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Retorno al corazón de las (ti)nieblas

viernes, 30 de mayo de 2008 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Frank Darabont. Guión: Frank Darabont; basado en el relato de Stephen King. Intérpretes: Thomas Jane, Marcia Gay Harden, Laurie Holden, Toby Jones, y Andre Braugher. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 127 minutos

En 1927 H.P. Lovecraft escribió un ensayo siempre recomendable titulado Supernatural Horror in Literature . En él se significaba que la emoción más primitiva, al tiempo que la más poderosa y fuerte de la humanidad, es el miedo. Stephen King, buen conocedor de H.P. Lovecraft pensó sin duda en él a la hora de concebir The mist , uno de sus incontables relatos que, en manos de Darabont -probablemente el cineasta que mejor ha sabido adaptar a King-, se adentra en el inquietante territorio del temor. Dicho de otro modo, estamos ante un filme de Darabont (Cadena perpetua , Pena de muerte ) construido sobre un argumento de Stephen King (Carrie , El resplandor , La zona muerta , Christine …) y abiertamente influenciado por el opresivo universo de Lovecraft.

Un triángulo casi perfecto. En él asistimos a un curioso juego por el que el cineasta reconduce el relato de King a la esencia pesimista y atormentada de su maestro Lovecraft. Algo así como un retorno al origen, pero de eso hablaremos al final porque es en el final donde se produce ese cierre de dolor amargo. Ahora nos quedamos en que en esta película el miedo se asoma a los cinco minutos del comienzo para quedarse hasta su delirante final. Se trata de una exaltación del miedo que nada tiene que ver con el sobresalto, ni con el susto, ni con la sorpresa fantasmal. La niebla es un filme austero, de bajo presupuesto, de limitados efectos especiales y de un rigor comparable a su crueldad. O sea, La niebla no es terror para adolescentes; ni J Horror occidentalizado. Tampoco hay operación revival ni festival posmoderno, por más que Darabont abra su película con una mirada al cartel del filme de Carpenter, La cosa . ¿Un guiño? No exactamente, más bien una declaración de intenciones sobre los referentes que suministran la razón de ser de esta película.

Carpenter filmó en 1980 The fog , un vocablo cuyo significado está próximo a este The mist , pero fue la suya una niebla con la que ésta argumentalmente nada tiene que ver. Por eso Darabont lo subraya, porque su niebla sabe y debe más a la moraleja final que habita en La cosa .

Su niebla propone un discurso unívoco: el monstruo no está afuera, el monstruo habita en nuestro interior aunque la amenaza parezca venir del exterior diluida en esa blanca oscuridad de bruma fantasmal. Algunos percibirán los quebrantos de la huella del 11-S, si se quiere, pero lo que aquí nos aguarda no es una moraleja política sino un miedo primigenio y fundacional que envuelve la estupidez y la violencia del ser humano. A Darabont, cuyo uso de fotografía, movimiento y música es modélico, le basta con un supermercado y un puñado de supervivientes acongojados por una amenaza externa provocada por los excesos militaristas.

Ahora bien, no será del núcleo de la niebla de donde provengan los peores monstruos, sino del «otro» personificado en los demás. Por eso La niebla provoca una desasosegante incomodidad que Darabont valientemente no dulcifica. Apenas hay algo nuevo u original en su trama. De Hawks a Hitchcock lo que Darabont muestra ya nos lo han contado. Lo que quizá sorprenda es encontrarse en pleno siglo XXI con un discurso tan langniano sobre el fanatismo de la humanidad y sobre su miedo al miedo. Si el resultado es consecuencia de un esfuerzo individual o fruto de un tiempo parecido al que Lang describió en Furia será la pregunta que tanto incomoda en su desesperanzado final. Un desenlace de angustia que nos lleva al corazón de esas tinieblas que Conrad describió al recordar que: «El miedo siempre permanece».

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