La que enreda a los hombres: la ambición
Dirección y guión: Woody Allen. Intérpretes: Colin Farrell, Ewan McGregor, Hayley Atwell, Sally Hawkins, Tom Wilkinson. Música: Philip Glass. Nacionalidad: Reino Unido. 2007. Duración: 108 minutos.
En Match point, filme con el que Cassandra’s dream guarda una estrecha relación, Woody Allen proponía al espectador una paradoja sustancial: la de redefinir qué es la suerte. En aquella película su protagonista eludía el peso de la ley a cambio de cargar no ya con la culpa, que también, sino con una vida no deseada. A ojos de Allen, el remordimiento y la insatisfacción eran la peor de las condenas; a juicio de muchos espectadores, en eso mismo, en escapar del brazo de la ley, residía la buena estrella de su (in)feliz protagonista. Bueno, pues al remordimiento es a lo que Allen retorna ahora.
Por cierto, ¿por qué titula El sueño de Casandra su filme? Si hacemos caso a lo que en la película se nos explica, es porque bajo ese nombre se esconde la apuesta ganadora de uno de los dos hermanos protagonistas. Ahora bien, eso sigue sin responder a la pregunta decisiva. ¿Qué relación guarda una apuesta ganadora con Casandra y con el destino que les aguarda a los dos hermanos protagonistas de este filme?
Sabemos que Casandra, hija de los reyes de Troya, Hécuba y Príamo, sedujo a Apolo y de él adquirió el poder de la profecía. También sabemos que cuando Apolo se sintió utilizado y rechazado, lejos de arrebatarle esa facultad, le robó el bien más preciado que puede desear quien posee el don de la profecía: la credibilidad. A Casandra nadie le hizo caso, nadie atendió sus vaticinios, nadie hizo nada para evitar el cumplimiento de sus augurios de desastre y muerte. Al contario; cuantos le rodeaban pensaban que estaba loca. Y así lúcidamente cabal vio destruida Troya y fue vejada -violada según quien cuente la historia – por el orgulloso Ayax.
¿Qué relación guarda esta historia con la que Allen desgrana en este filme? Resulta difícil saberlo y, como en el caso de Match Point , se vuelve a asistir a una cita con la ambigüedad. O más exactamente, con una llamada a percibir más allá de las apariencias. Y es que Allen interpela al público a no quedarse en la superficie de sus últimas películas. Cuanto más insisten algunos en despreciar el cine de Allen como si en él todo fuera previsible, intrascendente y venial, más complejidad y hondura cabe apreciar en sus citas anuales.
A Allen, como a Casandra, casi nadie parece hacerle caso y son muy pocos quienes se adentran en los entresijos de sus historias. Es el signo de los tiempos y el tiempo de las etiquetas sin significado. Tantos años provocando sonrisas para palpar amargas honduras que, ahora que no hace chistes, parece no tener sentido lo que cuenta. Nada más lejos de la realidad.
Así, Casandra, la que enreda a los hombres, según el significado griego de su nombre, deviene en pura metonimia de lo que acontece en este filme. Dos hermanos enredados por la ambición recorren el camino de bajada hacia su degradación ética, puro desmoronamiento moral que les lleva al umbral del asesinato.
Estamos ante un drama sin subrayados, ante un Bergman sin metafísica. Estamos ante un thriller sin amaneramientos, cine negro que debe más a Fritz Lang que a Alfred Hitchcock por más que el filme haya sido rodado en el Reino Unido. Allen utiliza a los actores como efecto llamada y a cambio éstos actúan con las huellas del neoyorquino impresas en sus personajes. A veces, si no se mira a la pantalla, el buen conocedor de Allen lo reconocerá en esa fusión entre dos hermanos muy diferentes pero embarcados en el mismo destino. De nuevo Dostoievski y, otra vez, crimen y castigo en un filme que parece sencillo pero que rebosa complejidad y hondura.