportan. Al otro, los que la disfrutan y hasta la entienden. Si usted es de los primeros, tendrá casi imposible gozar con la película. Ahora bien, el meollo de la cuestión, lo que le da consistencia, reside precisamente en lo que se encuentra en el fondo de ese foso profundo.

El interrogante que fluye de esa oscuridad plantea una única cuestión a través de una docena de afilados retratos reconocibles, conmovedores y verdaderos. La pregunta se resume en lo que está explícito en su título: ¿es realmente feliz el personaje de Sally Hawkins, se puede -podemos- ser feliz(es) en esta vida? La respuesta no admite negociación: no. No al menos de ese manera absoluta y satisfecha propia de los necios. El resto se enroca en la historia que se nos cuenta, un relato que abunda en detalles apreciables, en descripciones pormenorizadas y en una cuestión que a todos nos conmueve: el ansia de felicidad y las tribulaciones que sufre el ser humano para al menos sonreír ante la adversidad y confiar en el futuro.

Categories: Sin categoría Tags:

El árbol contra el cemento

viernes, 3 de octubre de 2008 Sin comentarios

Director: Eran Riklis Guión: Suha Arraf y Eran Riklis Intérpretes: Hiam Abbass, Ali Suliman, Doron Tavory, Rona Lipaz Michael, Tarik Copti y Amos Lavie Nacionalidad: Israel, Alemania y Francia 2008 Duración: 106 minutos.

Al comienzo de Los limoneros , anclado en esa zona vertebral en la que el guión se juega su verosimilitud, germina un trampantojo argumental escondido en la escritura del guión. De manera que el conflicto sobre el que descansa todo el largo proceso judicial, esa escalera hacia el cielo de la Justicia donde cada peldaño significa un nuevo tribunal, deviene en puro pretexto. Sobre él crece este filme de emoción contenida y de alcance largo que nace de un grave error de cálculo del aparato de seguridad del Gobierno israelí. Un imposible, porque ¿qué incompetente servicio policial permitiría que la residencia del ministro de Defensa estuviese al pie de un campo de limoneros palestino, excelente escondite-trampa para todo tipo de atentados?

Si el espectador acepta este espejismo y se dedica a lo que el filme le propone, todo lo demás le parecerá aceptable, real, cabal e incluso cercano. Al mismo tiempo, a Eran Riklis, esa absurda situación del punto de partida le viene bien para diseccionar la ridiculez cotidiana del conflicto palestino-israelí, ¿acaso no se empeñó Israel en levantar su Estado judío en un campo de piedras y fuego?

Pero aquí no se trata ya de describir las condiciones de los terroristas suicidas ni de recrear el frente de batalla. Aquí todo adquiere la intención de adentrarse en los intersticios de la angustia de la sociedad civil, esa población inerme e indefensa que soporta lo irracional, el miedo y la muerte.

En Los limoneros se simplifica el conflicto de Oriente Medio a través de una fábula adulta llena de una poderosa sensualidad y gracias a un conmovedor relato. Cabe el error de tomar demasiado a la ligera este filme, que en su desarrollo se muestra sencillo, directo e incluso excesivamente benigno y positivo. Pero que su director prefiera el estallido cromático de los limones al ensordecedor sonido de los disparos no significa que en este bello filme no respiren cuestiones hondas bajo el pretexto de una anécdota de proverbio. El argumento es simple. Como consecuencia de esa elección de la residencia particular de un ministro israelí al lado de un campo de limones, camuflaje ideal para realizar atentados, el aparato militar decide que hay que arrancar los limoneros, fuente de sustento de una bella viuda que, al lado de un anciano que durante toda su vida ha ayudado a la familia, cultiva con mimo el susodicho frutal.

Por lógica, ese campo almacena una metáfora esencial del conflicto político. Esos limoneros anclados en la tierra poseen raíces profundas cuya existencia ahora se ve amenazada por una culpa que ni la joven viuda ni su empleado representan. Reos de un temor en el que nada tienen que ver, Eran Riklis, al estilo del Zhang Yimou de Qiu Ju, una mujer china, convierte al personaje de Hiam Abbass en el motor de un periplo por el interior de la vida cotidiana de Israel. Lo mejor de la película reside en esos recovecos ilustrados por personajes secundarios, por diálogos breves, por presencias de un subterráneo juego de poder que mueve unos hilos de acero tan invisibles a la vista como cercenadores en su aplicación.

El filme de Eran Riklis desarrolla también una sensible historia de amor en medio de un estado de las cosas putrefacto. Una radiografía nada simplista hecha a golpe de arabescos emocionales, de engarzados políticos y de comprensiones sin complacencia ante las paradojas de la existencia. Además, si el filme de Riklis arranca sobre un trampantojo, culmina con un monumento a la idiocia humana. Eso y no otra cosa se antoja ese muro final que enjaula a quien lo levanta y que usurpa a unos y otros la grandeza esencial del paisaje: el gozo de un horizonte libre, originario y pacífico.

Categories: Sin categoría Tags:

El teatro de las presas

viernes, 3 de octubre de 2008 Sin comentarios

Dirección: Belén Macías Intérpretes: Verónica Echegui, Candela Peña, Ana Wagener, Violeta Pérez, Natalia Mateo, María Pau Pigem, Tatiana Astengo y Ledicia Sola Nacionalidad: España. 2008 Duración: 99 minutos.

La semana próxima se estrena Leonera , un filme de Pablo Trapero sobre la epopeya de una joven mujer embarazada de pocos meses que ingresa en la prisión y en ella permanece durante años peleando contra la realidad de dentro, la de la supervivencia cotidiana; y la de afuera, la de un juicio que se demora y la de una madre que se acabará convirtiendo en enemiga de su propia hija. Pese a que en su desenlace, Trapero no responde a la demanda del relato, hay más autenticidad en 60 segundos de ese filme que lo que Belén Macías es capaz de mostrar en 99 minutos.

De nada vale que Verónica Echegui se deje la piel con su personaje, una atracadora toxicómana, versión femenina del Chuli que en los años 80 cantaba Ramoncín. Lo lamentable es que en el patio de esta cárcel no haya verdad alguna. De hecho, hay la misma sensación de realidad en lo que Belén muestra sobre la vida de un grupo de presidiarias en la España de los años 80, que en la representación teatral con las que estas mismas reclusas se evaden de lo cotidiano gracias a la vocación de una funcionaria de prisiones.

Para debutar como realizadora de largometrajes, Belén Macías echa mano de la tradición del cine español más estandarizado. Sus bazas son un reparto femenino y coral, una historia que plantea una presunta denuncia y un tono de digestión garantizada: hay tragedia pero sin mal rollo. Con ellas obtiene el mismo rigor que el que Jaime Chávarri aplicó en su filme sobre El Camarón.

Sin intención de adentrarse en las zonas oscuras e inquietantes, el filme de Macías dibuja una cárcel razonablemente amable en la que no falta alguna funcionaria culpable de aplicar el reglamento. Su análisis del tema roza la adolescencia y abunda en el infantilismo. Tampoco el retrato de sus personajes evita la sobredosis de vaselina. Sin perfiles rugosos ni recovecos intestinales, El patio de mi cárcel es cine plano. Y si sus personajes no se desmoronan es porque detrás de ellas -los roles masculinos resultan inapreciables-, hay un grupo de actrices que se aplican con más oficio que inspiración. Y aciertan. Porque para salvar este insulso relato se precisa más la paciencia del cómico que la sublimación del genio.

Categories: Sin categoría Tags:

El ojo del asesino nos mira

viernes, 3 de octubre de 2008 Sin comentarios

Dirección y guión: Jaime Rosales Intérpretes: Ion Arretxe, Iñigo Royo, Jaione Otxoa, Ana Vila, Asun Arretxe, Nerea Cobreros, Iván Moreno y Diego Gutiérrez Nacionalidad: España. 2008 Duración: 84 minutos.

Todo el poder representativo de este filme confuso y errático, pero también singular y extremo, se dirime en un solo plano. En él, un ojo mira a la cámara. Un ojo que hipotéticamente nos ve a nosotros, a los espectadores que hasta entonces, y durante más de 70 minutos, no hemos hecho otra cosa -caso de permanecer en la sala de cine- que mirarle a él, a un sujeto del que, a estas alturas de la película, ya caben pocas dudas de que representa al asesino. Ése es el punto de ignición de todo el horror que Tiro en la cabeza quiere concitar. En ese instante, la cámara de Rosales que hasta entonces ha funcionado como un cazador furtivo robando imágenes de un individuo del que nada se nos dice y del que poco se nos muestra, se ve sacudida por el miedo. Ese ojo que apunta, desde el plano al objetivo de la cámara, mira a los policías -eso tampoco se nos dice, lo deducimos si lo hemos leído antes de entrar al cine-. Y viéndoles a ellos, en el lugar del contraplano, se nos hace saber que también allí estamos nosotros, el público.

En ese preciso instante Rosales, que hasta entonces ha guardado silencio como cineasta -sus imágenes apenas conforman un puñado de secuencias mudas de un individuo irrelevante, sin texto ni significado-, formula una especie de «Yo acuso» para sugerir algo así como: vosotros, espectadores, estáis llamados a ocupar el lugar de las víctimas de ETA, vosotros que miráis sin decir nada, estáis llamados a recibir ese tiro. Así, en unos pocos segundos, doce minutos si fascinados por el temor y la curiosidad esperamos a que se reconstruyan los hechos, queda expuesto el motivo seminal que impulsó esta respuesta de Rosales a la violencia terrorista.

Esos segundos/minutos representan la esencia de un filme que desdeña la narratividad convencional y no oculta su vocación de pieza de museo. Eso es lo preocupante. Se ha impuesto el despropósito de creer que en el Arte vale cualquier cosa, incluso exigir del espectador una larga espera en nombre de un experimento que nace viejo y que sólo se puede entender si previamente se ha leído lo que quiere contar. Hay películas que «leemos» cien veces y cien veces nos fascinan. Otras, nos basta con ver una única vez. Tiro en la cabeza pertenece a ese tipo, se agota en un único grito.

Categories: Sin categoría Tags: