¡Hola Tolkien, adiós Mignola!
Dirección: Guillermo del Toro Intérpretes: Ron Perlman, Selma Blair, Doug Jones, Luke Goss, Jeffrey Tambor, John Hurt, John Alexander, James Dodd y Anna Walton Nacionalidad: EEUU. 2008 Duración: 110 minutos
Un pequeño preámbulo en el arranque de la película establece una breve introducción sobre el origen de Hellboy. Apenas cuatro fotografías son suficientes para recordar cómo, al final de la Segunda Guerra Mundial, en pleno delirio nazi, los desesperados intentos de Hitler para no perder la guerra, les hizo convocar, en suelo británico, al mismísimo demonio. Un demonio ¿bueno? que, como bien saben quienes vieron la primera entrega, acabó perdidamente enamorado. A continuación otro inserto, éste considerablemente más largo y con un tratamiento narrativo que recuerda al que Coppola aplicó para mostrar el origen de Drácula, nos permite observar a Hellboy cuando era realmente era un boy , un muchacho al que su padre adoptivo le leía cuentos y le predisponía a esperar anhelante la visita de Papa Noel.
Guillermo del Toro se sirve de este fragmento para volver a contar fugazmente con John Hurt y para explicar los entresijos del mundo fantástico que dan lugar a la historia de El ejército dorado . Lo resuelve bien, con marionetas y con un tono fabulador que apunta hacia el núcleo central de la verdadera naturaleza de su filme: la fantasía. A los cuatro minutos deHellboy II , el autor de El laberinto del Fauno señala sin tapujos dónde se coloca. Lejos de Mike Mignola, el autor del original Hellboy de papel. Lejos de su humor negro y de su oscura dramaturgia. Y lejos , muy lejos de la acidez letal que ciertamente en la primera entrega de Hellboy apenas se insinuaba.
Cuando comienza en tiempo presente Hellboy II , cuando conecta cronológicamente con el final de la anterior entrega, Guillermo del Toro, un cineasta de saber enciclopédico y de energía ciclópea, muestra el símbolo bajo el que ha creado esta película: la maternidad. Ese ejército dorado hecho de guerreros indestructibles, de fuerzas antagónicas, de criaturas imposibles y de personajes de magia sirve a un único propósito: exaltar la maternidad; rendir homenaje al nacimiento de la vida. Para ello, con el humor que le caracteriza, Del Toro coloca una gigantesca Venus de Willendorf de dos metros de alta. La original, la encontrada en una excavación paleolítica cerca de Krems, Austria, en 1908, apenas mide once centímetros, pero sobre ella descansa, aunque no todos estén de acuerdo, el peso del emblema: ella es la madre de todas las madres, la madre tierra a la que cerca de 30.000 años la contemplan.
Bajo su presencia, se pone en marcha la cruzada del príncipe del mundo subterráneo, Nuada, para recuperar la corona bajo la que se inclinará ese ejército dorado que aguarda en el interior de la tierra la señal de volver a la lucha. Nuada no está conforme con el comportamiento de la humanidad, con su maltrato a la tierra y cree que ha llegado la hora de detener la voracidad humana. Lo que viene a continuación se mueve a golpe de contraste, oferta al mismo tiempo personajes antológicos con otros que parecen salidos de una desganada copia de MIB o Star Wars . Hay secuencias vibrantes y hay subtramas brillantes pero también hay una falta de solidez argumental, de fortaleza de guión, impropia en un creador como Del Toro.
No es ningún secreto que Del Toro se proyectó en Hellboy y que Hellboy se «parece» mucho al propio cineasta. Tanto se identifica uno con el otro, que Del Toro no ha podido o no ha querido separar la ficción de la vida privada. De ese modo, ya ha sido dicho, Hellboy dice adiós a Mignola y se acerca peligrosamente a Tolkien. Y eso es lo más débil de la por otra parte, sugerente y seductora película: que a veces parece un ensayo de El Hobbit que, como se sabe, será su siguiente película.