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Memoria y desmemoria

viernes, 26 de octubre de 2007 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Emilio Martínez-Lázaro. Intérpretes: Pilar López de Ayala, Verónica Sánchez, Marta Etura, Nadia de Santiago, Gabriella Pession, Félix Gómez, Fran Perea. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 132 minutos.

En plena batalla dialéctica sobre la necesidad y/o oportunidad de rescatar del olvido la muerte de las víctimas de la guerra civil y la posguerra franquista, un filme que reconstruye uno de esos sangrientos sucesos corre el riesgo de ser visto no desde sus propias virtudes sino a la luz de ese antagonismo exacerbado. ¿Es posible evitar esa tendencia? Sin duda. Pero no será con películas como ésta. Películas como Las 13 rosas sólo contribuyen a sembrar el desconcierto y la frustración.

Emilio Martínez Lázaro, el autor de Amo tu cama rica , hubiera hecho mejor quedándose en el terreno de la comedia. Aquí, con la complicidad del guión y el desacierto de la música sólo consigue malograr una historia impresionante y mancillar un relato desgarrador que en sus manos parece un sainete trágico. Las 13 rosas , que en realidad aquí no llegan a la media docena, el resto aparece pero nada de ellas se cuenta, toma en vano la verdad histórica y retuerce el hilo de lo anecdótico para quedarse en puro cartón piedra.

La única verdad que le es posible mostrar al cine es la simbólica y para ello es fundamental poseer dominio de la elipsis, capacidad para palpar lo fundamental y acierto para fabular su esencia. En otro caso, como aquí acontece, todo huele a naftalina y concesión, a equilibrios con el presente que traicionan el pasado. Además, el director se muestra impotente para adentrarse en la tragedia que cuenta. Temeroso de filmar un relato triste, sucio y oscuro -¿no es eso de lo que estamos hablando?-, hace que todas parezcan un puñado de niñas frívolas y/o perplejas de las que poco o nada se nos dice. Luego, a la hora de afrontar un desenlace archiconocido, Martínez Lázaro estira el dolor y recrea la angustia a base de musiquillas melosas, a fuerza de lágrimas de colirio.

El verdadero horror pertenece siempre al fuera de campo, allí se consagra lo solemne, lo irrepresentable por inhumano. Lo contrario es pornografía emocional para público de reality shows y devotos de Mercedes Milá y otros esperpentos mediáticos.

De nada sirve la entrega de las actrices, de nada su fundamento real… Esto no es un homenaje, es un atropello. Si se hubiera rodado en 1975, se podría justificar, visto ahora, es patético.

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