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Archivo para mayo, 2008

Haciendo caja

viernes, 30 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Steven Spielberg. Guión: David Koepp. Intérpretes: Harrison Ford, Cate Blanchett, Karen Allen, Ray Winstone, John Hurt y Jim Broadbent. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 124 minutos.

George Lucas, según se cuenta -en wikipedia por ejemplo-, tuvo en 1973 dos ideas. De una nació Star Wars ; de la otra, Indiana Smith , posteriormente rebautizado gracias a Spielberg como Indiana Jones . Que se sepa nunca jamás ha vuelto a tener idea alguna, pero nadie como él ha sabido sacar tanto dinero con tan concentrado esfuerzo en unos pocos días. Desde entonces George Lucas, tan mediocre director como brillante productor, vive de las rentas y de sus infinitos récords de ventas. El caso es que cuando se estrenó el primer Indiana Jones , en medio del abrazo de los dos gigantes del nuevo Hollywood de los 80, Spielberg-Lucas, las campanas de Los Ángeles repicaron a epifanía. Entonces no se sabía, pero con Star Wars e Indiana Jones se acunaba un tiempo de videojuegos e informática, la era digital amanecía y el final de la modernidad llegaba para los veteranos, que no viejos, cineastas europeos alumbrados con los cambios políticos de los años 60. Luego Tarantino dio la definitiva vuelta de tuerca.

La clave de aquel Indie fundacional residió en una mezcla ágil de acción y humor. Indie , como buen arqueólogo, recuperaba joyas del pasado, éstas no eran otras que las viejas películas de aventuras del tiempo clásico resucitadas con la coartada de la ironía, del guiño y el homenaje. En el fondo se trataba de la resabiada mirada del empollón de la clase, algo no ajeno al freakismo vigente. Han transcurrido 28 años. Harrison Ford sigue siendo Indiana Jones en la mejor opción de esta cuarta aventura y se desvela lo que ya se sabía, si se ha vuelto a ver las entregas anteriores, que estamos ante una obra sobrevalorada.

Este Indie camino de la jubilación que se reencuentra con lo que se dejó atrás en su primera aventura, aplica la fórmula ya sabida. Casi nada ha cambiado por lo que siendo serios y despojándonos del moho de la nostalgia, ni ésta es tan mala ni las que le precedieron eran tan magistrales. Simplemente son divertimentos con ritmo, filmados con autoridad y banales porque de eso se trata. Sobra algún personaje pero no falta nada. Aquí descansa la esencia de Spielberg-Lucas, así son y así eran; niños enriquecidos que se autohomenajean a sí mismos camino de la jubilación.

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Nada de nada

viernes, 30 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Ramón Costafreda. Intérpretes: Manuela Pal, Félix Gómez, María Bouzas, Celso Bugallo, Javier Lombardo, Pablo Tamayo y Cristina Ramallal. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 90 minutos.

En el recién clausurado festival de Cannes, el cine español se dejó sentir por todos los rincones. Anuncios, stands bien servidos, fiestas de todo tipo, saraos varios, enviados especiales, distribuidores independientes,… había de todo menos películas españolas. Sólo un filme sobre los reyes magos en clave de risa hiperrealista y nada más. No existe el cine español o, si se produce, al resto del mundo en Cannes no le importa. ¿Tienen razón? No lo sé, pero películas como la de Ramón Costafreda dan argumentos para que el cine español abandone toda ambición de internacionalidad. Y es que Abrígate compone un tratado modélico que ejemplifica por qué no funciona el cine español. La película de Costafreda se alza como una magistral lección de cómo filmar una película que sólo interese a su realizador.

Abrígate , cuyo título enigmático puede ser tema de conversación al final de la película, parece un cruce entre Felipe Vega y David Trueba. Arranca con un fallecimiento y culmina con una traca sentimental. Hay personajes de gracia pretendida en un hermanamiento entre Galicia y Argentina. Quizá con otra actitud la película podría haber sacado adelante alguna virtud, algún motivo para justificar su existencia. Pero quien esto firma no lo pudo o no lo supo encontrar.

Fundamentalmente porque el realizador está más interesado en filmar atractiva a la joven protagonista, Manuela Pal, que en profundizar en cuestión alguna. De esa manera, penosa manera, la película avanza como una revista de cualquier tiendecilla de moda en la que vemos a la misma modelo luciendo diferentes tipos de shorts , en medio de paisajes bucólicos y paseando con altos tacones en medio de rocosas estribaciones a riesgo de romperse la cabeza. Por fortuna no le pasa nada a Manuela Pal, salvo que el director le obliga -a ella y al resto del reparto- a declamar increíbles diálogos que nadie consigue sostener. Rodada en gallego y español, este último con préstamos argentinos en algún caso, la película quema muy pronto su escasa pólvora y naufraga por completo a la hora de imprimir humor y ritmo a lo que nada tiene, salvo la desfachatez de hacernos perder hora y media y lo que cada uno haya pagado.

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Retorno al corazón de las (ti)nieblas

viernes, 30 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Frank Darabont. Guión: Frank Darabont; basado en el relato de Stephen King. Intérpretes: Thomas Jane, Marcia Gay Harden, Laurie Holden, Toby Jones, y Andre Braugher. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 127 minutos

En 1927 H.P. Lovecraft escribió un ensayo siempre recomendable titulado Supernatural Horror in Literature . En él se significaba que la emoción más primitiva, al tiempo que la más poderosa y fuerte de la humanidad, es el miedo. Stephen King, buen conocedor de H.P. Lovecraft pensó sin duda en él a la hora de concebir The mist , uno de sus incontables relatos que, en manos de Darabont -probablemente el cineasta que mejor ha sabido adaptar a King-, se adentra en el inquietante territorio del temor. Dicho de otro modo, estamos ante un filme de Darabont (Cadena perpetua , Pena de muerte ) construido sobre un argumento de Stephen King (Carrie , El resplandor , La zona muerta , Christine …) y abiertamente influenciado por el opresivo universo de Lovecraft.

Un triángulo casi perfecto. En él asistimos a un curioso juego por el que el cineasta reconduce el relato de King a la esencia pesimista y atormentada de su maestro Lovecraft. Algo así como un retorno al origen, pero de eso hablaremos al final porque es en el final donde se produce ese cierre de dolor amargo. Ahora nos quedamos en que en esta película el miedo se asoma a los cinco minutos del comienzo para quedarse hasta su delirante final. Se trata de una exaltación del miedo que nada tiene que ver con el sobresalto, ni con el susto, ni con la sorpresa fantasmal. La niebla es un filme austero, de bajo presupuesto, de limitados efectos especiales y de un rigor comparable a su crueldad. O sea, La niebla no es terror para adolescentes; ni J Horror occidentalizado. Tampoco hay operación revival ni festival posmoderno, por más que Darabont abra su película con una mirada al cartel del filme de Carpenter, La cosa . ¿Un guiño? No exactamente, más bien una declaración de intenciones sobre los referentes que suministran la razón de ser de esta película.

Carpenter filmó en 1980 The fog , un vocablo cuyo significado está próximo a este The mist , pero fue la suya una niebla con la que ésta argumentalmente nada tiene que ver. Por eso Darabont lo subraya, porque su niebla sabe y debe más a la moraleja final que habita en La cosa .

Su niebla propone un discurso unívoco: el monstruo no está afuera, el monstruo habita en nuestro interior aunque la amenaza parezca venir del exterior diluida en esa blanca oscuridad de bruma fantasmal. Algunos percibirán los quebrantos de la huella del 11-S, si se quiere, pero lo que aquí nos aguarda no es una moraleja política sino un miedo primigenio y fundacional que envuelve la estupidez y la violencia del ser humano. A Darabont, cuyo uso de fotografía, movimiento y música es modélico, le basta con un supermercado y un puñado de supervivientes acongojados por una amenaza externa provocada por los excesos militaristas.

Ahora bien, no será del núcleo de la niebla de donde provengan los peores monstruos, sino del «otro» personificado en los demás. Por eso La niebla provoca una desasosegante incomodidad que Darabont valientemente no dulcifica. Apenas hay algo nuevo u original en su trama. De Hawks a Hitchcock lo que Darabont muestra ya nos lo han contado. Lo que quizá sorprenda es encontrarse en pleno siglo XXI con un discurso tan langniano sobre el fanatismo de la humanidad y sobre su miedo al miedo. Si el resultado es consecuencia de un esfuerzo individual o fruto de un tiempo parecido al que Lang describió en Furia será la pregunta que tanto incomoda en su desesperanzado final. Un desenlace de angustia que nos lleva al corazón de esas tinieblas que Conrad describió al recordar que: «El miedo siempre permanece».

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La furia del padre, la venganza del esposo

viernes, 23 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Sidney Lumet Intérpretes: Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Marisa Tomei, Albert Finney, Rosemary Harris, Michael Shannon. Nacionalidad: EEUU. 2007 Duración: 123 minutos.

En las entrañas de este filme de Sidney Lumet y en la obra testamentaria de Ingmar Bergman, Saraband , se pudren las mismas aguas; las del fracaso paterno. Son aguas estancas, aguas viejas donde se consume la rabia del padre ante la manifiesta incapacidad de su descendencia. Curiosa coincidencia porque hace unos años, comparar a Lumet con Bergman hubiera parecido una frivolidad. ¿Qué hay en común entre Doce hombres sin piedad y El séptimo sello ; o entre Serpico y Persona ? Apenas nada y, desde luego, aparentemente, no lo suficiente como para extraer simetrías y semejanzas entre un cine de género hecho desde la resistencia ante el desmoronamiento del Hollywood clásico y una cinematografía destilada del mejor teatro sueco y ajena a todo aquello que no fuera la mirada del autor. Claro que también podemos dar la vuelta al enunciado y hablar de un cine sensible al drama teatral perceptible en un Lumet que nunca ha renunciado a su posición de autor y un cine que unió el fantástico con el drama psicológico y que practicó texturas genéricas que van desde el musical a la tragedia pasando por el Mozart mágico.

Sea como fuera, en esa coincidencia argumental entre Antes que el diablo sepa que has muerto y Saraband habita el mismo infierno. Es como si la generación que ambos representan desembocase, cuando ven cercana la muerte, en el territorio de sus peores demonios. Demonios que no preludian paz sino angustia y desesperación.

El caso es que Lumet, en cuya cinematografía hallamos textos tan desgarradores como Piel de serpiente , Network y Llamada para el muerto , apareció hace un año con un filme ligero, descreído, titulado Declaradme culpable . En algún modo, era como si en su parodia de la Justicia norteamericana, dinamitase aquel gesto inicial que hizo inolvidable a Doce hombres sin piedad . Pero con todo, Declaradme culpable era un filme descosido, un relato intrascendente en un cineasta que con frecuencia se ha mostrado solemne y grave y preocupado ante el tema de la culpa.

EnAntes que el diablo… , Lumet retrata un universo familiar desestructurado. El dinero es esencial y de dinero se habla desde el comienzo hasta el final de la película. El dinero y la responsabilidad son los dos grandes temas de un filme que gira, como el Cassandra’s dream de Woody Allen, en torno a dos hermanos a los que las circunstancias llevan a derramar sangre. Sólo que los hermanos del filme de Lumet están hundidos antes de que se pergeñe su delito.

En ellos y en su entorno familiar, Lumet introduce la semilla del desasosiego, la sombra de la fatalidad y el lastre de la mala conciencia. En una elección desconcertante, Lumet desfragmenta la continuidad de la historia. Se trata de un gesto de contemporaneidad propio de un director preocupado por no perder el tren del tiempo.

Su puzle, que adopta los usos del relato postmoderno, sólo sirve para retrasar el advenimiento de su profunda tragedia clásica. Disfrazado de ligereza al principio, de azar en su nudo vertebral y de amargura desesperanzada en su conclusión, Lumet, que empezó en el mundo del cine con una encendida proclama para evitar a toda costa una pena de muerte, parece enfilar su despedida con una ejecución delirante. No hay luz en esta oscura película. Y no la hay porque en esa crónica de la sociedad actual, no hay piedad, ni límites éticos. En su lugar, una mascarada terrible de manipulaciones, ambiciones y engaños anega todo. Y contra todo gime un padre infinitamente airado que hace de la venganza la sublimación del fracaso absoluto.

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Chabrol, siempre Chabrol

viernes, 23 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Claude Chabrol Intérpretes: Ludivine Sagnier, Benoît Magimel, François Berléand, Mathilda May y Caroline Silhol, Nacionalidad: Francia-Alemania. 2007 Duración: 115 minutos.

Ahora que todas las miradas del mundo giran hacia el festival de Cannes, vuelve a escenificarse la vieja reflexión sobre las diferencias entre el cine francés y el español. No hay aquí espacio para abundar en ello pero sí es preciso señalar un significativo hecho. El cine europeo no acaba de reubicarse. Hay síntomas inequívocos de decadencia. Los nuevos cineastas que surgen, cuando realmente parecen interesantes, o dan síntomas de falta de continuidad o resultan ser tan esporádicos que apenas mitigan la sensación de declive. Así soplan los vientos en Europa cuando el cine francés sobrevive aupado por un escuadrón de octogenarios. Son supervivientes de la guerra de la nouvelle vague , son los guerreros que proclamaron la muerte del cine, ellos, los enterradores, se han propuesto mantenerse vivos.

Pongan los nombres que quieran. De Rohmer a Rivette, de Resnais a Chabrol… el cine francés late con ellos, por ellos. Y late por ejemplo con una nueva entrega del eterno Chabrol, martirio de burgueses y eterno objeto de desconfianza e infravaloración por los exégetas de Marker y Godard.

El problema es que aquí la industria y la crítica se dedican a homenajear a Borau, a pasear a Berlanga y a maldecir a Aranda; mientras, los veteranos franceses siguen haciendo cine como si nada hubiera pasado.

¿Nada? No en el caso de Chabrol, quien matiz a matiz, descreimiento a descreimiento, pellizco a pellizco forja filmes perversos, historias lúcidas y juegos de manos que nos reconcilian con el talento. El caso es que Una chica cortada en dos no enrolará a ningún nuevo espectador que no estuviera ya convencido de la buena mano de Chabrol. Tampoco defraudará a quienes han sabido disfrutar con Las ciervas, El carnicero, La flor del mal y La dama de honor , por citar viejos y nuevos filmes del cineasta parisino. Chabrol, que comenzó haciendo una apología de Hitchcock y que gusta del humor, el amor y el comer, echa mano del triángulo, retuerce los ángulos aparentando lo que no es y, rodeado de viejos amigos, se deja llevar por el disfrute de la mascarada; el disfrute con intención. Todo parece fácil, perverso… un déjà vu grato que, siendo semejante, parece distinto.

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Y con la luz llegó el rock and roll

viernes, 23 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección y guión: John Sayles Intérpretes: Danny Glover, Lisa Gay Hamilton, Yaya DaCosta, Charles S. Dutton, Mary Steenburgen, Vondie Curtis Hall y Gary Clark Jr. Nacionalidad: EEUU. 2008 Duración: 123 minutos.

Ante un cineasta como John Sayles suele anteponerse el respeto. Respeto porque su trayectoria de realizador indómito y singular no admite comparación con ningún otro. Respeto porque su cine casi siempre se compromete con esas buenas causas que a todos interesan, pero que rara vez se convierten en éxito de público. Y respeto, finalmente, porque Sayles huye de su propio cine hasta el punto de alimentar el espejismo de que nada hay tan diferente a un filme de John Sayles como otro filme de él mismo.

Pero no es cierto. Más allá de la epidermis argumental de sus películas, todas ellas retratan y exaltan la figura de personajes íntegros. Sus protagonistas son nadadores a contracorriente, testigos parcos en palabras del cambio de los tiempos.

En Honeydripper , Sayles, que no quiere ser Sayles, se fija en el terreno abandonado por Robert Altman, otro cineasta inclasificable y así mismo digno de respeto. Honeydripper transcurre en la antesala de la batalla racial que en EEUU, se iba a librar en los años 60. Han pasado tantas cosas en tan pocos años que se olvida que hace cuatro décadas, los negros americanos vivían prácticamente en guetos. En una reserva negra transcurre Honeydripper . En un poblado sin trazado urbano ni espacios de referencia. Un microcosmos estilizado a la manera de un extraño cuento de hadas.

De Altman toma Sayles dos fundamentos. El reparto coral y la música. Con lo primero, Honeydripper verbaliza un discurso sobre el perdón y la violencia, sobre la necesidad de olvidar y la idoneidad de no olvidarlo todo. Sus personajes resultan planos, simples, directos. Sayles obviamente no es Altman. Sayles sólo es un vaquero al que le van los retratos sin maquillaje ni recovecos.

Por eso lo mejor de un filme irregular que tarda mucho en coger el vuelo descansa en la música, aquí mostrada como alegoría del cambio. Y por eso, el tiempo que preside Honeydripper es justo ese preciso momento en el que la guitarra se electrificó convirtiendo el lamento del blues en el grito del rock and roll. Ese día comenzó a vislumbrarse la posibilidad real de que blancos y negros bailasen juntos; ese dulce día comenzaron su carrera hacia Washington todos los Obamas de EEUU.

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La nueva biblia para niños

viernes, 16 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Andy Wachowski y Larry Wachowski. Intérpretes: Emile Hirsch, Christina Ricci, Matthew Fox, Susan Sarandon, John Goodman y Kick Gurry. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 129 minutos.

Corría el año 1996 cuando los hermanos Wachowski, Andy y Larry, se cayeron, como San Pablo, del caballo. Hasta entonces su carrera había sido breve. Su iluminación se debió a un inquietante filme de dibujos animados japoneses: Ghost in the shell, de Mamoru Oshii. Llenos de un entusiasmo febril, convencieron al productor Joel Silver de que su siguiente película sería como aquella cinta nipona, sólo que en lugar de ser dibujada iba a ser plasmada con actores. Así nacióThe Matrix y con The Matrix la vida de los Wachowski cambió para siempre.

Habían sido carpinteros antes que cineastas y acababan de estrenar su primer largometraje como directores: Lazos ardientes . Era un thriller negro con ecos lésbicos y estilo joven. Por joven se entiende ese aire generacional que se respira en gentes que van desde los Coen a Tarantino. Un barniz elaborado con sobredosis de video-clubs y cultivado por la lectura de miles de tebeos y mucho resabio.

The Matrix es uno de esos filmes de culto que es mucho más que un filme. Tanto es que, durante años, estos hermanos nacidos en Chicago y con sangre polaca en sus venas, se han ocultado del mundo. Sobrevivir a un filme como The Matrix , cuyos planos han sido deconstruidos por filósofos y psiquiatras no debe ser sencillo. Tampoco fue fácil aguantar el bombardeo crítico que llovió sobre la segunda y tercera parte de The Matrix , especialmente porque esa trilogía, en realidad un díptico, se ha convertido en una especie de ciber-evangelio. No en vano fue del evangelio de donde los Wachowski extrajeron buena parte de su texto. Por cierto, Ghost in the shell , uno de sus principales nutrientes, también sabe mucho de los textos bíblicos.

Este preámbulo obedece a una única razón, ilustrar sobre el mecanismo último que alienta Speed Racer . Si para The Matrix , los Wachowski se apoyaron en un anime que se acaba de estrenar, para Speed Racer buscaron una serie de animación japonesa que debió acompañarles cuando eran niños. No me alargaré en explicar los pormenores del manga original de Tatsuo Yoshida, Mach Go Go Go , (Meteoro en castellano). La serie se estrenó justo en los años en los que fueron alumbrados los dos hermanos y de la misma, permanecen los personajes. Lo demás… lo demás nos devuelve a lo mejor y lo peor de los hermanos Wachowski.

Por eso Speed Racer se beneficia de un acabado estético pleno de color y repleto de deseos de ruptura. A su manera, conserva el mismo talante trasgresor que Matrix tenía en el momento en el que fue rodada. Ahora bien, es de suponer que por imposición de su productor, estamos ante un producto destinado fundamentalmente al público infantil. O peor aún, al público familiar, lastre que necesariamente lleva a desactivar cualquier atisbo de trasgresión.

A los Wachowski les pasa aquí lo que al Tim Burton de Charlie y la casa de chocolate . Que a partir de una espléndida idea, conforman poderosas imágenes e incluso alumbran secuencias inolvidables… pero esa deuda familiar maniata sus mejores logros. Speed Racer habla del bien y del mal; de la corrupción imperante en el mundo, del vacío fraterno dejado por un hermano mayor y de la necesidad de luchar por los buenos . Crece sobre dos soportes: la repetición insistente de una carrera al estilo de Ben Hur y la emotividad del triunfo agónico a lo Karate Kid . Como buenos enciclopedistas, la película de los Wachowski es generosa en guiños y referencias pero no evita la sospecha de percibir que estamos viendo una especie de biblia, perdón de The Matrix , hecha para niños.

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Miserias laborales

viernes, 16 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Max Lemcke. Intérpretes: Juan Diego, Javier Ríos, Luis Tosar, Estíbaliz Gabilondo, Arturo Valls, Alberto San Juan, Malena Alterio y Álex Angulo. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 95 minutos.

La última sensación que transmite la pantalla mientras se proyecta Casual Day huele a fracaso y duele a pena. Se trata de un amanecer atravesado por una humedad ácida regada por mucho alcohol sin duda, pero sobre todo, por una insoportable frustración. En ella, por más que el espectador dé vueltas a los personajes no encontrará en ninguno un asidero sólido, alguien a quien salvar. Todo lo más hallará gentes más o menos antipáticas en un retrato social de miserables que se hunden en el fango de una culpabilidad incierta. Una corbata cabeza abajo es, además del símbolo obvio de su contenido, la imagen con la que Max Lemcke debuta en la dirección de largometrajes.

Tenía un largo anterior que responde al nombre de Mundo fantástico, pero se quedó sin estreno comercial. Ahora, tras ver Casual Day parece razonable pedir una oportunidad para aquel primer trabajo porque Casual Day es un aval poderoso. Las razones son varias. Primero porque este cineasta consigue una rotunda interpretación de un reparto excesivamente heterogéneo y dispar. Tanto que, a priori, nadie hubiera pagado por el resultado de mezclar actores cuyos estilos son incluso antagónicos. La segunda porque con un par de escenarios y a golpe de secuencias resueltas en un festival de paso a dos, Casual Day posee sentido del ritmo, construye personajes que en algún caso logran conformarse más allá del arquetipo y forja un demoledor retrato que rezuma verosimilitud en sus interpretaciones.

Muestra cómo un grupo de empleados, por iniciativa de la empresa, se dispone a compartir una jornada de convivencia. Ése es el pretexto. Lo que al filme le interesa es retratar la tipología del hombre actual. De las diferentes voces que se convocan las que más se escuchan responden a aquellas que sostienen una relación más allá de lo meramente profesional y que, por transportar (des)afectos, resultan más patéticas en sus renuncias y en sus pírricos logros. Es cine que podría recrearse en un teatro sin problema alguno; cine pobre en medios cuya escritura funcional está siempre al servicio de lo que los diálogos reclaman. Pero cumple su objetivo: repintar un amanecer gris de esperanzas cortas, miserias largas y vacíos absolutos.

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Las voraces garras del tío Sam

viernes, 16 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Kimberly Peirce. Intérpretes: Ryan Phillippe, Abbie Cornish, Channing Tatum, Joseph Gordon-Levitt, Ciarán Hinds y Timothy Olyphant. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 113 minutos

Algunas voces insisten en negar al cine la oportunidad de retratar la guerra de Irak. Es necesario, insisten, que los conflictos bélicos hayan acabado para que, cuando las brasas se apaguen, se pueda recrear con objetividad lo que éstas han sido. Al mismo tiempo, el resultado en taquilla de esos filmes que se han atrevido a hablar de la intervención norteamericana en Irak han encendido la luz de alarma: el público estadounidense no responde a su llamada. A la vista de lo sucedido con las últimas entregas de Brian de Palma, Paul Higgis y otros muchos, se diría que el público de EEUU no quiere ver el horror que siembran en la capital de Las mil y una noches . ¿Es esto cierto?

Frente a esas impresiones y estos malos negocios, no creo que ninguno de sus autores pretendieran forrarse con ellos, existen otras voces que creen firmemente que precisamente es ahora cuando tiene sentido llevar al cine lo que acontece en el corazón de Irak. Ausente participa de esa opinión. Y con Ausente regresa como directora la Kimberly Peirce, que hace casi diez años deslumbró con un filme extraño y tenso sobre la empecinada voluntad de llevar el paso cambiado en una cuestión de género: Boys don’t cry .

Ausente habla del retorno de los soldados que combaten en Irak. Y Peirce desarrolla su proclama desde la experiencia aportada por su propio hermano quien supo qué significa luchar en Bagdad. Ha sido comparada con Los mejores años de nuestra vida, de William Wyler. Pero también algo hay en ella del Capitán Conan, de Tavernier. ¿Cómo se integra en la paz a aquellos hombres que fueron convertidos en máquinas de matar?

La razón de ser de Ausente (Stop-loss) está implícita en su título. Peirce denuncia la política del presidente Bush que, en lugar de licenciar a los soldados que han cumplido su compromiso, les obliga a reengancharse bajo el epígrafe de stop-loss . El filme consigue su objetivo: mostrar la barbarie de la guerra y el abuso de poder, pero hace germinar una profunda frustración. La de percibir que ni siquiera denuncias como ésta detienen esa maquinaria estadounidense incapaz de mostrar piedad y justicia con sus propios soldados. Si así trata a sus héroes, ¿qué hará con sus enemigos?

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Historia de una metamorfosis

viernes, 9 de mayo de 2008 Sin comentarios

Dirección: Jon Favreau. Intérpretes: Robert Downey Jr. , Terrence Howard, Jeff Bridges, Shaun Toub, Gwyneth Paltrow, Faran Tahir y Jon Favreau. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 127 minutos.

No hace falta ser psicótico para percibir que todo nos habla. Al contrario. Precisamente ése es el verdadero problema de los psicóticos, que no oyen otras voces más que las que ellos mismos se provocan. William R. Maples, en un inteligente ensayo, nos enseñó que los muertos hablan sin parar. En los restos de lo que fueron resuena la causa de su muerte. A veces, sus huesos manchados de barro gritan el nombre de su asesino y casi siempre muestran lo que fueron, lo que sufrieron e incluso lo que soñaron. Ése es el trabajo del buen forense, saber escuchar aquello que la mayoría de los mortales no aprecia. Esta digresión viene a reforzar la idea de que cuando un actor es escogido para un papel, en su piel lleva inscrito los personajes que fue, lo que es en la realidad y lo que proyecta su imagen pública.

El anuncio de que Iron man iba a ser protagonizado por Robert Dow-ney Jr. más que una buena noticia, era una declaración de intenciones. Que para asumir el papel de Iron man , el héroe cuyos poderes emanan simplemente de su inteligencia, se escogiera al hombre que se ha paseado por el lugar del crimen de Zodiac , el que algo sabe de las Memorias de Queens , el que desveló luces insospechadas del extraño mundo de Arbus en Retrato de una obsesión , el rostro agrietado de El detective cantante y por supuesto, el hombre que hizo de Chaplin cuando Chaplin era sólo leyenda, no iba a meterse en el hierro y la carne de Iron man a cambio de nada.

De ese ejército de papel creado por la editorial Marvel desde los años 60 y que ahora desembarca en ayuda del cine comercial gracias a la tecnología digital, le cabe aIron man el honor de ser el personaje más real, más verosímil, más vulnerable y quizá, quien sabe, si el más adulto. Su poder no proviene de radiaciones inexplicables, ni de poderes divinos, ni de procedencias alienígenas. Su historia es la de una metamorfosis que lleva implícita la toma de conciencia. Su fuerza descansa en el remedio a su vulnerabilidad, un corazón herido de muerte sostenido artificialmente con ayuda de la tecnología. Un corazón de diseño cuyas válvulas le dan la capacidad de mover una estructura metálica convertida en el arsenal de la utopía: Iron man es infantería y artillería, es un tanque que vuela pero, también, es el hombre que ha encontrado un sentido a su vida. Sin duda, Stan Lee enunció con ese millonario fabricante de armas y gigoló arrogante el fundamento de la tecnología cyborg o, si se prefiere, en su armadura esculpió la prehistoria de la cibercultura.

Por supuesto que el personaje está delineado con cierto simplismo, nadie pretende hacer de Iron man un ensayo sobre la condición humana. El primer mandamiento de la Marvel fue, y sigue siendo, el de disfrutar del género de aventuras con vocación pop e intenciones contestatarias. Se trata, quizá, del último intento de recuperar la fe en el héroe; fe perdida tras el horror de Auschwitz. Por eso mismo, por su actitud de adolescente entusiasta, hay en aquí más material fundacional y simbólico que el que sujeta muchas películas de las llamadas de autor.

Para ello, Jon Fraveau, un buen degustador de tebeos, parte de un guión de estructura pulida, encajada e industrial. El autor no se impone al producto y el producto roza aquí la excelencia. Si el gesto ambiguo y oscuro de Robert Downey Jr. funciona, su idilio con el personaje de Gwyneth Paltrow, descrito con una sensualidad nada adolescente, habla en todos los idiomas. Ésa es la cuestión. Iron man dice poco a quienes poco escuchan y bastante a quienes buceen más allá de las apariencias.

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