La furia del padre, la venganza del esposo
Dirección: Sidney Lumet Intérpretes: Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Marisa Tomei, Albert Finney, Rosemary Harris, Michael Shannon. Nacionalidad: EEUU. 2007 Duración: 123 minutos.
En las entrañas de este filme de Sidney Lumet y en la obra testamentaria de Ingmar Bergman, Saraband , se pudren las mismas aguas; las del fracaso paterno. Son aguas estancas, aguas viejas donde se consume la rabia del padre ante la manifiesta incapacidad de su descendencia. Curiosa coincidencia porque hace unos años, comparar a Lumet con Bergman hubiera parecido una frivolidad. ¿Qué hay en común entre Doce hombres sin piedad y El séptimo sello ; o entre Serpico y Persona ? Apenas nada y, desde luego, aparentemente, no lo suficiente como para extraer simetrías y semejanzas entre un cine de género hecho desde la resistencia ante el desmoronamiento del Hollywood clásico y una cinematografía destilada del mejor teatro sueco y ajena a todo aquello que no fuera la mirada del autor. Claro que también podemos dar la vuelta al enunciado y hablar de un cine sensible al drama teatral perceptible en un Lumet que nunca ha renunciado a su posición de autor y un cine que unió el fantástico con el drama psicológico y que practicó texturas genéricas que van desde el musical a la tragedia pasando por el Mozart mágico.
Sea como fuera, en esa coincidencia argumental entre Antes que el diablo sepa que has muerto y Saraband habita el mismo infierno. Es como si la generación que ambos representan desembocase, cuando ven cercana la muerte, en el territorio de sus peores demonios. Demonios que no preludian paz sino angustia y desesperación.
El caso es que Lumet, en cuya cinematografía hallamos textos tan desgarradores como Piel de serpiente , Network y Llamada para el muerto , apareció hace un año con un filme ligero, descreído, titulado Declaradme culpable . En algún modo, era como si en su parodia de la Justicia norteamericana, dinamitase aquel gesto inicial que hizo inolvidable a Doce hombres sin piedad . Pero con todo, Declaradme culpable era un filme descosido, un relato intrascendente en un cineasta que con frecuencia se ha mostrado solemne y grave y preocupado ante el tema de la culpa.
EnAntes que el diablo… , Lumet retrata un universo familiar desestructurado. El dinero es esencial y de dinero se habla desde el comienzo hasta el final de la película. El dinero y la responsabilidad son los dos grandes temas de un filme que gira, como el Cassandra’s dream de Woody Allen, en torno a dos hermanos a los que las circunstancias llevan a derramar sangre. Sólo que los hermanos del filme de Lumet están hundidos antes de que se pergeñe su delito.
En ellos y en su entorno familiar, Lumet introduce la semilla del desasosiego, la sombra de la fatalidad y el lastre de la mala conciencia. En una elección desconcertante, Lumet desfragmenta la continuidad de la historia. Se trata de un gesto de contemporaneidad propio de un director preocupado por no perder el tren del tiempo.
Su puzle, que adopta los usos del relato postmoderno, sólo sirve para retrasar el advenimiento de su profunda tragedia clásica. Disfrazado de ligereza al principio, de azar en su nudo vertebral y de amargura desesperanzada en su conclusión, Lumet, que empezó en el mundo del cine con una encendida proclama para evitar a toda costa una pena de muerte, parece enfilar su despedida con una ejecución delirante. No hay luz en esta oscura película. Y no la hay porque en esa crónica de la sociedad actual, no hay piedad, ni límites éticos. En su lugar, una mascarada terrible de manipulaciones, ambiciones y engaños anega todo. Y contra todo gime un padre infinitamente airado que hace de la venganza la sublimación del fracaso absoluto.